Crónicas de la historia

Ramón J. Cárcano, aquellos conservadores de entonces

por Rogelio Alaniz

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En 1890 Ramón José Cárcano tenía apenas treinta años y un “frondoso” currículum político, que lo transformó en uno de los jóvenes más conocidos de su generación. El espaldarazo popular lo obtuvo cuando presentó su tesis de doctorado en la Universidad de Córdoba. El tema le puso los pelos de punta a los ultramontanos: “De los hijos adulterinos, incestuosos e ilegítimos”. El joven abogado, apadrinado en la ocasión por el gobernador Miguel Juárez Celman, reclamaba la igualdad de derechos civiles para los hijos nacidos en esas condiciones “irregulares”. Por supuesto que el rector Rafael García se opuso terminantemente a la tesis, cumpliendo con las órdenes del obispo Jerónimo Clara quien había jurado que esa tesis sólo sería aprobada sobre su cadáver.

El escándalo fue mayúsculo y ganó la calle. El obispo organizó una manifestación integrada por las señoras de las parroquias, mientras los liberales por su lado hicieron algo parecido. Del Viso para no perder protagonismo presentó su propia tesis, pero le hizo saber al obispo que deseaba, para no ser menos, que él la condenase.

Finalmente, y luego de innumerables debates y polémicas en los diarios de su tiempo, intervino el presidente Julio Roca saldando las diferencias a favor del joven Cárcano. En el camino, monseñor Clara perdió su investidura y el Estado nacional rompió relaciones diplomáticas con el Vaticano. Para esa fecha, el promotor de todos estos retiemblos apenas tenía veinticuatro años.

Una carrera meteórica

A decir verdad, el muchacho ya para entonces se había hecho conocer en Córdoba. Con la barba apenas crecida el hijo de don Inocencio y doña Honoria Céssar Oliva, había sido secretario privado de los gobernadores Juárez Celman y Antonio del Viso. Escritor, periodista, también se había desempeñado como legislador provincial, constituyente y ministro de Olmos.

Cuando en 1886, Juárez Celman fue elegido presidente de la Nación, lo designó Director de Correos y Telégrafos de la Nación, el cargo político más importante de la presidencia para un muchacho que apenas tenía veintisiete años. Según comentara luego a sus amigos, en ese cargo aprendió todo lo que había que saber en materia política.

Para 1888, Cárcano es el heredero de Juárez Celman, el hombre designado por el jefe del Unicato. El único obstáculo que parece anteponerse a su designación es el de la edad, pero don Miguel ya se las va a arreglar para superar ese pequeño inconveniente.

Sin embargo no va a ser la edad lo que impedirá que Cárcano sea presidente de los argentinos, sino la llamada “Revolución del Noventa” o, para ser más preciso y realista, las intrigas, maniobras y triquiñuelas que van a tejer Julio Roca y el Gringo Pellegrini para terminar con el régimen del “Burrito cordobés” y las ambiciones exageradas de su ahijado.

Conclusión, para 1890 y con treinta años apenas cumplidos, el joven Ramón es considerado un cadáver político, un joven talentoso que quemó sus posibilidades en una carrera meteórica que concluyó tan rápido como había empezado. El “Mono”, como afectuosamente le decían sus amigos y familiares, debía resignarse a administrar algunos de sus campos y viajar por el mundo, porque para él la política no era futuro, era pasado.

A decir verdad, él mismo creyó que así eran las cosas. Para esa fecha ya estaba casado con Ana Sáenz de Zumarán, motivo por el cual la pareja con sus niños decidió despedirse de la política con un viaje a Europa que se extendió por más de tres años. Lujos que se daban los conservadores de entonces.

Después el campo. Su estancia “Ana María” cerca de Río Tercero. En 1900, con otros amigos funda la Sociedad Rural de Córdoba y continúa con sus actividades de empresario rural. A la caída de la tarde, Ramón, liberado de sus actividades, se acomoda en su escritorio y escribe, estudia, coteja textos. Libros de historia, de derecho, de actividades rurales se escriben en estos años. La escritura para Cárcano será algo más que un ocio creativo o una manera elegante de distraerse. Escribir para él será un exigente ejercicio intelectual.

La política, esa pasión

Dos décadas durará su ostracismo político, pero finalmente regresará a las batallas cívicas porque, como muy bien lo saben los políticos de raza, el que sintió correr en sus venas el “veneno” de esa pasión, sabe muy bien que nunca más podrá alejarse de ella. Cárcano participará en todo el proceso renovador que pone punto final al roquismo e inicia el período de democratización política cuya máxima expresión será la Ley Sáenz Peña.

En 1910, es elegido diputado nacional y unos meses después el presidente lo designa embajador en Brasil, un cargo que duda en aceptar porque en ese tiempo fallece su esposa. Finalmente acepta y la diplomacia será otro de los capítulos protagonizados por Cárcano.

En 1912 se dedica de lleno a reorganizar las fuerzas conservadoras en Córdoba. Recorre ciudades y pueblos, habla con caudillos, políticos lugareños y hombres influyentes. Finalmente logra unificar al partido que, según sus propias palabras, si quiere gravitar en serio en la vida pública debe estar a la altura de los tiempos que corren.

De esos ajetreos y desvelos nacerá el Partido Demócrata de Córdoba, una de las experiencias más interesantes de la política cordobesa y nacional. Un partido conservador, liberal y de tono progresista. Con algunos vicios y picardías, pero con virtudes y logros que no se pueden desconocer. En ese partido se forja una dirigencia que hoy los cordobeses recuerdan con orgullo: Emilio Olmos, Aguirre Cámara, José Mercado, el propio Julito Roca, por mencionar a los más destacados. Liberales progresistas y conservadores. Todo junto y funcionando. La propia Reforma Universitaria de 1918 cuenta con los aportes de los jóvenes Demócratas, algunos de los cuales, como Valdés y Suárez Pintos fueron firmantes del Manifiesto Liminar. Aquella noche de agosto de 1918, cuando un grupo de muchachos derriba la estatua de Rafael García, de alguna manera le están rindiendo un tácito homenaje a don Ramón, quien debió soportar que esa excelsa mediocridad que era García rechazara su tesis de grado.

Dos veces gobernador

En las elecciones celebradas a fines de 1912, Cárcano fue elegido gobernador de la provincia de Córdoba. No sólo ha retornado a la política, sino que el retorno lo hace derrotando a una UCR que entonces se consideraba invencible. Tres años después, el radical Eufrasio Loza será electo gobernador, porque para estos conservadores la alternancia era una realidad deseable. “Si hay que perder se pierde”, dice Ramón y le entrega el poder a su rival. En la ceremonia de sucesión le dice en voz alta a Loza para que oigan todos los presentes: “Habéis triunfado como candidato, os falta triunfar como gobernantes”. Cárcano se retira del salón con estas palabras dirigidas a sus correligionarios: “No digo hasta siempre, digo hasta mañana”.

No se equivocaba. En 1925, se va a dar el gusto de ser elegido otra vez gobernador en elecciones en las que no van a faltar trifulcas, balaceras y algunas urnas dadas vueltas. Como buen conservador, en 1930 se suma a la conspiración golpista contra Yrigoyen, decisión de la que luego -dicen sus íntimos- se arrepentiría. Durante la presidencia de Justo se desempeñará como titular del Consejo Nacional de Educación. Y a partir de 1933 será embajador en Brasil.

Anda por cerca de los ochenta años, pero sigue haciendo política y escribiendo. También conversando con los amigos, evocando tiempos viejos y siguiendo paso a paso los avatares de la política. En esta última etapa de su vida escribe su célebre libro “Mis primeros ochenta años”. Vale la pena leerlo. Mejor dicho, debe ser leído. Es un libro para disfrutar; el libro escrito por un hombre que vivió intensamente su tiempo, que estuvo en todas, en las buenas y en las malas y que siempre se hizo cargo de sus decisiones.

Ramón José Cárcano murió el 3 de junio de 1946. Un día antes de la asunción de Juan Domingo Perón a la presidencia de la Nación. Con su muerte, finalizaba un ciclo histórico y se iniciaba otro. Para bien o para mal.

De esos ajetreos y desvelos nacerá el Partido Demócrata de Córdoba, una de las experiencias más interesantes de la política cordobesa y nacional. Un partido conservador, liberal y de tono progresista.

Liberales progresistas y conservadores. Todo junto y funcionando. La propia Reforma Universitaria de 1918 cuenta con los aportes de los jóvenes demócratas.