Análisis

Blancos móviles del delito

José Curiotto

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Los colectivos de la ciudad de Santa Fe volvieron a convertirse esta semana en blancos móviles de la delincuencia.

Durante la madrugada del lunes -eran apenas las 5.10 de la mañana-, cinco hombres armados subieron a una unidad de la Línea 1, en Larrea y Cafferata, barrio Acería. Encañonaron al chofer y robaron las pertenencias del resto de los pasajeros. Luego, escaparon sin dejar rastros.

Lo que sucedió posteriormente resulta llamativo: la gente no sólo manifestó su indignación por lo ocurrido con los ladrones, sino que además expresó su enojo con el chofer del colectivo. Le reprochaban la decisión de detenerse en esa parada a pesar de los rostros sospechosos de los integrantes del grupo que aguardaba la llegada del coche. “No puedo detenerme o seguir la marcha según la cara de la gente. Yo tengo que cumplir con mi trabajo”, planteó públicamente el conductor de la unidad con toda la razón.

Pocas horas después del mismo día, cuando caía la tarde, un coche de la Línea 15 recibió un disparo de arma de fuego. Esta vez, sucedió en Castelli y Gaboto. En esa zona, una moto se acercó al colectivo y desde allí comenzaron a disparar contra dos jóvenes que eran parte de los pasajeros. Según trascendió luego de fuentes policiales, uno de los agresores tendría 17 años, mientras que el otro sería un chico de apenas 10 años.

Lo sucedido durante esta semana no es un hecho novedoso. En septiembre del año pasado, se produjo una seguidilla de ataques a colectivos que acaparó la atención de la opinión pública en la ciudad de Santa Fe. En apenas nueve días, cinco coches se convirtieron en blancos de los delincuentes.

Los hechos fueron realmente graves. En barrio Sargento Cabral, por ejemplo, un chofer recibió varios culatazos en la cabeza cuando intentó detener a un ladrón armado. En otro caso, el ladrón amenazó a los pasajeros con un cuchillo. También hubo tiros contra un coche desde una moto. Y hasta se generó una situación en la que un delincuente gatilló varias veces su arma apuntando al conductor, pero por fortuna no se produjo el disparo.

A estas alturas de las circunstancias, queda claro que reclamar algún tipo de acción preventiva a la policía resulta infructuoso. Es que, más allá de las buenas intenciones, es imposible controlar a cada una de las unidades que recorren la ciudad durante las 24 horas del día.

El uso de botones de alerta en los coches arrojó buenos resultados en algunos casos. De todos modos, este dispositivo difícilmente logre disuadir a los delincuentes. Lo que sí permite es que la policía reciba un rápido aviso de la situación y, en ciertas situaciones, pudo dar con los ladrones en las adyacencias del lugar donde se cometió el delito.

La situación amerita una respuesta urgente e inteligente. El año pasado, se planteó en diversas oportunidades la posibilidad de instalar cámaras en los colectivos urbanos, pero dicha alternativa fue desechada por distintos motivos. Sin embargo, en la ciudad de Rosario ya son alrededor de 150 las unidades equipadas con micrófonos de ambiente, botones de pánico y cámaras de video. En gran medida, estos avances fueron posibles gracias al aporte económico realizado por el gobierno de la provincia.

Ahora, en la ciudad de Santa Fe los choferes reclaman, al menos, la posibilidad de colocar cámaras en las paradas y de equipar con dispositivos de videovigilancia aquellas unidades que realizan recorridos por zonas de riesgo. Especialmente, en horario nocturno.

Parece un pedido atinado. No sólo por la seguridad de los pasajeros, sino porque ellos sienten que, cada vez que salen a trabajar, están arriesgando sus vidas.