Mano a mano con Ricardo Julio Villa en Rusia

“Si se para Messi, se para Argentina”

El campeón del mundo en 1978 dijo que lo único prestigioso que tiene el fútbol argentino “son los jugadores” y que “se juega como se vive en la Argentina, porque es un país que nos enseñó a especular y a pensar en el hoy, en el día a día, sin pensar en el futuro”.

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Julio Ricardo Villa, un jugador que cuando pasó de Atlético Tucumán a Racing se convirtió en un pase récord para el fútbol argentino. Racing pagó 260.000 dólares por su pase. “En ese entonces, era una fortuna en nuestro país”, comentó.

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a San Petersburgo, Rusia)

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Se calmaron las emociones, se recuperan las gargantas que se vulneraron ante el grito angustiante de esa victoria que desató una euforia pocas veces vista. La plaza central de esta ciudad, justamente en la que se encuentra el famoso Museo del Hermitage, ese lugar histórico que se ha convertido en un verdadero centro cultural del mundo entero y en el que se atesoran tantas obras de arte, es el corazón de una ciudad que se ha convertido en un destino imprescindible para los amantes del arte y la cultura.

Y sin dudas que el fútbol también lo es, forma parte de ese acervo y por algo en San Petersburgo se decidió construir el mejor estadio de esta copa del mundo. El mejor dentro de un conjunto de grandes estadios que, indudablemente, marcan una total diferencia con todo lo que se haya visto hasta ahora.

Pero volvamos a nuestras emociones. Indescriptibles si valoramos esa movilización humana histórica que se vio en esta ciudad. Parecían calles de acceso al Monumental las que permitían el acceso al majestuoso escenario de un partido que por muchas razones será difícil de olvidar. Sobre todo por estas emociones que intentamos describir dentro de las limitaciones que uno siempre expone cuando se trata de hacerlo con el corazón y no con la razón. Porque si hubo algo que estuvo por encima de todo, fue eso. La actitud que desde adentro y desde afuera se le puso al cuadro de situación negativo que se vivía, para que Argentina sea hoy uno de los protagonistas de los octavos de final.

Julio Ricardo Villa, hace 40 años, vivía este mismo proceso. Primero fue Quilmes, luego Atlético Tucumán, posteriormente una transferencia récord a Racing, la partida al fútbol inglés en tiempos en que ningún argentino iba a jugar a Inglaterra (fue tres veces campeón con el Tottenham Hotspur y marcó el gol más notable del siglo en Wembley) y la Selección Argentina, obvio: Menotti lo llevó en tiempos en que el fútbol argentino estaba “minado” de números “10”.

—¿Costaba mucho imponerse en aquel momento?

—Había muchos jugadores de calidad. Hoy parece que si paramos a Messi, paramos a Argentina. En mis tiempos, había cuatro o cinco en cada equipo que jugaban y bien. El fútbol y la sociedad cambiaron y no fue para bien. El fútbol involucionó en la calidad en el campo de juego, no en infraestructura. Todavía seguimos pensando que es el deporte más popular, y lo es, pero ya no tiene ese nivel de atracción y esas ganas de ver fútbol que despertaba antes el interés del espectador.

—Alonso, Bochini, Valencia, Maradona, Kempes, que también jugaba de “10”, y muchos otros que me cansaría de nombrar. ¿Por qué Menotti lo eligió a usted?

—Para jugar en la Selección, había que ser distinto. Después de Maradona, el mejor era Alonso. No te olvides de Babington, otro gran “10”. Lo que pasa es que antes se jugaba. Ahora se habla mucho de táctica y estrategia y no del juego en sí.

—Pero a veces, esa misma táctica y estrategia puede ser beneficiosa y potenciar al jugador, ¿no le parece?

—Sí, puede ser, pero el que termina definiendo adentro de la cancha es el jugador. Siempre es el jugador. Sudamérica ha perdido creatividad y eso era nuestra identidad futbolística. A nosotros nos gustaría participar en algún debate para que podamos recuperar esa idea que siempre nos identificó. Jugamos como los europeos y eso no puede ser.

—Y lo que es peor es que los europeos se han “sudamericanizado”...

—En mi época decían que éramos lentos y que teníamos que ser rápidos como los europeos. Y no es así. Correr es una parte del fútbol. Si vos tenés orden y disciplina, ya está. Pero en los últimos 30 metros de la cancha prevalece el que juega bien, el que tiene técnica.

—¿La tenemos en la Selección?

—Con Messi, sólo con Messi.

—Se viene Francia, rival al que ustedes enfrentaron y le ganaron en el 78, en un Mundial en el que se toparon con potencias. Y estaba Perú, con un partido del que tanto se ha hablado...

—Y se seguirá hablando... Todos tienen alguna pregunta que hacer de ese partido... Yo rescato siempre al futbolista. Si hubo algo raro, no lo sé. Creería que no. Todos sospechan que hubo un arreglo y yo lo defiendo al futbolista. Estábamos muy asustados antes del partido porque teníamos que ganar 4 a 0. Lo que sabíamos era que los peruanos no se preocupan mucho por defender, son parecidos a los brasileños. Si en lugar de Perú, estaba Uruguay, nosotros no jugábamos la final.

—¿Qué decían entre ustedes antes del partido?

—Que había que terminar 2 a 0 el primer tiempo. Y estábamos asustados, no lo veíamos posible o por lo menos fácil... Pero bueno, en Argentina estamos todos sospechados de corrupción y a mí me molesta bastante eso.

—¿Cómo fue que aparecieron con Ardiles en Inglaterra?

—Jamás lo pensé. Justo se estaba abriendo el mercado inglés en ese tiempo. No tuvimos otras opciones y fue una decisión de ojos cerrados, que fue muy buena. Y te digo algo más: yo jugué al fútbol profesional porque jugué ahí, ¿se entiende?. Ahí me trataron como un verdadero profesional. Inglaterra tiene una liga de prestigio, Argentina no... Parecíamos monitos con Osvaldo, porque el técnico nos hacía señales con las manos para decirnos adónde teníamos que jugar y qué hacer, y nosotros también le respondíamos así...

—¿Por qué?

—Porque lo único prestigioso de nuestro país son los jugadores, todo lo que está detrás del futbolista no es de lo mejor.

—¿Por qué no lo consiguió Grondona a eso que usted dice, estando en el más alto nivel del fútbol mundial?

—Sólo te digo que los políticos y los dirigentes están totalmente desprestigiados en nuestro país. Si Julio Grondona no se fue con prestigio, por algo fue. Se lo dije a Chiqui Tapia en varias ocasiones. “Chiqui, andate con prestigio, hacé las cosas bien, es la única fórmula”, le dije.

—Me gustaría conocer su opinión sobre el VAR, que estuvo a punto de condenarnos en el partido con Nigeria. ¿Qué opina?

—No me gusta. El fútbol tiene que convivir con el error y la interpretación del árbitro y sólo usar la tecnología para decidir si fue gol o no. Las imperfecciones en el fútbol existen, producen polémicas y nos acostumbramos a eso.

—¿Se juega como se vive en la Argentina?

—Este país nos ha enseñado a especular, a vivir el hoy sin pensar en el futuro y eso se ve en el fútbol. No todos son campeones, los demás pueden y deben trabajar para ser campeones algún día.

—Fíjese Ricardo que esta generación de jugadores, que casi se queda afuera de todo en este Mundial, tiene tres segundos puestos en cuatro años y muchos la tildan de perdedores...

—Ser subcampeón en un torneo de 32 equipos es un halago. Todo el mundo prefiere ganar, pero hay que valorar los segundos puestos. Lo que pasa es que venimos de tres segundos puestos y es lógico y normal que la gente quiera salir primera.

—¿Es un camino complicado?

—Es complicado, por supuesto, pero siempre creo en el temple y la reacción que tiene el jugador argentino cada vez que tiene que jugar bajo presión. Lo demostró el martes.

DIARIO DE VIAJE

Enrique Cruz

(Enviado Especial a Rusia)

Perder la billetera es un doble problema. No me pasó a mí, lo aclaro. Sí a un compañero y en la calle. Doble problema porque uno es la pérdida en sí (sobre todo tarjetas, documentos) y el otro es no saber qué hacer en un país en el que no se entiende “ni una goma”.

No sé cómo terminamos en un destacamento policial en la estación de trenes de San Petersburgo. Pasamos varias oficinas y dependencias con cierto temor a que realmente, y por fin, se “dieran cuenta” y no nos dejaran salir. El último en atendernos fue un grandote de 2 metros y 100 kilos de puro músculo, quien con pistola en mano nos dijo que dejáramos un teléfono por si algo aparecía. “Macanudo”, dijimos, y nos fuimos.

Al abandonar el apartamento en el que pasamos nuestras horas en la extremadamente bella San Petersburgo, la ciudad que no tiene noche y que la denominan “la Venecia rusa”, la dueña hizo que puntualmente a las 20.30 dejemos el lugar. Rápidamente guardamos las pocas pertenencias, mientras ella miraba atentamente y lo único entendible que decía era “Messi, Messi” e hicimos un vistazo rápido por si nos olvidábamos de algo. En una intrincada mezcla de ruso e inglés, la dueña preguntó: “¿no se olvidan nada?”. Y el compañero, muy suelto de cuerpo y parado en la puerta de salida esperando el final de la revisión, exclamó: “¡Sí, mi billetera!”.