Lo que quedará tras el júbilo por el gran evento
Lo que quedará tras el júbilo por el gran evento
¿Qué será de Rusia cuando pase el Mundial?
El país entero se contagió de la pasión que despierta este deporte en los hinchas que se acercaron de a miles durante este mes. Además, la histórica actuación de la Selección local ayudó a sumarle patriotismo a ese sentir. Después, quedarán estadios vanguardistas y mejoras en la infraestructura de algunas ciudades. Pero el contexto político se mantendrá inalterable.

La alegría de la gente tras un festejo de su selección y los militares custodiando las calles. Un reflejo de lo que fue Rusia en el Mundial.
Redacción de El Litoral
DPA
La mano derecha sube a la frente para el saludo militar. El bíceps del atacante ruso Artem Dzyuba se tensa de manera impresionante mientras está parado sobre el césped del estadio y saluda de alegría por su gol. Dzyuba pudo festejar tres veces durante el Mundial. Tras su tanto en octavos de final contra España, su gesto militar se volvió de culto.
Ésta es una de esas imágenes que quedarán como simbólicas del exitoso Mundial que Rusia ofreció como anfitriona. Es una imagen que pega bien en los hinchas patrióticos de la Sbornaya, en el entrenador Stanislav Cherchesov y en la elite del poder en Rusia.
La Federación Internacional de Fútbol Asociado (Fifa) y funcionarios rusos querían celebrar el mejor Mundial de la historia. Deportivamente, Rusia llegó muy lejos. Por primera vez desde 1970, la Sbornaya logró alcanzar los cuartos de final. Hasta ahí llegó, pero ya la emoción recorrió todo el país.
Si la alegría por el torneo era algo recatada entre los rusos en los días previos al Mundial, el ambiente se fue transformando en jubiloso con las primeras victorias. Y se vio alentado aún más por el colorido carnaval de los hinchas extranjeros.
Casi de la noche a la mañana, el escepticismo con respecto a la propia selección se volvió admiración, manifestada en los gritos de “Rossiya, Rossiya”, las fiestas en las calles y las caravanas de coches.
“Pusimos al país patas arriba. Eso nos alegra”, dijo Cherchesov. “No me esperaba que el país se viera envuelto en un ambiente así”, festejó Alexei Sorokin, director general del comité organizador.
Casi nadie habrá observado ese patriotismo deportivo con mayor satisfacción que el presidente Vladimir Putin. El mandatario ruso quería una fiesta del entendimiento entre los pueblos, para mostrarle al mundo lo buenos anfitriones y adorables que son los rusos. La potente actuación de la Sbornaya, con la que no contaban ni siquiera los estrategas del Kremlin, le otorgó a su proyecto aún más sabor.
“Rusia vuelve a ser alguien”, podría resumirse. Políticamente, la potencia atómica, con poder de veto en el Consejo de la ONU, es a más tardar desde la intervención de 2015 en la guerra de Siria otra vez uno de los grandes actores del escenario mundial. Ahora, Rusia patea bien arriba también en el fútbol.
Y eso que el júbilo de los rusos parece forzado para algunos observadores. “Hoy, somos todos hinchas de fútbol”, dijo Aliona, de 27 años, con la bandera rusa pintada en la mejilla, durante los festejos en Moscú. Hasta ahora, a la joven no le interesaba el fútbol. El diario The Moscow Times encontró una explicación: “A los rusos no les interesa el fútbol, pero aman las victorias”.
Así, el Mundial logró ocultar algunos aspectos oscuros. El cineasta ucraniano Oleg Senzov está preso desde 2014 por supuestos planes terroristas y desde hace semanas está en huelga de hambre para reclamar la liberación de los prisioneros ucranianos. En la prensa de Moscú, apenas se habló del tema.
A la sombra del Mundial, el gobierno anunció un drástico aumento en la edad de jubilación. Hubo protestas fuera de los estadios, pero el debate se perdió en el patriotismo mundialista apolítico. El enfado podría descargarse más adelante. Según las encuestas, los valores de popularidad de Putin cayeron.
¿Qué quedará? Estadios caros, de los cuales la mayoría seguramente no se llenarán en los partidos de la liga rusa; infraestructura que mejorará la calidad de vida en algunas ciudades y una Sbornaya que disfrutará un poco del éxito antes de que los críticos vuelvan al ataque.
El experto Andrei Kolesnikov del Centro Carnegie de Moscú cree que el Mundial no tendrá un efecto político a largo plazo. “Esto es sólo fútbol. No aporta pensamiento democrático”, dijo a DPA. “Éste es el país que inventó el pueblo Potemkin”, señaló, en referencia a la historia según la cual en Rusia se escondían casas en ruinas detrás de hermosas fachadas ante la mirada de los soberanos.
Aun cuando los extranjeros hayan tenido una impresión positiva, los rusos no serán más libres por el Mundial, ni la Policía más amable, opinó. Al final, todos volverán a su realidad, “en medio de otro mandato de Putin”.
En el escenario internacional, según los expertos, serán las mismas disputas las que marcarán la tensa relación con Occidente: la anexión de Crimea, el conflicto en Ucrania, la injerencia en las elecciones de Estados Unidos. Esa realidad alcanzará a Putin más rápido de lo que él desea.
El lunes, un día después de la final del Mundial, se reunirá con el presidente estadounidense, Donald Trump, en Helsinki. “Como herramienta para modificar la opinión de Occidente, el Mundial no era lo más apropiado ya desde un principio”, aseguró Kolesnikov.