Ricardo Terrile, profesor de Derecho Constitucional en la UNR

“En algún momento vamos a tener que reformar la Constitución”

Sostiene que se debe discutir la composición del Poder Legislativo a partir de los nodos, no desde los departamentos. La crisis de los partidos políticos y su impacto en la vida institucional.

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Terrile integra el grupo de constitucionalistas que trabaja sobre una posible reforma de la Carta Magna santafesina. Reclama, entre otras cosas, dotar de autonomía a los municipios. Foto: Manuel Fabatia

 

Mario Cáffaro

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Ricardo Terrile fue diputado nacional por el radicalismo de Santa Fe entre 1983 y 1987 para luego ocupar la representación argentina ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Hoy es profesor titular de cátedras de Derecho Constitucional y de Derechos Humanos de la facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, casa donde además participa del dictado de maestrías y doctorados. Esta semana, disertó en el marco de jornadas organizadas por el Instituto de Capacitación Parlamentaria de la Legislatura santafesina. Hoy integra la comisión de constitucionalistas que coordina el director provincial de Reforma Política y Constitucional, Oscar Blando.

“En algún momento vamos a tener que reformar la Constitución, será ahora o dentro de dos años, pero hay que hacerlo” asegura ante El Litoral. “Los entes municipales son autárquicos porque no hemos podido reformar la Constitución mientras que en Córdoba tienen autonomía. Nosotros no hemos podido consagrar esa situación y no lo podremos hacer hasta tanto no reformar la Carta. La decisión es reformar aunque el cuándo es una cuestión política” dice quien fuera uno de los integrantes de la Junta Coordinadora Nacional.

A la hora de plantear los temas a incluir en una eventual reforma enumera “mecanismos como la consulta o la iniciativa popular, mecanismos de participación; todo lo que incorporan los tratados internacionales; darle jerarquía constitucional al amparo, habeas corpus, habeas data, mecanismos de transparencia. En materia del funcionamiento de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial tenemos que tratar de dinamizar el funcionamiento, analizar la posibilidad de una Legislatura más dinámica. En este momento se debate el tema parlamentario que pasa por el unicameralismo y el bicameralismo. No estoy de acuerdo con ninguna de los dos, sí estoy de acuerdo en dividir a la provincia en cinco regiones. Ya no existe más la cuña boscosa, la cuenca lechera, aquella división históricamente administrativa y política de los departamentos ya no tiene razón de ser. Lo tenía a principios del siglo XX. Estoy de acuerdo con cinco nodos y que en todo caso, los diputados y los senadores vengan representando a los nodos. Si vamos a concluir en un sistema bicameral que los senadores y diputados vengan en función de los nodos. Hoy no se cumple la letra de la Constitución que dice que todos los departamentos deben estar representados en las listas”. Acota que “está desnaturalizada la figura del Defensor del Pueblo. Tenemos un defensor empobrecido con tan pocas competencias y facultades que está prácticamente inhibido. Queremos un Defensor del Pueblo más activo y con jerarquía constitucional”.

Reelección sí o no

Terrile no es drástico en su opinión sobre si la reforma debe o no contener la reelección del titular del Poder Ejecutivo. “No sé si es el estorbo principal de la reforma. En el país tenemos la experiencia de (Raúl) Alfonsín de excusarse de aquel impulso reformista del entonces ministro de Interior Antonio Tróccoli. Carlos Menem persiguió eso y el Pacto de Olivos determinó la posibilidad de reelección en compensación de otras compromisos e instituciones. Después hubo intentos de re reelección que se frustraron. No debe ser un escollo. Creo que si Miguel (Lifschitz) llegara a plantear en una cláusula transitoria que no cabe la reelección para este año, el debate será interno para el Partido Socialista que está viviendo un debate interno muy intenso, interesante como para mirar desde afuera”. Su mirada política observa “un radicalismo anárquico que está con el socialismo y con el Pro, un socialismo con la figura de Bonfatti que si no sabe si se relanzara a nivel nacional o espera otra oportunidad en la provincia”.

Graduado en la UNL, Terrile pondera aquellas discusiones universitarias de los 70 y dijo que esa gimnasia discursiva fue la ventaja que tuvieron en el Congreso en la reapertura democrática por sobre los restantes radicales. “Hoy estoy convencido de que no existen partidos políticos en la Argentina, son frentes, movimientos. El radicalismo en la provincia no existe; las autoridades del partido a nivel nacional son figuras formales que tomaron el partido pero no por un proceso electoral interno, sencillamente por acuerdos burocráticos de quienes buscan perpetuarse en una política de gobierno. El partido radical es una anarquía. Hay radicales que estamos absolutamente desplazados de las estructuras socialistas o del Pro, hay otros identificados con el Pro, otros apuestan al frente con el socialismo. En el peronismo pasa otro tanto: va a volver Rossi, pretende ser diputado y está el senador Perotti tratando de consolidarse para impulsarse como gobernador”.

 

Del juicio a las Juntas al 2 x 1

Terrile es muy crítico del fallo de la mayoría de la Corte Suprema de Justicia en el caso Muiña. En el Congreso debió votar la Obediencia Debida y el Punto Final y dice haberse emocionado tanto en el Juicio a las Juntas como cuando Néstor Kirchner descolgó los cuadros de Videla y Bignone en el Colegio Militar de la Nación.

“1983 no fue el proceso de una revolución triunfante; no fue Nicaragua, no fue Cuba. Los militares terminaron como consecuencia de Malvinas y de la presión internacional por los Derechos Humanos. Retrocedieron y hasta fijaron la fecha de elecciones. Cuando llegamos al gobierno en 1983, y recuperamos el derecho, lo primero que nos planteamos fue cómo derogar la legislación represiva. ¿Que hacíamos con la ley de autoamnistía de Bignone?. No la derogamos ante el temor de que se plantea el debate sobre la ley más benigna. Declaramos insanablemente nula a la ley de autoamnistía. Cuando llegó Semana Santa, percibimos que la ley de obediencia debida y punto final eran meter una cuña a los efectos de ver cómo podíamos avanzar. No podíamos confrontar con los militares ni soportar un golpe de estado”.

Ya en lo particular, para Terrile, el caso Muiña es interesante. “Comete el delito de lesa humanidad en 1977 y recién en 2007 se lo detiene. En el interín, como había un caso de desaparición forzada personas -Mario Roitman- se consideró que era un delito continuado permanente. Cuando Muina comete el delito no estaba vigente la ley del 2 x 1, sino el artículo 24 del Código Penal. Creo que la interpretación que hace Rosatti es de un excesivo positivismo; no distingue delitos comunes de delitos de lesa humanidad . En cambio, Lorenzetti va al diario de sesiones de 1994 donde Pichetto como presidente de la Comisión de Legislación Penal de Diputados funda la ley del 2 x 1. Allí nunca se refiere a delitos de lesa humanidad. Habla de la indexación de presos frente a cárceles que nos los pueden contener y de delitos comunes porque en ese momento no había detenidos por delitos de lesa humanidad ya que estaban vigentes las leyes de obediencia debida y punto final. El voto de Rosatti es irrazonable”,