Lo que dejó la Superfinal entre River y Boca...

¿Dónde quedó la belleza del juego?

Los fines le han ganado a los medios y que si los dos equipos que se enfrentaron en Mendoza son los dos más grandes del país, es que el fútbol argentino, ahora sí, está “herido de muerte”.

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El festejo de los jugadores de River. Lo dijo Gallardo después del partido, ironizando sobre lo mal que estaba jugando su equipo. Ganó una final y contra Boca. “Salvó el semestre”, pero está en deuda con su fútbol.

 

Rubén Rossi (*)

Más allá del triunfo de River Plate sobre Boca Juniors y de la obtención de esta Supercopa que obtuvo el club de Núñez, a nadie parece ocurrírsele preguntar: ¿dónde quedó la belleza del juego?

Lo de este miércoles en Mendoza dejó bien en claro que los fines le han ganado por goleada a los medios y que si ambos equipos son los dos “más grandes” de nuestra Superliga, es que el fútbol argentino, ahora sí, está “herido de muerte”.

Por encima de la alegría y la felicidad de los hinchas de River y de la amargura y la tristeza de los de Boca por la derrota, el partido que pudo observar el resto de “los neutrales”, que paradójicamente son la mayoría, fue lamentable. Este miércoles, el “juego con su bella eficacia faltó a la cita”.

Me pregunto sin ninguna petulancia: todo aquello que hizo emocionalmente bello a este juego, ¿adónde está?, ¿dónde quedaron la gambeta, el caño, la pared?, ¿quién nos robó el engaño, el cambio de ritmo, la tenencia?, ¿dónde perdimos la magia, el talento y la aventura?.

A fuerza de tanto miserable con un micrófono en la mano o sentado en un panel (¡¡con las excepciones, que la hay y muy valiosas por supuesto!!), nos quieren hacer creer, tratando de justificar lo injustificable, que el miércoles “la táctica le ganó al fútbol”, disfrazando con descarado eufemismo lo que en mi barrio los mayores, esos que tenían cultura futbolística en la sangre, hubieran dicho: “¡Qué partido horrible terminamos de ver!”.

A estas alturas y salvo a los hinchas de ambos equipos, ¿a quién en todo el mundo le importa realmente el resultado deportivo del miércoles?, lo que sí es muy importante es que le mostramos descaradamente a todo ese mundo, que de esa genética que -gracias a tantos jugadores argentinos- hizo grande a este deporte ya no queda nada.

Esta “maldita modernidad del subdesarrollo” nuestra, que se va devorando sin escrúpulos todo a su paso, sólo va dejando una estela de “ganadores” y “perdedores”, “éxitos” y “fracasos”, “debe” y “haber”, y se van igualando a vara rasa a “los mejores con los peores”, “los sabios con los ignorantes”, “lo interesante con lo importante”.

No obstante -y a fuerza de ser sincero-, creo que la utilidad en el fútbol es primordial; lo es porque en este deporte, como casi en todos, hay un propósito cardinal: ganar. Aquél a quien no le importe ganar es un mal jugador, un mal entrenador, un mal hincha. Y precisamente porque el fútbol no se juega sólo por jugar, sino para ganar, conviene descartar lo inservible, lo poco práctico, lo improductivo, lo ineficiente, lo que “no sirve para ganar”...

Gran enigma del fútbol si los hay, a menudo, lo provechoso y lo conveniente es lo que retrasa la concreción del gol, jugando un pase atrás para ganar unos metros hacia adelante, utilizando una pausa para acelerar una jugada haciendo circular con criterio la pelota dejando en evidencia que para quién sabe jugar de verdad, la línea recta es el camino más largo para llegar al arco rival en las mejores condiciones, aquietando la acción en la tenencia hasta que aparezca la jugada, defendiendo los espacios en unos momentos para atacarlos en otros, etcétera.

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La desazón de Pablo Pérez, fiel reflejo de lo que significó este partido para Boca. Fotos: Efe

Sin embargo, cuando un equipo sólo se defiende, renunciando a jugar como si la pelota le quemara a sus jugadores, tirándola constantemente arriba para ver si algún delantero, valiéndose de la diosa fortuna, logra convertir un gol que le dé la victoria, por ahí logra su objetivo supremo, ganó, pero a pesar de obtener su objetivo, le faltó algo, quedó en deuda consigo mismo, le faltó la belleza, pues el fútbol, como la vida misma, encierra una aspiración estética.

Entre dos cosas igualmente útiles, preferimos la más bella, y a menudo, preferimos la más bella aunque sea menos útil. También en el fútbol consentimos una gambeta fea aunque sea útil, pero en realidad, si pudiéramos elegir, siempre preferiríamos la gambeta bella, burlona, pícara, limpia y elegante, e incluso en ocasiones preferimos una gambeta bella o una jugada extraordinaria (como aquella de Pelé ante el arquero uruguayo en el Mundial 70, cuando dejó pasar la pelota con un amague magistral) aunque no termine en éxito, simplemente porque nos conmovió y nos hizo emocionar, nada más y nada menos.

Un golazo es casi invariablemente aquél de bella factura, una buena jugada es una jugada bonita, un buen juego es, la mayoría de las veces, un juego que despierta nuestro sentido estético, que da gusto ver, que se disfruta realmente, porque sin dudas se puede vivir sin belleza, pero no se puede ser feliz sin ella.

Y todo esto que he expuesto, el miércoles en “el partido del siglo” estuvo ausente, faltó sin aviso, se perdió en la nada... Y quiero dejar muy en claro que no estoy denostando este nuevo logro de River Plate, sólo estoy exponiendo lo que sentí como un “simple amante” del buen fútbol, que soy, como ese “ciudadano del potrero”, que se quedó allá en “la canchita del Puente” en mi Barranquitas natal, cuando esa tardecita volviendo a mi casa con mis amigos del barrio, después de una dura derrota contra los “de la avenida”, volvíamos gritando con un alto sentido ético y estético: “Ganamos, perdimos... Al baile se lo dimos”.

(*) Campeón mundial juvenil en Japón ‘79. Ex director deportivo de inferiores en Unión, Colón y River, entre otros clubes.