Semblanza

Lula da Silva, héroe y villano de Brasil

Por Isaac Risco (DPA)

Para sus seguidores sigue siendo el mejor presidente de la historia de Brasil, pero Luiz Inácio Lula da Silva está también rodeado de sospechas de corrupción desde hace tiempo.

Nadie refleja hoy tan bien el drama político en el que se encuentra el gigante sudamericano como el exitoso jefe de Estado entre 2003 y 2010: el principal artífice del despegue económico brasileño en la década pasada está a un paso de acabar en la cárcel o de volver a la presidencia, esto último en caso de ser absuelto en un proceso que polariza las opiniones de sus compatriotas.

Cuando este miércoles afronte en Porto Alegre el juicio que puede confirmar una condena a nueve años y medio de prisión emitida el año pasado, Lula sigue siendo el claro favorito para ganar las elecciones de octubre, con un 36 por ciento de los apoyos.

Al mismo tiempo, un 39 por ciento de los votantes lo rechaza, según los más recientes sondeos de la encuestadora Datafolha publicados en diciembre. Sus seguidores provienen sobre todo de las clases más necesitadas, que lo juzgan por los emblemáticos programas sociales de sus años de gobierno como ‘Fome zero‘ (‘Hambre cero‘), que sacaron a millones de brasileños de la pobreza.

Sus detractores, en cambio, lo acusan por los múltiples escándalos de una corrupción sistemática destapada en Brasil en los últimos años. Lo paradójico: muchos de esos críticos, consideran algunos observadores, salen de las nuevas clases medias que se beneficiaron del ascenso social de los años de Lula, y que no le perdonan ahora al mandatario su participación en las redes corruptas.

Lula está acusado en siete juicios de Lava Jato (Lavado de autos), la megacausa sobre corrupción política que reveló desde 2014 un enorme entramado de fraudes y de una forma de gobernar mezclando política y negocios en los años anteriores.

De orígenes humildes, el carismático Lula se convirtió en enero de 2003 en el primer presidente de origen obrero de Brasil. Al simbolismo se sumó luego el éxito real de gestión: durante los dos mandatos de Lula el gigante sudamericano se colocó entre las potencias mundiales gracias a un boom económico basado sobre todo en los altos precios del petróleo, mientras reducía la pobreza a un ritmo vertiginoso.

Con Lula, Brasil se afianzó en el grupo de las principales naciones industrializadas del mundo, el G20. “Es el político más popular de la Tierra”, decía en 2009 el estadounidense Barack Obama sobre el líder brasileño.

Nacido en 1945 en el seno de una familia pobre del noreste de Brasil, el futuro presidente emigró joven a Sao Paulo y empezó a trabajar en la metrópoli industrial como tornero en una fábrica. El joven operario se convirtió en Sao Paulo en uno de los líderes del pujante movimiento sindical que plantó cara a la dictadura militar (1964-1985). En 1980 fue uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores (PT), que habría de convertirse en las décadas siguientes en el partido de izquierda más grande de América Latina.

Lula fue electo presidente al cuarto intento tras varias candidaturas frustradas desde los años 80, cuando encandilaba a los trabajadores con su retórica y su carisma, pero asustaba a las clases más ricas por su agenda de izquierda.

El líder del PT, curtido en las virulentas luchas sindicalistas, sorprendió luego a todos cuando tendió la mano al empresariado para impulsar el crecimiento económico, mientras creaba al mismo tiempo sus programas sociales.

El “lulismo” ganó simpatizantes pronto en América Latina como alternativa de éxito a modelos de izquierda populistas como el liderado por Hugo Chávez en Venezuela.

Lula fue un hábil forjador de compromisos políticos que le permitieron sacar adelante su agenda progresista. Un maestro de la realpolitik, consideran sus simpatizantes.

Los pactos con el poder económico, sin embargo, condujeron en ojos de sus detractores también al contubernio. “Lula se corrompió y corrompió a la sociedad brasileña”, lo acusaba en 2015 Hélio Bicudo, uno de sus antiguos compañeros de batalla. El PT “pasó a ser un partido de los intereses de algunas personas que buscan el poder”, asegura Bicudo, cofundador del partido en 1980.

Lula, por su parte, acusa a sus adversarios de orquestar una “venganza política”. Los movimientos de izquierda ven en el juicio contra el ex presidente y en la controvertida destitución en 2016 de su sucesora, Dilma Rousseff, un contraataque de las antiguas élites conservadoras que perdieron poder durante los 13 años de gobierno del PT.

“No perdonan que un obrero haya llegado al poder”, clama el propio Lula. El desenlace de sus procesos judiciales y el propio juicio de la historia son aún inciertos.