Su muerte duele y el fútbol sigue de luto...

Houseman, aquel “Loco” de medias bajas y gambeta

Su pensamiento, su relación de padre a hijo con Menotti, su bronca eterna con Passarella, sus anécdotas y su devoción por Perón. Alguien que de la villa, supo derramar sonrisas en todo el pueblo argentino.

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El “Loco” Houseman o “Hueso”, como también le decían, en la visión de nuestro dibujante Lucas Cejas.

 

Redacción de El Litoral

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La muerte de René Houseman caló hondo en todo el mundo del fútbol. Si bien la mejor parte de su carrera la desarrolló en Huracán, su idolatría no tuvo colores ni banderas. Inclusive, desde todo el mundo llegaron mensajes de reconocimiento para alguien que, en sus tiempos de jugador, era comparado con Corbatta y con Garrincha, entre otros.

Houseman fue, además, alguien que se llenó de anécdotas, algunas de ellas muy risueñas e increíbles para estos tiempos, como por ejemplo haber admitido que un día le hizo un gol al Pato Fillol jugando el partido totalmente “borracho”.

“Espíritu libre y valores sencillos, acaso su mejor partido en Huracán tuvo lugar en 1976, en el equipo que dirigía Miguel Ángel Juárez y que perdió el título con Boca en la tarde acuosa del Monumental en la que Jorge Benítez clavó un zapatazo de 40 metros. En mayo, en el Viejo Gasómetro, ante el eterno rival, San Lorenzo, René fue director de orquesta y marcó dos de los tres goles; una actuación que mereció el 10 de todos los comentaristas. Sin embargo, no lo disfrutó; a los 20 minutos, había chocado con el arquero local Agustín Irusta, que debió salir en camilla. Mientras sus compañeros celebraban el triunfo, el ídolo se marchaba rumbo al sanatorio preocupado por la salud de su colega... Con Houseman se va parte del candor que redimió al fútbol de su costado más oscura. Con René se extingue una cuota de alegría, pinceladas de gambeta exquisita que hicieron del juego un arte auténticamente popular”, escribió el periodista Pablo Vignone en su artículo en La Nación.

Roberto Perfumo solía decir que el “Hueso” era lo más parecido que había visto al primer Maradona. Y no fue el único en establecer la comparación. El propio Menotti reveló hace un tiempo que Diego, mientras él lo dirigía, le aseguró en una charla: “Dicen que yo soy el mejor, pero éste es el mejor”. La referencia era por el escurridizo delantero que comenzó en Defensores de Belgrano y además jugó en River, Independiente, Colo Colo de Chile, AmaZulu de Sudáfrica, antes de retirarse en Excursionistas, donde jugó apenas una vez.

Entre los mejores goles de su carrera, hay uno que le hace a Colón en 1981 cuando jugaba para River. Casualmente, fue el único que convirtió con la camiseta millonaria, pero apiló a dos o tres jugadores sabaleros antes de definir con un remate que se metió en el ángulo.

La revista El Gráfico, en sus tradicionales entrevistas 100x100, le hizo contar y decir a Houseman cosas muy jugosas que quedarán grabadas para siempre. Aquí, algunas de aquéllas 100 respuestas del hombre que se fue dejando una imagen imborrable para todo el fútbol argentino.

—¿Quién tuvo la culpa del fracaso en Francia 98?

—Passarella. No sabe dirigir ni parar a los jugadores en la cancha. El tipo ése no sabe nada de fútbol.

—¿Qué pensaste cuando obligó a los jugadores a cortarse el pelo?

—Que era un pelotudo. Cuando Passarella jugaba era un asqueroso y ahora se hace el fino con lo del pelito corto. Dejame de joder. Ponía mierda en los picaportes, era un hijo de puta. Ese tipo no existe.

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El inolvidable Huracán de 1973 de César Luis Menotti. De pie: Buglione, Chabay, Russo, Basile, Roganti y Carrascosa. Agachados: Houseman, Brindisi, Avallay, Babington y Larrosa. Esa foto está sacada en la cancha de Rosario Central, el día que Huracán le ganó 5 a 0. Houseman fue la figura e hizo dos goles esa tarde. Foto: Archivo El Litoral

—¿Nunca volviste a hablar con él?

—No, ni me interesa. Cuando más lo necesité no me ayudó. Una vez le pedí algo de guita para el entierro de mi madre. Pero no supo tirarme un centro pasado y me dio la espalda en uno de los momentos más jodidos de mi vida.

—¿La tarde de tu despedida fue “el día perfecto”?

—Sí, no podía pedir más. Me emocionó ver la cancha llena, no lo esperaba. Encontrarme con compañeros que no veía hacía muchos años me puso muy contento. Fue uno de mis días más felices.

—¿Quién esperabas que fuera y faltó?

—El más grande. No sé por qué no fue. Yo lo quiero mucho a Diego, pero me defraudó. Habrá tenido sus razones...

—¿Quién fue el que mejor te marcó?

—El Conejo Tarantini. Me sacaba del partido con el chamuyo. Era terrible. Me decía un montón de cosas, yo me volvía loco y me iba para la otra punta porque no me lo bancaba.

—¿Cómo fue jugar en Sudáfrica?

—Muy lindo, aprendí mucho. Quedé fascinado con los negros. Una de las cosas que me volvió loco fue el fútbol femenino. Ver jugar a las minas fue algo espectacular.

—¿Pero qué cosas aprendiste?

—Algunos secretos del inglés, sobre todo tres frases: “One wine, one beer y one scotch” (un vino, una cerveza y un whisky).

—¿Qué significó Menotti para vos?

—Todo. Me dio confianza y la posibilidad de jugar en la Selección. Pero más que nada me dio cariño. Fue un padre para mí.

—¿Cuántas veces tuvo que ir a buscarte a los partidos de la villa?

—Una sola. Yo estaba sentado en el banco. Se acercó y me dijo: “Houseman, ¿qué hace acá?”. Yo le contesté: “¿Qué quiere que haga? Mire cómo la mueve el wing nuestro”. Claro, en la villa yo iba al banco porque al otro día tenía que jugar en Huracán. Era consciente, mirá vos...

—De todos los trabajos que tuviste, ¿cuál fue el que menos te gustó?

—¿El que menos me gustó? En realidad, lo que nunca me gustó fue trabajar, así de simple. Laburé de todo: fui sodero, cadete de farmacia, carnicero, verdulero. Lo que más me gustó fue el trabajo en la carnicería. Ahora soy un experto cortando carne.

—¿Por qué, cuando terminó el Mundial 78, pediste disculpas por tu actuación?

—Porque sentía que había defraudado a la gente. No jugué como esperaban. El problema es que estaba demasiado entrenado. Pizzarotti nos mataba. Pensaba que si entrenábamos más íbamos a rendir mejor. Y era al revés. Por lo menos conmigo.

—¿Qué sabías de lo que estaba pasando en el país en ese momento?

—No sabíamos nada, yo no tenía ni idea.

—¿Qué opinás de Videla?

—Una mancha negra para el gobierno.

—¿Llegaste a saludarlo?

—Sí. Y hoy estoy arrepentido.

—¿Te sorprendió lo fácil que se le dio a Argentina el famoso 6-0 con Perú?

—De raro no hubo nada, por lo menos nosotros no nos enteramos. Igual, ellos a los 15 minutos pegaron un tiro en el palo. Y después Argentina apretó el acelerador. Como hicimos seis podríamos haberles metido quince. Perú no se dejó pasar por encima; nosotros los pasamos por arriba.

—¿Por qué fracasó la Selección del 74?

—Porque fueron muchas figuritas a mostrarse para que los vieran en Europa.

—¿A quiénes te referís?

—No, ni en pedo te doy los nombres.

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De pie, Avallay y Brindisi. Sentado, Babington. De rodillas, Houseman y Larrosa. Puro fútbol. Foto: Archivo El Litoral

—¿Tu peor momento en el fútbol?

—Cuando estuve en River, sin dudas. Me faltó suerte y también continuidad. No me pude adaptar al equipo y me tuve que ir. Una lástima.

—¿Qué sentiste el día que murió Perón?

—Una tremenda tristeza. Me acuerdo de que me largué a llorar. Lo viví a la distancia porque estaba con la Selección en Alemania, disputando el Mundial. En ese momento me quería volver, pero todavía nos faltaba un partido y nos tuvimos que quedar.

—¿Lo llegaste a conocer en persona?

—Sí, en la Quinta de Olivos, cuando fuimos con Huracán a retirar un premio que nos entregó él personalmente. Me dio la mano y me dijo: “Usted es el famoso Houseman...”.

—¿Cómo era la vida en la villa del Bajo Belgrano?

—Vivir ahí fue lo mejor que me pasó. En ningún lado estaba tan tranquilo como en la villa. Yo era un pibe feliz al que no le faltaba nada. Me pasaba el día entero pateando contra el paredón.

—¿Es verdad que en la villa te decían “cerdo” porque te gustaba jugar en el barro?

—Sí, me decían cerdo, pero no por el barro sino porque era un sucio... No me bañaba nunca, sólo cuando llovía. Si había jabón, mejor; si no, como venía.

—¿Hay caretas en el fútbol?

—Hay bastantes, cada vez son más. Tipos que se mandaron flor de cagadas y después la van de inocentes. Está lleno. También está lleno de cagones, pero no me preguntes nombres, porque tampoco voy a dar.

—¿A qué le tenés miedo?

—Tengo miedo de morirme. Estoy con problemas, dolores estomacales... No sé si es cáncer o qué. Los médicos no me dicen nada. Pero yo la paso mal, aparte mi viejo y mi vieja murieron de cáncer. Hace bastante que estoy con este miedo.

—¿Cómo te recuperaste de la bebida?

—Estuve internado 22 días en el Hospital Durand. Me llevó mi hermana. Yo pensaba que iba a estar un rato y después me volvía. ¡Pero estuve tres semanas! Me asusté y dije: no tomo más. Si no hubiera estado internado, por ahí hoy seguía chupando...

—¿Qué cosas te quitó el alcohol?

—Muchas. En lo futbolístico, las piernas. Hubiese jugado muchos años más. Y en lo personal me perdí la oportunidad de ver crecer a mis hijos. Decí que me interné, sino hubiera seguido chupando como un loco.

—La verdad: ¿cuántas veces jugaste borracho, borracho?

—Una sola, contra River, por el Metro 77. Me fui a la madrugada de la concentración al cumpleaños de mi hijo y volví borracho a las 11 de la mañana. ¿Y qué querés? Había baile y a mí me encantaba. Cuando aparecí los dirigentes no querían que jugara, pero yo les dije: “Esperen que me duermo una siesta y después vemos”. Me dormí dos horitas, salí a la cancha, metí el gol, pedí el cambio y me fui a dormir. No daba más. Perdimos 2-1.

—¿Creés que en estos tiempos algún jugador se animaría a salir a la cancha en ese estado?

—No, ahora la tele está más encima del jugador. Pero a mí me ayudó estar en pedo para hacerle ese gol a Fillol. No sé bien por qué, pero me sirvió.

—¿Es cierto que en Huracán te hacías el lesionado para poder dormir una siesta y dejarle el lugar a los suplentes?

—Para dormir, no. Lo hacía para que los otros muchachos jugaran y cobraran el premio. Yo con los pibes era bueno, así podían juntar unos pesos. Pero, ojo, nadie lo sabía. Era algo mío.

—¿Ya no existe el amor a la camiseta?

—No, ahora existen el amor al bolsillo y a los billetes.

—¿Qué pasó en 1980 cuando una mujer te acusó por violación?

—No pasó nada, todo mentira. Me comí el garrón de tener que pagarle un montón de guita a una cualquiera. Fue sólo para sacarme plata.

—¿Alguna vez te ofrecieron plata para ir a menos?

—Jamás. Siempre me dieron guita para ir a más.

—Cuando llegues al cielo y te encuentres con el Barbudo, ¿qué te va a decir?

—Nooo, olvidate. Me saca a patadas en el culo. ¿Qué querés? Con las cosas que hice en la tierra...

 
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“Yo fui amigo del verdadero René Houseman y disfruté de su fútbol. Descansá en paz, Loco”

Diego Armando Maradona

Ex futbolista