Este miércoles en Curitiba

Lula declarará ante el magistrado de “Lava Jato”

El dos veces presidente de Brasil comparecerá por primera vez ante el juez que investiga la megacausa por corrupción. Lula debe responder en cinco juicios vinculados con esta causa.

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Los simpatizantes de Lula convocaron a multitudinarias manifestaciones frente a los tribunales. Foto: EFE

 

Isaac Risco - DPA

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La cita en un tribunal del sur de Brasil caldea los ánimos desde hace días. Por eso, el conocido juez de la causa anticorrupción “Lava Jato”, Sérgio Moro, decidió dejar por un momento de lado su habitual discreción para dirigirse al público poco antes de la comparecencia este miércoles 10 de mayo de su acusado más famoso, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

“No va a pasar nada diferente o anormal ese día”, aseguraba Moro el fin de semana en un mensaje de video colgado en una cuenta de Facebook que lleva su nombre y que es administrada por su esposa.

El juez pedía luego a los ciudadanos que no acudan a su tribunal en Curitiba, en el sureño estado de Paraná, a mostrar su apoyo a “Lava Jato”, la investigación que tiene en jaque a la clase política brasileña desde 2014.

“Ese apoyo siempre fue importante, pero ese día no es necesario (...). No quiero que nadie resulte herido o se involucre en una discusión o conflicto”, agregaba el magistrado, casi incómodo ante la cámara.

La advertencia mostraba justamente el potencial explosivo de la primera comparecencia de Lula para ser interrogado por Moro en uno de los varios juicios que tiene abiertos por “Lava Jato”.

Los simpatizantes del ex mandatario (2003-2010) han convocado a movilizaciones masivas en Curitiba. El aguerrido Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) anunció ya que participará con 20.000 militantes en el llamado “Frente Brasil Popular” de colectivos de izquierda cercanos al Partido de los Trabajadores (PT) de Lula.

Grupos adversos al ex mandatario que usan con orgullo el lema “República de Curitiba”, por su parte, pegaron carteles en la ciudad con la frase “Sea bienvenido” y una caricatura de Lula tras los barrotes de una prisión. El riesgo de enfrentamientos es real.

Si el caso “Lava Jato” fuera un drama televisivo, se podría decir que en Curitiba se encontrarán el miércoles sus dos grandes antagonistas. Dos personajes públicos, que encarnan dos visiones muy diferentes del convulso Brasil actual: por un lado Moro, un juez y académico de 44 años, parco, de mirada estricta y semblante serio.

Con imagen de hombre íntegro, el magistrado goza de una popularidad poco habitual para alguien como él, y encarna para muchos ciudadanos a un nuevo Brasil en la lucha contra la corrupción. En las protestas que sacuden al país sudamericano desde hace tiempo se suele ver la cara de Moro en carteles que lo proponen como presidente.

Moro es el principal juez a cargo de “Lava Jato”, que arrancó en Curitiba cuando el magistrado empezó a investigar una trama corrupta en la petrolera estatal Petrobras. Las pesquisas alcanzan en tanto a decenas de políticos.

El segundo protagonista del drama es Lula, el político brasileño más destacado de las últimas dos décadas. Carismático, tribuno público y animal político desde su juventud, el ex líder sindical fue como presidente el gran artífice del despegue económico del país en la década pasada. Sus programas sociales sacaron a millones de personas de la pobreza.

Su aura, sin embargo, está manchada desde que es investigado por acusaciones de que permitió que la corrupción floreciese durante sus dos mandatos y de haberse incluso beneficiado él mismo.

Lula debe responder en cinco juicios vinculados con “Lava Jato”. Aunque ya declaró en marzo en Brasilia en uno de ellos, esta será la primera vez que comparezca ante Moro. El ex presidente niega todas los cargos, que atribuye a maniobras de sus adversarios políticos.

Su defensa, además, acusa a Moro de no ser imparcial como representante de las élites que se oponen a Lula. Esas sospechas las alimentan algunas medidas controvertidas del juez: cuando la defensa de Lula citó recientemente a 87 testigos en uno de los procesos, Moro aceptó su comparecencia, pero exigiendo que el propio Lula asista también a las declaraciones que considera una táctica dilatoria.

“Si es necesario, me mudo a Curitiba”, respondió Lula en una entrevista televisiva, con la voz ronca a sus 71 años, pero con su carisma intacto. Otro tribunal determinó finalmente que la medida era excesiva y eximió al ex presidente de acompañar los interrogatorios.

El futuro de Lula será decisivo para la larga crisis política y la lucha contra la corrupción en Brasil. El ex presidente ha anunciado que quiere volver a ser candidato en las elecciones de 2018 y las últimas encuestas lo muestran como favorito con el 30 por ciento de los apoyos.

Sus detractores lo rechazan como representante de una generación de políticos desprestigiados, mientras que sus simpatizantes lo ven como la esperanza de sacar del poder a las élites conservadoras que destituyeron el año pasado a la sucesora de Lula, Dilma Rousseff, en un controvertido juicio de “impeachment”.

Sólo una inhabilitación o una condena a prisión pueden evitar una candidatura de Lula. Su principal escollo en ese camino es ahora el juez Moro.