Martín “Capocha” Crocce

Un artista con agujas

  • Con más de 25 años en el oficio Capocha, es uno de los precursores en el arte de los tatuajes en nuestra ciudad.
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“Esto es un oficio, por lo que no se estudia ni se va a una escuela de tatuadores. Así que la mejor forma de aprender esta actividad es siendo aprendiz de un tatuador”, asegura Crocce. Foto: Gentileza Martín “Capocha” Crocce

 

Lisandro Plank

Cuando hablamos de tatuajes, es inevitable imaginarnos el advenimiento del mundo moderno, con su impronta contracultural y máquinas eléctricas; sin embargo, es evidente que el arte de dibujar la piel es una práctica milenaria y presente en diferentes culturas repartidas en todos los puntos del globo. De cualquier manera, a finales del siglo pasado, y de la mano del avance en cuestiones médicas y sobre todo con la implementación de tintas hipoalergénicas afloró nuevamente esta práctica, aunque quizás como parte de una actitud contestataria para con la sociedad. Actualmente, las modas y los medios masivos de comunicación, hicieron del tatuaje materia común en personas de todas las edades y género. Con una trayectoria de más de 25 años en el oficio, Martín Crocce, más conocido como “Capocha”, es uno de los pioneros en el arte de las agujas en nuestra ciudad. Con él dialogamos para desandar las claves de una práctica que, aunque vaya reformulando sus características e implicancias, forma parte de la cultura humana desde tiempos muy lejanos.

—¿Hace cuánto te dedicas a tatuar y cómo fueron tus primeros pasos en la actividad?

—Hace aproximadamente 25 años que estoy tatuando. Empecé en esto un poco como hobby sin intención de hacerlo mi trabajo. En mi adolescencia me gustaba la música punk y hardcore y también el dibujo. Hacía historietas y esas dos pasiones se mezclaron y confluyeron en esto. Por eso luego de ahorrar un tiempo viajé a Buenos Aires y conseguí comprar los materiales necesarios para empezar a tatuar. Empecé haciéndolo a amigos y conocidos y a mí mismo, con muchas ganas de aprender. Con el tiempo se fue transformando en mi trabajo. Tal es así que abrí el primer estudio de tatuajes de la ciudad (La Tribu) hace ya más de 23 años cuando todavía no estaba legislado ni reglamentado, creando así un precedente en Santa Fe.

—¿Cómo definirías el concepto de tatuaje?

—El tatuaje es un dibujo indeleble hecho con tintas en la piel, que se realiza con agujas y aunque en la actualidad este proceso es realizado mediante máquinas existe desde los comienzos de la humanidad.

—¿Qué recomendaciones o consejos le podés dar a alguien que quiere empezar en la actividad? ¿Y a los que quieren tatuarse?

—Esto es un oficio, por lo que no se estudia ni se va a una escuela de tatuadores. Así que la mejor forma de aprender esta actividad es siendo aprendiz de un tatuador. Si bien yo fui autodidacta (es porque en la ciudad no había quién tatúe) que alguien te enseñe y muestre lo necesario para este trabajo es la forma adecuada de adquirir conocimientos. También creo que es importante tener dedicación y respeto para saber que estamos trabajando en el cuerpo de una persona. Que lo que vos hagas quedará eternamente en la piel de alguien. Y para quienes se tatúan es imprescindible elegir el tatuador por su trabajo y sus referencias.

—¿Cuáles son las claves para realizarse un tatuaje?

—Lo principal es estar convencido de querer tatuarse y saber que lo que te hagas nunca más se irá. Por eso no hay que llevarse por modas. El tatuaje es muy personal y sólo importa estar seguro. Después me parece que es muy importante encontrar a la persona adecuada para realizarlo. Teniendo en cuenta esto, lo más probable es quedar conforme y satisfecho con el tatuaje. Además es necesario contemplar que tatuarse puede ser doloroso.

—¿Cuáles son las medidas de higiene necesarias para realizar un tatuaje de forma segura?

—Es imprescindible que quien lo haga tenga el conocimiento necesario y realice la práctica con material estéril y descartable (agujas, guantes, tinteros) y además que las tintas utilizadas sean hipoalergénicas. También es fundamental el proceso de curación del mismo. Que es realizado por la persona tatuada y lleva hasta una semana luego de realizado.

—¿Cuál es la actualidad de nuestra ciudad en cuanto a la oferta de tatuadores?

—La actualidad de nuestra ciudad con respecto al tatuaje es la misma que en el resto del mundo. Lo que antes era tabú, hoy pasó a ser moda. Todo el mundo quiere tatuarse y todo el mundo cree que se compra una máquina de tatuar y es un gran artista. En Santa Fe hay algunos colegas que son serios y confiables a los cuales respeto mucho.

Yo particularmente no creo que porque haya mucho de algo, necesariamente tenga que ser bueno. Hace 25 años era distinto, incluso a veces pienso que más auténtico. Pero es así, por ahí muchos lo ven como una salida laboral o algo snob y eso no está bueno.

—¿Creés entonces que lo que quizás comenzó como un tabú hoy está más naturalizado y presente en la sociedad?

—Lo que pasa con el arte del tatuaje es un poco contradictorio. Hay gente que te miraba mal hace algunos años por llevar el cuerpo tatuado, y hoy en día se tatúan porque se convirtió en algo masivo. Los jugadores de fútbol lo usan, los conductores de televisión, los cantantes de reggaeton. En definitiva, lo que antes era un estandarte de contracultura hoy es casi un accesorio más de moda para algunas personas.

—¿Podés nombrar algunos tatuajes que hiciste y que te hayan quedado en la memoria?

—Te puedo decir que si bien no he contabilizado los tatuajes que he hecho, creo haber realizado más de 30.000 en todos estos años de trabajo y en diferentes lugares, ya sea del país (en diferentes convenciones y estudios) y en Europa. Por eso la lista podría ser infinita; pero siempre para mí serán especiales los tatuajes que hice a mis seres queridos: ya sea a mi hija Pilar, a quien tatué por primera vez a sus 13 años. Y también es especial para mí el primer tatuaje que hice ya hace muchos años a mi esposa cuando todavía era mi novia y fue una mariposa.

—¿Cómo es la actualidad de tu oficio?

—Actualmente estoy trabajando en un estudio nuevo que está ubicado en barrio Candioti que abrí con mi hija Pilar Crocce, que tiene 22 años y ya varios de estar tatuando. Y con Bruno Trédici que es un artista y amigo que conozco de hace muchos años. Todo esto en un ámbito en el que damos prioridad total al tatuaje. En un estudio donde sólo se realizan tatuajes, y no está combinado con ninguna otra actividad. En el que recibimos colegas de otros lados y le ofrecemos a nuestros clientes calidad, seriedad, trayectoria y principalmente respeto por lo que hacemos. Por suerte la demanda de trabajo que tenemos es importante. Ya que hay gente que prioriza el producto por sobre otras cuestiones. El estudio se llama Alma & Corazón ya que considero es una buena definición de lo que sentimos por nuestro oficio. Con respecto a los precios varían con la complejidad del tatuaje a realizar. Que puede ser desde algo muy sencillo y pequeño a una pieza de mayor requerimiento artístico y tamaño, que no siempre puede ser terminada en una sesión y que va cobrándose por horas de trabajo.