llegan cartas

¿Quién podría? En recuerdo de Micaela, de todas las Micaelas del mundo

BIBIANA DEGLI SPOSTI *

DNI 11.789.562

Una joven sale como salen los jóvenes y los no jóvenes. Un hombre la aborda como no la abordaría cualquier hombre, sino un violador. Alguien viola a una mujer, viola la libertad condicional que escandalosamente lo mantuvo libre tras otras dos violaciones. Esa libertad condicional que obtuvo y permitió esta nueva violación y asesinato, ya no lo nombra como un hombre cualquiera sino con un nombre: Wagner, una cara, una edad.

Y una historia. No viene a cuento si su historia personal hecha tal vez de unos cuantos horrores se puso en causa. Lo que viene a cuento es la historia según la cual ya había violado con reiteración y lo hizo merecedor de un informe que no aconsejaba su condicional. La historia que un juez ayudó a escribir.

Pero ahora ¿quién podría? Ya no recae sobre Wagner sino sobre el juez que decidió que el informe no era vinculante y desvinculó a Wagner de su merecida prisión. Para pensar que es un enfermo, tengo que poder pensar una enfermedad y un tratamiento y acaso estadísticamente medir una posible remisión de su mal o decretarlo como incurable.

La verdad es que no es así. El violador no está enfermo, tiene una posición ante la ley que no desconoce, pero que está siempre dispuesto a burlar en aras de su propio goce, coercitivo para él, pero no pasible de ser coartado. Y si resulta que para burlar la ley no tiene que escaparse sino que le abrieron las puertas, el goce es doble, perverso, frío. Harto punible, nada excarcelable. Una violación que bien puede estar destinada a burlarse de ese juez. Pero el juez se burló de todas las mujeres y de muchos hombres de bien. Una decisión perversa aplicada a un sujeto perverso, en una potenciación irritante, atemorizante.

Micaela no puede volver. Su padre pide que no se haga justicia por fuera de la Justicia, y ése -entre otros- debería ser el castigo al juez. Un hombre dolido pidiendo que no nos movamos por fuera de la ley, que no seamos como los dos hombres que, potenciados, permitieron este nuevo crimen que nos tiene tristes y sin remedio.

Wagner no tiene remedio, no le den más vueltas. ¿Y el juez, lo tiene? Quién podría... Sin embargo, pudieron.

* Psicoanalista