LLEGAN CARTAS
Jardines de infantes: espacios para los primeros encuentros
SUSANA ALASSIO DE GAINZA
A partir del día del primer encuentro entre familias y docentes, los niños y niñas se convierten en el centro de las miradas y preocupaciones de quien los recibe para cumplir con la misión que su vocación les ha señalado: educarlos.
Mirarlos jugar, escucharlos hablar, reír, llorar... les significa día a día debatirse entre todas las prescripciones provenientes de proyectos políticos y de sus propias ideas, convicciones, situadas en el contexto configurado por la diversidad de factores que hacen evidente una sociedad escindida en su nivel de conciencia. En la que la infancia es víctima de conflictos de toda índole, donde están los que la contienen y cuidan amorosamente y los que la usan para delinquir, concretar sus impulsos espurios, obtener beneficios económicos propios, convirtiéndola en el sector más desprotegido de la sociedad y objeto del poder de las instituciones y organismos vinculados con la educación. Es evidente, además, que todo lo que se informa y divulga a través de los medios o en las protestas callejeras constituyen mensajes que explícitamente muchas veces se transforman en perturbadores e irracionales análisis que invalidan la posibilidad de liderar colectivamente un movimiento social que también legitime “luchar pacíficamente por el desarrollo humano partiendo de la educación, y la utopía inspire la política y al optimismo pedagógico. Rompa las normativas homogeneizantes y toda forma que subordinen los proyectos a variables económicas y a las leyes del mercado, haciendo real, concreta, la política en la que todos queden incluidos con sus formas de pensar la vida, estimulando la imagen ética con imaginación y respeto por los semejantes.
La palabra educación se repite en diversos ámbitos, pero no surgen estrategias que realmente la conviertan en el alimento básico junto a la salud, a la nutrición infantil, a la posibilidad de jugar y recibir todo cuanto necesita la infancia para su desarrollo socioemocional.
Sin dudas, el docente está frente a una maraña que le demanda agudizar conocimientos para comprender la dinámica de los cambios connotados por los avances científicos y tecnológicos y todos los hechos y circunstancias que vive la sociedad, con el riesgo de someterse a la incertidumbre y a la frustración, nublando la visión esperanzada que por tradición siempre tuvieron.
Pero allí están reconocidos socialmente por su energía moral, por estimular en sus alumnos y alumnas el potencial creativo que los prepare para la vida donde la democracia, la libertad, la solidaridad, la justicia se construyan con el sustento de los valores que orientan el desarrollo humano. Amparadas por lo que no deben olvidar: las leyes como la primera promulgada en el país por el Senado de la provincia de Santa Fe, la Nº 10.411, vigente y reglamentada bajo el decreto 4.340/90, con las modificaciones normativamente realizadas, en atención a las realidades que sucedieron, y la Ley 10.459/89, dos leyes creadas en una etapa de verdaderos cambios, a partir de la gestión política de la Dirección del Nivel Inicial, que con fuerza moral, coraje y compromiso profesional, consideró a todos los docentes, los verdaderos artífices de ese cambio, enfrentando todas las limitaciones que por motivos de lo que se denominó racionalización económica se les imponen.
Celebrar el Día de los Jardines de Infantes debiera convertirse en un grito de esperanza, que involucre a toda la sociedad en una mirada dirigida a rescatar los valores que dignifiquen a todos los habitantes de nuestro país.
(En justo reconocimiento a todas las “jardineras” que se inspiraron en la vida y obra de quien les señaló el camino: Rosario Vera Peñaloza. Al celebrarse el Día Nacional de los Jardines de Infantes y el Día de la Maestra Jardinera, el 28 de mayo pasado.




