Tribuna internacional
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En el Brasil, el tiempo no para
Susana E. Dalle Mura
“Nos tildan de ladrones, maricas, faloperos, / y ellos destruyeron un país entero, / porque así se roba más dinero.”
En América Latina este año hay varias elecciones presidenciales: México, Colombia y Brasil. En el caso brasileño, representaría el desenlace de la más profunda y prolongada crisis de toda su historia reciente. En 2014, la derecha brasileña derrotada por cuarta vez consecutiva por el voto popular, elige la vía del impeachment para destituir a Dilma Rousseff de su segundo mandato presidencial (2016) y accede así al poder negado en las urnas, logrando imponer el ajuste evitado en cuatro elecciones. La agenda de la derecha se centró en las denuncias de corrupción y en los problemas del modelo económico impuesto por el Partido de los Trabajadores (PT). Uno de los resultados de ese cambio de perspectiva fue el ascenso del apoyo a Lula para un tercer mandato para la presidencia y el desastroso índice de aprobación de todos los candidatos asociados al gobierno de Temer, acorralado por las denuncias de corrupción.
Las elecciones
El 2018 comienza con la continuidad de los procesos judiciales contra Luiz Inácio Lula da Silva, a quien tratan de excluir de la disputa electoral. El 24 de enero se dictará el fallo en segunda instancia, en Porto Alegre, de la primera condena. Hay planeadas grandes movilizaciones en todo el país para promover la precampaña electoral de Lula quien, aunque sea condenado, no será proscrito para su postulación a una tercera presidencia. Este año será una mezcla de batallas políticas y jurídicas. Será un año más de tensión entre la derecha y la izquierda de nuestro principal socio del Mercosur. El Brasil llegará a un desenlace definitivo de su crisis, con la pérdida de los derechos sociales conquistados en los 12 años del gobierno del PT. Además de la suspensión de una política exterior fundada en los intereses soberanos del país. Estas elecciones abrirán un nuevo ciclo democrático a la transición de Temer; recuperando por fin el pueblo nuevamente su capacidad de lucha con el retorno a las urnas y a la libre elección de un nuevo presidente y vicepresidente (2019-2022).
Semejanzas con diferencias
El sistema político brasileño, salvó por dos veces consecutivas al actual presidente de su destitución en 2017, para preservar la imagen internacional del país y no perder en menos de dos años a dos presidentes. Sin embargo, Temer está cada vez más comprometido como desprestigiado, sólo cuenta con un 3% de aprobación en la opinión pública. Logró la reforma laboral -en la práctica una dura flexibilización laboral- y la previsional quedó para después del carnaval. La Justicia brasileña suspendió el decreto firmado por el presidente, que autorizaba el proceso de privatización de la eléctrica estatal (Eletrobras), la mayor empresa de energía del país y el puntal del paquete de privatizaciones de su gobierno. En la Argentina, en cambio, el gobierno logró la reforma previsional en diciembre (situación ponderada por Temer) y dejó para más adelante la laboral.
En septiembre del año pasado, la Policía Federal brasileña encontró nueve maletas y siete cajas repletas de reales en un departamento en Salvador (Bahía) guardadas por el ex ministro Geddel Vieira Lima, antiguo y cercano colaborador de Michel Temer y también de los ex presidentes Lula y Dilma. Vieira Lima es sindicado como uno de los artífices del impeachment contra la ex presidente Rousseff; actualmente está detenido, con prisión domiciliaria, acusado de intentar obstruir a la Justicia por supuestos desvíos de dinero público. De ahora en más por ese hallazgo, es y será conocido como el “valijero” de Temer y de su “tesoro escondido”. El monto encontrado asciende al valor de unos dieciséis millones de dólares y se necesitaron horas para contarlo. Es necesario destacar que el dinero estaba en reales por lo cual es evidente que confían en su moneda nacional. Además, hay varios empresarios presos por causas de corrupción, cuyo máximo exponente es Marcelo Odebrecht, condenado a 19 años de cárcel, ahora con prisión domiciliaria. En el Brasil tienen la delación premiada que funciona para persuadir la confesión de ilícitos. Por el contrario, en nuestras valijas lopezianas, la regla era la moneda extranjera y nuestra corrupción aún no salpica como debiera al sector empresarial ni contamos con premio para los delatores. Por ello, el Brasil solicitó a EE.UU. que no revele datos del Caso Odebrecht a la Argentina; ellos alegan que el gobierno no cuenta con un marco legal para cumplir con el acuerdo de una delación premiada.
Lula versus Moro
Para completar el panorama político, el ex dos veces presidente Lula da Silva, fue condenado a 9 años y medio de prisión por corrupción y lavado de dinero, en una de las sentencias más impactantes de la Operación Lava Jato. Lula permanecerá en libertad mientras el fallo no sea confirmado en una segunda instancia pero pone en riesgo su candidatura para un tercer mandato. Lula en su defensa mediática por esa condena denuncia la existencia de una “República de Curitiba” (capital del Estado de Paraná de donde es juez Sergio Moro, autor de la sentencia condenatoria); de una campaña de desprestigio y de la destrucción de la democracia en el Brasil. Según Lula todo esto es una caza de brujas y, por el momento el líder del Partido de los Trabajadores (PT), cuenta con la mayor intención de voto para las elecciones presidenciales de 2018, aunque se cree que si no queda inhabilitado para presentarse, es probable que perdiera en una segunda vuelta electoral.
Recientemente fue de nuevo denunciado ante la Justicia, esta vez bajo los cargos de corrupción pasiva y activa, durante su mandato (2003-2010). La nueva acusación contra el líder del PT (Partido de los Trabajadores) la formuló la fiscalía del Distrito Federal de Brasilia, al considerar que Lula aceptó extender beneficios fiscales al sector automovilístico a cambio de un pago de 1.940.000 dólares por parte de dos montadoras, según uno de los más prestigiosos diarios brasileños: la Folha de SÆo Paulo. Por otra parte, el juez Sergio Moro comienza también a ser una figura discutida, despierta grandes amores y profundos odios, ante una eventual proyección política con potencial, piensan algunos, de llegar hasta la misma presidencia de la República Federativa del Brasil, situación por él mismo desmentida.
Lawfare
El estadounidense Charles Dunlap Jr. acuñó el neologismo “lawfare”, combinando dos palabras: law (ley) y warfare (guerra). El profesor de la Duke University School of Law, definió ese nuevo concepto como “el uso de la ley como arma de guerra”. La utilización del aparato judicial como “arma para destruir a la política y a los líderes opositores”. En el caso brasileño tiene particularidades especiales por las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre. El establishment necesita impedir la candidatura de Lula por la vía judicial, dicen sus partidarios ciegos ante las evidencias que lo comprometen. El primer paso fue la condena de Lula, el 12 de julio pasado por el juez Moro, en el marco de la megacausa Lava Jato. La decisión del tribunal de apelación en cuanto a esta sentencia podría dejarlo fuera de la contienda electoral por una ley llamada Ficha Limpia; ella impide ser candidatos a los condenados con una sentencia firme. El Tribunal Regional Federal de Porto Alegre ahora tiene la palabra final sobre este tema. Es así que líderes políticos, intelectuales, académicos del Brasil y el mundo, emitieron un documento titulado: “Elección sin Lula es fraude”. La novela brasileña continúa, no sabiendo a ciencia cierta si Lula, uno de sus principales protagonistas, podrá ser candidato a una tercera presidencia; recordando al compositor brasileño Cazuza, se demuestra con claridad que el arte siempre copia de la realidad. Por eso comparto otros fragmentos además del citado en el comienzo de su tema “El tiempo no para”:
“Si tu cabeza está llena de ratas. / Si te compraste las acciones de esta farsa / y el tiempo no para.
Las noches de frío es mejor no nacer, / en las de calor se elige: matar o morir / y así nos hacemos ¡Brasileños! / Yo veo el futuro repetir el pasado, / veo un museo de grandes novedades / y el tiempo no para, no para.”
El sistema político brasileño salvó por dos veces consecutivas al actual presidente de su destitución en 2017, para preservar la imagen internacional del país y no perder en menos de dos años a dos presidentes.
Lula permanecerá en libertad mientras el fallo no sea confirmado en una segunda instancia pero pone en riesgo su candidatura para un tercer mandato.