Guillermo Blanco y el recuerdo de aquel primer encuentro de Maradona y Pelé en Copacabana

“Apareció Pelé y el primer abrazo no fue a Diego sino a ‘Chitoro’”

Fue agente de prensa de Diego cuando jugaba en Barcelona y en Nápoles. Habla de todo, tiene una postura crítica hacia Bilardo y dice que “lo de Menotti fue maravilloso y único. La única forma de avanzar es volviendo hacia atrás” y lo explica. “El día que le ganamos a Nigeria estaban todos los dirigentes a los abrazos, cuando perdimos con Croacia no vi a ninguno”, dice este hombre que recuerda una famosa foto de Telch con Luque antes de la final del Nacional de 1979.

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“A las 3 de la mañana siguiente del partido con Nigeria en el 94, Signorini me llamó y me preguntó cuándo daban a conocer el resultado del control antidoping. Ahí tuve la primicia de que era Maradona”, cuenta Blanco a El Litoral.

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Nizhny Novgorod, Rusia)

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“¿Vos sos de Santa Fe?, hace poco estuve ahí, en la UNL. Me llevaron para dar una charla con mis grandes amigos Rubén Rossi y Fernando Signorini. También fue Héctor Chavero, un sobrino nieto de Atahualpa Yupanqui, que trabajó con Rinus Michels y está increíblemente desperdiciado en la Argentina”. Así arranca la charla con Guillermo Blanco. Y nos muestra fotos inéditas de los tiempos en los cuales trabajó con Maradona, allá por los 80 y cuando Diego jugaba en Barcelona y en Nápoles. Se le iluminan los ojos con aquellos recuerdos y siente que en Maradona todavía habita, internamente, el “Pelusa” que él conoció desde que empezó a jugar desde muy chiquito en Argentinos Juniors, cuando recién se le empezaba a abrir el cascarón de la vida. La charla duró un rato largo, como para amenizar esos 450 kilómetros entre Nizhny y Moscú en tren. “Tenés para escribir un libro con todo lo que me preguntaste”, me dice al final. Y claro, son esas charlas que solas te van llevando a un larga duración que, cuando no cansa ni aburre, es porque está bueno.

—¿Hacia dónde va el fútbol argentino, Guillermo?

—No sé hacia donde va. El único camino que veo es el de volver para atrás, en el buen sentido. Volver a las fuentes. A experimentar lo que alguna vez fuimos. Ahora, si se quiere o no, sinceramente no lo sé.

—¿Habla de algo así como revalorizar y actualizar aquello que hizo Menotti en el 74, cuando el fútbol argentino era pura desorganización?

—Algo así. Lo de Menotti fue maravilloso y único en la historia del fútbol argentino, pero no se aprovechó en las bases, salvo cuando volvimos a creer con Pekerman. Tengo la impresión de que desde el 90 en adelante fueron todos manotazos de ahogado. Grondona lo manejó bien porque su gobierno era unipersonal y tenía mucho poder interno y externo en Fifa. Pero la realidad es que después del 82 se produjo un anti-menottismo desmedido, rayano en lo personal y eso hizo que se jugara otro fútbol que no tuvo nada que ver con el que él pregonó.

—¿Habla así porque es amigo de Menotti?

—No, hablo así porque es lo que pienso. Respecto de tu pregunta, podría decir que sí, que me siento amigo de Menotti y eso me enorgullece.

—¿Y cómo vivió y qué piensa de aquella antinomia Menotti-Bilardo, que fue la más famosa de la historia del fútbol argentino?

—Que nació de nuestro oficio, el de periodistas. Y que si el problema fuese de gustos de juego, no me preocuparía. Pero acá una de las partes fue hasta límites casi antiéticos y eso va en contra del verdadero sentido de este juego. Te lo explico mejor: si un chico ve que su entrenador lleva un bidón con algo que le va a hacer mal a un rival o ve por televisión que le dice a su jugador, como pasó cuando dirigía en Sevilla, que no le dé agua al rival porque es su enemigo, o juega en un equipo como el de Estudiantes, que todo lo bueno que hizo lo destruyó como un castillo de naipes, heroico en lo futbolístico y elastizando el reglamento de tal forma que terminaron escupiendo para arriba, me parece que me eximo de otros comentarios.

—Recién lo mencionó a Grondona, ¿hay un caos dirigencial desde su muerte?

—Cuando se desarma un edificio y no se construye otro, pasa esto. Estamos viviendo un tiempo de confusión a niveles generales. Fijate que cuando el país estaba mal, el fútbol estaba bien. A Menotti lo llevó Bracutto en democracia y luego vinieron momentos duros del país, pero el fútbol, gracias a Menotti, escapaba de esa regla. La confusión actual es grande y va de la mano de la crisis dirigencial a nivel general que hay en el país. Contrataron a un entrenador y no saben de qué manera pagar su rescisión, y yo me pregunto, ¿no tienen el suficiente conocimiento empresarial como para darse cuenta de que no se puede hacer un contrato impagable? Pasa lo mismo que en los clubes, que firman contratos espectaculares y juegan al “paga Dios”. En los clubes, las dirigencias dejan mucho que desear. Y como ya lo dijo Menotti, cuando la pelota salta de la cancha a los escritorios, se produce un desfasaje. El negocio se desmadró de tal manera, que el fútbol está dibujado para ser un negocio para las grandes corporaciones.

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Blanco junto a Maradona. Tuvieron una relación de amistad y trabajo desde los tiempos en que Diego jugaba en Argentinos Juniors. Fue su agente de prensa cuando estuvo en Barcelona y en Nápoles.

—¿Cómo jugamos nosotros en ese contexto?

—Los jugadores ya no tienen la misma sensibilidad que había antes, les falta ese sentido de pertenencia y repercute negativamente. No me gusta el fútbol de Uruguay pero no puedo dejar de elogiar lo que hizo Tabárez, formando un grupo humano que demuestra cohesión y defensa de ese pueblo chico, en el buen sentido, que es Uruguay. Nosotros no sabemos a qué jugamos y no encuentro apoyatura real de la dirigencia. Y te cuento algo: vi salir dirigentes de todos lados para abrazarse después del partido con Nigeria, pero no vi a nadie después de Croacia, desaparecieron todos. ¿Qué es esto?

—Entonces, el jugador, ¿qué es?, ¿víctima o victimario?

—Víctima. Ya le pasaba a Diego y te lo cuento porque lo vi y viví desde adentro. Maradona tuvo hepatitis cuando llegó a Barcelona y luego tuvo la desgracia de la fractura de Goicoechea, el 24 de septiembre de 1983 en el Camp Nou, pero se le exigía más porque era el que ganaba más. Le pagaban lo que querían pagarle, para tenerlo, y después le exigían en forma desmedida.

—¿Usted vio en carne propia aquello que se dice que es difícil ser Maradona?

—Difícil no, es imposible ser Maradona. A los 10 años, él iba por la villa de tierra, cascotes y vidrios y jugaba a gambetearlos. Un día se le ocurrió hacer un barrilete y le puso Maradona, salió corriendo y el barrilete remontó vuelo. El “Pelusa”, como le decían en la villa, se quedó ahí en la tierra, pero el barrilete remontó vuelo, no bajó nunca más. Y ahí anda.

—¿Cómo era un día de Diego?, ¿cómo lo contenían?

—En la casa era truco, tango y risas. Era un chico cándido, la familia le decía “Pelusa”... Él mismo se decía “Pelu”. Hace poco, cuando un tarado salió a decir que había muerto, escuché un audio en las redes de la hermana diciendo “quedate tranquilo que el Pelu está bien”. Ese es Diego, al que todavía lo llaman Pelusa. El día del velorio del padre fuimos con mi hermano del alma, Fernando Signorini, a verlo. Eran como las 3 de la mañana y me quedé mirándolo y me di cuenta de que el Maradona que veía no era él, sino que el verdadero “Pelusa” estaba adentro, que a veces puede salir y a veces no.

—¿Cuál fue el día más feliz y el más triste con Maradona?

—El más triste fue cuando lo quebraron, sin dudas. Si bien Diego lloraba mucho siempre, porque era su manera de expresarse, el llanto de ese día era otra cosa. Me acuerdo que Migueli se acercó y le dijo “me quebró, me quebró”. Y días felices hubo varios, pero me acuerdo cuando en enero del 79 se estaba por jugar el Sudamericano juvenil y Atlántida me mandó a hacerle una nota a Uruguay. El padre estaba jugando al fútbol y en un momento dado, Diego, riéndose, me dice: “Mirá mi papá, parece una milanesa”. Y es porque “Chitoro”, el padre, se revolcaba y se le pegaba la arena. Estaba feliz porque el padre visitaba el mar por primera vez... Me quedo con ese Diego, con el que remontaba el barrilete.

—¿Le cree cuando dice que quiere ser entrenador de la Selección otra vez?

—Seguro... Si él pudiese volver a jugar, lo haría, pero no puede. Maradona es un hombre que sabe mucho de fútbol, pero está claro que sus otros problemas lo llevaron a limitaciones que no son por falta de capacidad.

—¿Qué recuerdos tiene de Santa Fe?

—Ufff, dejame pensar porque es la primera vez que me hacen esta pregunta... ¡Luque!... Luque que, de grande, llegó a la Selección. El esfuerzo de Luque es el esfuerzo del santafesino. También mi gran amistad con Rubén Rossi o con el Gringo Sperandío... Y recuerdo una nota que se hizo en Coronda, cuando juntamos a Telch y a Luque. Unión le había ganado a Atlético Tucumán y River a Central, entonces buscamos un punto de encuentro porque habían clasificado finalistas del Nacional de 1979. Participamos varios de esa nota, algunos que estábamos en Rosario cubriendo a River y otros que venían de Santa Fe con Telch.

—Cuénteme cómo se le ocurrió llevarlo a Maradona a conocerlo a Pelé...

—Mirá lo que son los tiempos y la locura. En el 81, Boca jugó un cuadrangular en Costa de Marfil con Maradona y fui el único periodista que lo acompañó. El técnico de Boca era Marzolini, pero justo se enfermó y viajó Yiyo Carniglia. ¡Costa de Marfil!... El encuentro con Pelé fue una idea de Diego. Un día me llamó y me dijo que quería conocer a Pelé. Me acuerdo que volví a El Gráfico y la planteé. Estuvimos dos meses trabajando esa nota hasta que un 9 de abril, después de un partido de Argentinos Juniors con Huracán en Parque Patricios, tomamos un avión en secreto junto a “Chitoro”, su papá, y Jorge Cyszterpiller. Llegamos a Río de Janeiro, piso 16 de un departamento en Copacabana, a verlo a Pelé. Toda una proeza porque lo sacamos a Diego del país sin que nadie lo vea ni sepa.

—¿Y entonces?

—Tuvimos que esperarlo porque estaba durmiendo y a eso de las 12 se abrió la puerta. Y ahí se produjo algo raro y fue una de esas cosas increíbles. Lo raro fue un abrazo, pero no de Pelé con Diego. Estaba Ricardo Alfieri, que era amigo de Pelé y eso también había ayudado. Pelé aparece en el living, abre los brazos y abraza al padre de Diego, no a Diego. ¿Sabés qué le dijo? “Hola, papá”, no me olvido más.

—Recién mencionó el año 1979. ¿Por qué la gente se acuerda todavía de ese equipo campeón del mundo juvenil?

—Porque se sentía identificada con el fútbol que jugaban esos pibes. Si un político se le ocurre hablar a las 4 de la mañana no se va a levantar nadie para escucharlo, pero a estos chicos se levantaban todos para verlos aunque después pateaban ojeras durante el día. Ese equipo tuvo identificación con la gente, no como el del 90. En el 90 fuimos subcampeones del mundo, pero no creo que la gente lo recuerde.

 
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Guillermo Blanco junto al enviado de El Litoral, viajando en tren desde Nizhny hasta Moscú luego de la semifinal entre Francia y Uruguay. Una larga charla que acortó el viaje entre conceptos, recuerdos y anécdotas de un trotamundos.

Tuvo la primicia del doping de Maradona

Sábado 25 de junio de 1994. Estadio Foxboro de Boston. Mundial de Estados Unidos. Argentina 2 - Nigeria 1. Final del partido y la famosa entrada de una médica al campo de juego para buscar a Maradona. Diego, feliz por otra actuación deslumbrante, la toma de la mano y se dirige con ella hacia el vestuario. Entró para llevárselo derecho al antidoping. Empezó a escribirse, en ese momento, el final de la película que tranquilamente podría titularse: “Me cortaron las piernas”.

“Fue una contradicción que tuve como periodista”, cuenta Guillermo Blanco. “Era una noticia que no podía dar por una cuestión ética. Una de esas cosas para las que no hay un libro que te diga cómo hay que actuar. Yo estuve trabajando mucho tiempo con Diego e hice una gran amistad con Fernando Signorini. Al día siguiente de ese partido, tipo 3 de la mañana, me llama Fernando y me pregunta muy preocupado cuándo se dan a conocer los doping. Estaba cantado que era Diego y no Vázquez como se dijo en un primer momento. No podía decirlo de ninguna manera porque no podía traicionar al amigo que me lo contó”, dice Blanco.

“Eso sí, me empecé a preparar para contarlo. Recuerdo que veo algunos movimientos en la sala de prensa y ahí nomás llamo a Télam. El que me tomó la información no quería darla porque decía que no era seguro. Entonces agarré y le ordené, escribila de esta manera. Pero no terminó ahí, porque a las pocas horas me entero, en un hotel de una cadena importante a nivel mundial, que además iba a ser excluido del Mundial. Volví a tomar un teléfono y se dio la misma situación, pero esta vez no dudaron. Y así tuve la doble primicia: el doping y su exclusión del Mundial”.