Ensayo sobre la realidad del fútbol argentino

La maldición de Malinche

  • El ex director deportivo de inferiores en Unión y Colón, campeón mundial en Japón 1979, explica “lo que los europeos se llevaron o lo que nosotros dejamos que se lleven”.
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Rubén Rossi y su visión actual del fútbol. Muchos de sus escritos ya fueron llevados a los libros y recibieron destacados comentarios de lo mejor del ambiente, empezando por su “Maestro”, César Luis Menotti.

Foto: Luis Cetraro

 

Rubén Rossi (x)

“Se nos quedo el maleficio/ de brindarle al extranjero/ nuestra fe, nuestra cultura/ nuestro pan/ nuestro dinero. Hoy le seguimos cambiando/ oro por cuentas de vidrio/ y damos nuestra riqueza/ por sus espejos con brillo”.

(Gabino Palomares).

Detentamos 2 Campeonatos Mundiales en Mayores; 6 a nivel Juvenil, 3 de las 5 coronas indiscutidas de la historia del Fútbol mundial son argentinas: Alfredo Di Stéfano, Diego Maradona y Lionel Messi; hemos sido uno de los países, junto con Brasil, que más jugadores hemos aportado al fútbol mundial, las dos últimas “revoluciones futbolísticas” —el Milan de Sacchi y el Barsa de Guardiola— se han sustentado en la idea y filosofía del entrenador argentino César Luis Menotti, y a pesar de estos datos irrefutables insistimos en mirar permanentemente al Viejo Continente en busca de recetas mágicas, científicas e innovadoras para la formación y consolidación de futbolistas.

Sin lugar a dudas y más allá de cualquier especulación parcial, debemos reconocer que en los últimos años hemos perdido el rumbo, que ya no surgen jugadores en cantidad y calidad como en épocas pasadas. Para poder comenzar a entender y desentrañar esta situación, primero deberemos analizar las variables que han provocado estas circunstancias que hoy por hoy aquejan muy duramente al “Viejo y querido Fútbol Argentino”.

El potrero existe

En primer lugar debemos desmentir el antiguo mito urbano, que esto tiene su fundamento en la desaparición del “potrero”, los “potreros” siguen existiendo, lo que acontece es que ahora tienen “profesores” con planes de trabajo, lo que de por sí perturba los inicios espontáneos, silvestres, y libres que otrora eran tres pilares irreemplazables en la formación, algo que, al perderse, no pueden ser recuperados por ninguna metodología, por ninguna pedagogía, por ningún modelo importado.

Estoy convencido que cuanto más interviene el adulto en el juego del niño, menos posibilidades tendrá este de llegar a ser un futbolista de elite y por esto considero que una de las causas principales por la escasez de talento técnico está estrechamente relacionado con el sitio en que los niños aprenden a jugar a la pelota.

En los viejos tiempos, el conservatorio más famoso para averiguar los enigmas de este juego era la calle, la canchita y los más avanzados catedráticos sin lugar a dudas eran el juego; nuestros compañeros de equipo y los otros niños. Así los chicos aprendían a “jugar al bolo” (como le decíamos en mi barrio natal, “mi Barranquitas”) etapa ineludible para poder luego aprender a jugar al fútbol, en los baldíos, las plazas, con pisos irregulares, balones inadecuados, muchas veces descalzo (que favorecía el tacto directo con el esférico) y sin otra obligación que divertirse con una pelota en los pies. Y desde la relación que con esta se establecía, se desarrollaba el talento y se ganaba la fama, el prestigio que podía luego, abrir la puerta para jugar oficialmente en un club.

El pibe argentino desde que se relacionaba con una pelota, como consecuencia del barrio, su medio socio-cultural, reconocía como elementos inseparables capacidad o habilidad individual con el juego. Aspiraba a esclavizar, dominar, hacer exclusivamente suya la pelota. El fútbol no le llegaba como al futbolista europeo como una prolongación de su práctica atlética, sino como algo autónomo. Lo atlético le llegaba al jugador argentino a última hora y normalmente por medio de directivas bien puntuales.

Podríamos advertir que desde que comenzaba a considerarse “ser social” al argentino le brotaba la necesidad de exhibición personal, era casi una religión demostrar la habilidad suprema que se tenía con una pelota en los pies. Por esto mismo, en su más tierna infancia, sus juegos cumplían con su exigencia de ser “antes que nada yo” por encima de todo, algo que continuaba en su vida de adolescente. Tengamos en cuenta que para que todo esto sucediera el “potrero”, con sus peculiares características, propiciaba estas actitudes antiatléticas y anticolectivas que eran la base de su particular manera de entender el juego en sí.

Percibir, analizar, ejecutar

“Aún recuerdo el pasmo, más bien el desasosiego que me produjeron los experimentos de Libet. Lo que mostraban era que un cuarto de segundo antes que una persona decidiera iniciar una acción, ya se habían disparado los centros promotores del cerebro. Es decir, el cerebro había decidido antes de que el sujeto se diera cuenta”. (ANTONIO JOSÉ MARINA).

Precisamente y sin sospechar siquiera lo que expone magistralmente en el párrafo anterior, Antonio José Marina, haciendo referencia a la “autonomía del cerebro humano”, aquellos “viejos sabios” de antaño la actividad que más le hacían realizar, la primordial, la base de su metodología era la de “jugar a la pelota”, lo hacían porque de esta única forma se podían desarrollar, como en ninguna otra, las tres cualidades fundamentales para un aspirante a futbolista: percibir, analizar, ejecutar. Desde mis pobres conocimientos y si se me permite la audacia académica tomando en cuenta todo esto, diría que sin siquiera sospecharlo aquellos viejos formadores le “entrenaban el inconsciente”.

Nosotros aquí jugábamos en el barrio 4 contra 4 o 5 contra 5 porque rara vez podíamos juntar 22 chicos, los europeos nos vinieron a ver, estudiaron este modelo de aprendizaje espontáneo, lo trataron como un método y después no enviaron su metodología basada en “Los espacios reducidos”. Nos divertíamos y aprendíamos en el “quien hace el gole entra” y ellos lo enmascararon, lo planificaron y les llamaron “driles”; teníamos el “juego del loco” o “burrito” como materia prima, ellos lo adoptaron y estandarizaron y nosotros terminamos importando como una nueva pedagogía innovadora y moderna “el rondo” y así podría seguir con muchos ejemplos más. Ahora la moda que viene del Viejo Continente es “la periodización táctica”; “el micro ciclo estructurado”; “el círculo virtuoso”, etcétera.

Se llevaron los mejores

Como dijo el magistral Carlos Peucelle, “la mejor táctica de los europeos fue vendernos libros; programas de trabajo y proyectos, pero de aquí se llevaron los mejores jugadores”.

Antes como demostración de modernismo se despreciaba la juventud “por faltga de experiencia”, y hoy por el mismo motivo se relega la madurez “por exceso de experiencia”. Nos pasó lo peor, dejamos de cuidar “las raíces”, peor aún, las desechamos y cuando esto sucede inexorablemente “no se pueden recoger frutos”.

A todo esto hay que agregarle una dirigencia nefasta que no ha sabido ni querido proteger las tradiciones del “Viejo y querido Fútbol argentino” de las cuales hoy se nutren mucho de los grandes equipos, como es por ejemplo “la tenencia de la pelota”.

Si les parece demasiado pesimista mi lectura, preguntémonos algo; ¿Cuántos jugadores argentinos formados en los últimos tres años en nuestro país jugaron como titulares en sus respectivos equipos en los octavos de final de la Champions Ligue?... ¿Cuánto jugadores argentinos han sido adquirido en los últimos años por los grandes equipos europeos? ¿Podemos ser tan pueriles e ilusos de no darnos cuenta que la falta de formación ha sido uno de nuestros principales males que afectan hoy a nuestro fútbol?

La verdadera y única “formación” en el fútbol tiene que ver fundamentalmente con el conocimiento del juego, con sus principios y su dinámica, con sus conceptos y fundamentos, los cuales no se pueden aprender de un libro, de algún artículo en internet o asistiendo a un curso de un montón de cosas que nada tienen que ver con el fútbol-juego.

Para aprender sobre el juego, no existen mejores “libros” que los mismos jugadores y para esto se necesita como mínimo de ciertos conocimientos, mucha vocación, gran capacidad de observación y aprendizaje y una importante cuota de sensibilidad, cualidades estas que hoy por hoy mucho no abunda en la mayoría de las divisiones infanto-juveniles.

Tomemos un ejemplo; debemos saber que más del 70 por ciento de los pases que se fallan en Primera División, no son por imperfección técnica, sino por poco conocimiento del juego, por no saber leer bien la acción, por no interpretar la jugada. No sé si no se entiende o no se quiere comprender que en las divisiones inferiores se debe entrenar procurando fundamentalmente la mejora de las individualidades, para que en la adultez se los pueda entrenar en forma colectiva, cuando estas variables se invierten las funestas consecuencias saltan a la vista.

Para concluir, si no recuperamos nuestra esencia, sino comprendemos (¡¡¡como ya estoy aburrido de decirlo!!!) que “en la más tierna infancia, para aprender a jugar a la pelota el único y conspicuo ‘Maestro' es EL JUEGO” y que “en fútbol infanto-juvenil no se compite para aprender a ganar, sino que se compite para aprender a jugar”, nuestro futuro en el ámbito del fútbol es sombrío. Dejemos de buscar tanto afuera, lo que siempre hemos tenido adentro, volvamos a todo ese conjunto de “artes olvidadas” que son la base y la esencia del fútbol argentino.

No creo estar en posesión de la verdad ni mucho menos, porque como dice el genial Manuel Vázquez Montalbán, “no hay verdades absolutas, pero sí hay mentiras evidentes”. Por esto considero que es una obligación ineludible exponerlas y denunciarlas para que dejen de provocar el daño sistemático que le han venido causando en los últimos tiempos a todo nuestro “Viejo y querido fútbol argentino”.