De domingo a domingo

Tras el “mazazo” peronista, Macri busca aire en el Senado

Hugo E. Grimaldi

DyN

El ingeniero afable y el tano calentón conviven desde siempre dentro de Mauricio Macri. En él, los cálculos para llegar a la meta por la bisectriz se combinan muchas veces con una serie de explosiones sanguíneas que lo dejan al borde de la úlcera. No es ni buena ni mala esta dualidad, sino algo propio de su manera de ser que otros en política canalizan hacia el chamuyo, la picardía, el transfuguismo o la demagogia.

Por más ejercicios mentales que haga el presidente, este doble estándar para afrontar los problemas siempre lo acompañó en la vida y se acaba de manifestar justo al borde de su primer año de gobierno, cuando por 140 a 86 recibió literalmente un “mazazo” del Congreso por haber hecho mal una serie de cálculos y no todos fiscales, por cierto.

La gran bronca interior le surgió a Macri no tanto porque sintió que la oposición lo había lijado al derecho y el revés, sino porque él mismo cometió varios errores casi infantiles que su propia formación no se puede permitir. Uno de ellos, básico en política, como no tomar en cuenta que el circunstancial aliado lo podía traicionar. O al menos suponer que no lo iba a hacer en esta oportunidad y que una vez más lo iba a preferir frente a sus otrora compañeros de ruta.

Este evidente desliz de ingenuidad tiene su correlato práctico: por qué mandar un proyecto a Extraordinarias sin tener la seguridad de que va a ser aprobado. Con esos dos planetas alineados en su contra y aun sabiendo que la mano en su poder era magra en cartas, el presidente se puso demasiado rígido y perdió. El Macri metódico habitualmente se saca cuando no puede él mismo manejar el jet y llama “impostor” a quien, aun habiéndolo ayudado más de una vez, le ha vendido espejitos de colores.

Lista de daños

Tras el festival que se hicieron los opositores en conjunto, especialmente los peronistas y, sobre todo, los revividos diputados del Frente para la Victoria a la hora de aprobar un proyecto de Ganancias sobre los salarios diametralmente opuesto al de Cambiemos, y más allá del exabrupto que profirió hacia Sergio Massa, el presidente hizo una primera lista de daños. De movida, Macri consideró que detrás de la media sanción había un componente político para deteriorar al gobierno: “Así, se boicotea el blanqueo y no llegarán las inversiones”, concluyó en trazos gruesos.

Luego de serenar los ánimos, la mesa chica presidencial decidió avanzar por un camino más lógico, dio instrucciones de salvar la ropa en el Senado y concluyó que el “veto” que había sido sugerido en primera instancia no había que descartarlo, sino dejarlo como una última alternativa destinada a preservar la decisión política del presidente.

Por lo tanto, el gobierno en pleno comenzó a trabajar en varios frentes para acotar el estropicio y, como mínimo, para conseguir una derrota algo más honrosa en la Cámara Alta. Entonces, se habló frontalmente con el jefe de la bancada del peronismo, el rionegrino Miguel Pichetto y se avanzó con los gobernadores, aun sabiendo que algunos de ellos no hicieron nada para detener el voto de sus diputados.

En ambos casos, se apeló a la idea de gobernabilidad y no sólo de la Nación, sino al de las propias provincias, ya que el desfinanciamiento le va a llegar a todo el mundo. No se admite, pero es algo sensato intuir que el gobierno apunta a conseguir de mínima una media sanción de los senadores con algunas variantes sobre los que se busca convencer, lo que obligará a que la ley retorne a Diputados que, como cámara iniciadora, deberá considerar esos cambios o ratificar la media sanción.

Los puntos flacos

A los interlocutores elegidos se les hizo saber aquello que desde el gobierno se considera como puntos “flacos” de la reforma propuesta por los opositores, deslices quizás atribuibles a la mixtura urgente que se hizo de los proyectos de los renovadores de Massa con aquel que en 2011 quiso presentar, aunque nunca avanzó por órdenes superiores, el bloque del Frente para la Victoria de Héctor Recalde, cuya voz cantante ahora fue Axel Kicillof, por entonces ministro de Economía.

En la enumeración que el gobierno le hizo a Pichetto y a los mandatarios provinciales, temas sobre los que expondrán los ministros nacionales esta semana en la Comisión de Presupuesto, hay desde una comparación con la “tablita” de José Luis Machinea a los cálculos que se consideran “inciertos” en deducciones, facturación, exenciones, tratamiento a jubilados y a monotributistas o a la superposición de tributación en los nuevos impuestos, que se juzga “confiscatoria”.

A todos los interlocutores se les hizo notar que los mismos diputados opositores habían consentido en la conferencia de prensa en la que presentaron el frente común que habían “estimado” el nivel del mínimo no imponible. “No saben qué mínimo no imponible votaron”, dicen cerca del presidente.

El capítulo dedicado a la “renta financiera”, que incluye gravar los depósitos de particulares en bancos (plazos fijos y cajas de ahorros) de hasta un millón y medio de pesos, imposiciones en Lebac y operaciones de dólar-futuro será también un punto de discusión bien fuerte.

Los economistas que defienden el gravamen, Massa incluido, acusan de “especuladores” o “no productivistas” a todos los ahorristas, aun a quienes depositan de modo genuino para evitar que su dinero se les escurra por la inflación. Es gente que ha decidido que los bancos son mejores que ellos para direccionar el crédito a actividades productivas.

Miradas contrapuestas

Más allá del prejuicio, en la oposición se asegura que el dinero que se cobrará por el impuesto que aportarán todos los depositantes que excedan la cifra establecida, paguen o no Ganancias, “va a ayudar a reactivar la economía” porque permitirá que “se incorporen 60 mil millones de pesos al consumo, que a su vez va a generar reactivación y eso empujará más la recaudación”, dicen.

En cambio, los funcionarios del gobierno creen que un impuesto de ese tipo encarecerá el crédito y que impedirá su acceso a las empresas, sobre todo a las más chicas. Además, aseguran que la forma en que se gravó la renta financiera “está mal hecha” y señalan que “se está gravando renta nominal y no renta real”. También explican con cierta razonabilidad que una resolución así promoverá que los plazos fijos se parcelen en cifras menores al tope. Otro temor es el viaje de esos depósitos en pesos hacia el dólar. Por último, los funcionarios sostienen que los plazos fijos de las personas jurídicas “ya están gravados” y que los de personas físicas “son muchos menos” y que “su capacidad de recaudación es muy baja”.

Otro punto que el gobierno defenderá es el del dólar-futuro, ya que estiman que las utilidades por esa operatoria ya tributa Ganancias. “Ahora, le quieren cobrar 15 por ciento más y este impuesto es de recaudación incierta, porque tiene problemas legales referidos a la confiscatoriedad del mismo, ya que la tasa final entre Ganancias e impuesto extraordinario será de 50 por ciento”, explican. Sin embargo, el punto más delicado es que para el gobierno se trata de “un impuesto retroactivo” referido al ejercicio 2016, “lo que tampoco se puede hacer” por cuestiones constitucionales.

Por último, ya con un argumento de pura lógica, desde el gobierno sostienen que, en este caso, “se busca financiar una rebaja permanente del Impuesto a las Ganancias con un impuesto que sólo se va a recaudar este año”.

Con relación al nuevo impuesto sobre la “ganancia extraordinaria presunta a la comercialización de juegos de azar, desarrollada a través de máquinas electrónicas” y al tributo a “la realización de apuestas” no hay mayores reparos y ésta es la prenda que había cedido incluir el gobierno para negociar con la oposición, hasta que se cerró el diálogo.

Blanqueo y retenciones

Desde el gobierno sostienen que el punto más difícil de tragar para el Senado parece ser que pasa por el artículo 32 del proyecto, redactado como si fuera una ley dentro de otra, con cinco artículos que disponen poner por tres años un impuesto a “los inmuebles improductivos” que, para la Casa Rosada “tiene un solo objetivo y es político”, ya que se interpreta que “busca que fracase el blanqueo de inmuebles en el exterior en el que está trabajando el gobierno”.

Los senadores interpretan que ese punto representa un demérito a su trabajo, ya que la Ley de Blanqueo fue aprobada durante el presente año legislativo y su sanción se consideró un aporte a la gobernabilidad.

También dentro del proyecto que tratará el Senado está la restitución de retenciones a las empresas mineras, sacadas en marzo de este año, que puntualmente perjudica a Catamarca, San Juan y La Rioja, cuyos diputados votaron casi todos la ley al favor, al menos en general. En este ítem, el gobierno supone que los impuestos para reemplazar la suma que dejarán de percibir la Nación y las provincias son de baja recaudación o de compleja fiscalización. Para el gobierno central es una “mojada de oreja”, ya que se legisla para contrarrestar una política puesta en marcha en febrero, destinada a conseguir inversiones. Los ministros de Economía están haciendo números y deberán decirles a sus gobernadores qué hacer, porque cada una de estas situaciones implica desfinanciamiento futuro.

A futuro

Saber qué hará Massa ahora que ha perdido protagonismo, ya que su fuerza no tiene representación en el Senado es toda una incógnita. Si algo le ha salido bien al gobierno -y al presidente en particular- es que ha pegado al diputado con el kirchnerismo y ahora le piensa facturar a cada rato la jugada. No haber querido aparecer junto a Kicillof en la foto, lo puso en un pie de igualdad con Máximo Kirchner o con Diego Bossio, quienes también se escaparon del rejunte. Igualmente, en la votación todos estuvieron de acuerdo.

El caso es que el peronismo se prepara para rearmarse, por lo que la unidad para desgastar al gobierno podría haber sido, en todo caso, circunstancial y hay quienes se relamen en la interna, porque la sinuosidad de Massa quedó demasiado en evidencia y buscan su liderazgo de callados.

El presidente transitó estos primeros 365 días y en su transcurso ganó y perdió; prometió y reparó; experimentó, se equivocó muchas veces, cambió sobre la marcha y le faltó construir. Nada fuera de lo esperable en un período de aprendizaje. Y ahora, tendrá que poner a prueba su muñeca para ver cómo sale del laberinto de Ganancias, sin que se melle su autoridad.

Quizás este episodio de engaño frustrante para Macri y su corazón peninsular haga que finalmente la razón del ingeniero termine prevaleciendo para que, en el inicio de su segundo año, le obsequie a la sociedad un programa integral de gobierno que aun es su gran asignatura pendiente, tras un año que seguramente lo terminó abrumando también a él por su intenso cortoplacismo.