Llegan cartas

En memoria del Padre de la Patria

MARGARITA GIORDANINO

margaritagiordanino @hotmail.com

Y cruzaron Los Andes “Divididos seremos esclavos. Unidos, estoy seguro, triunfaremos. Hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos toda obra con honor”, palabras del Gran Capitán en 1817. A 168 años de su paso a la inmortalidad, bueno resulta desempolvar, con respeto y unción, los ejemplos legados por este padre de la argentinidad, sus inmolaciones, su elevación moral en virtudes de humanidad, desinterés, heroicidad, altruismo, gallardía, decencia, sacrificios... haciendo del “ideario sanmartiniano” fuente de inspiración.

“No tengo más pretensiones que la felicidad de la patria” -le había escrito a Artigas-. Corría 1814 y con su hombro luxado en San Lorenzo, llegó a Mendoza para preparar un ejército e iniciar su obra libertadora.

Como gobernador de Cuyo impuso la vacuna antivariólica, fundó una biblioteca pública y el primer colegio secundario. Fomentó la industria y embelleció la ciudad. La población entregó riquezas, horas de trabajo y hombres para la acción. Las mujeres facilitaron joyas y bordaron, pacientemente, la bandera.

En enero de 1817 partieron desde El Plumerillo, con un ejército de 5.000 hombres, soldados, milicianos, ingenieros y baqueanos, 1.600 caballos, 10.600 mulas, reses, artillería, vituallas... Escasez o exceso de agua, temperaturas de 30º en el día, que descendían hasta -20º a la noche y asediados por el mal de montaña... Guiso “valdiviano” con charqui, grasa, sal, ají, cebolla cruda y aguardiente para el cansancio y el frío.

El cruce mostró genialidad, valentía, epopeya, generosidad, renuncias... Cuando se terminó de atravesar el colosal macizo los hombres debían estar listos para combatir. Se franquearon alturas de más de 5.000 metros y 241 km de ancho; el Libertador condujo el grueso por la escabrosa ruta de los Patos, en mulas y sobrevolando sus ancas: mariposas negras.

En la concatenación de sucesos, aparecen batallas libradas en Chile, entre ellas, en llanos de Chacabuco, la derrota en noche de Cancha Rayada; la de los Cerrillos del Maipo el 15/4/1818 que aseguró la independencia chilena; el sable corvo, testimonio y símbolo y la fuerza militar anfibia con que irrumpió en Lima y en histórica gesta unido a O’Higgins emancipó al Perú.

Recibió agradecimientos, admiración y dádivas, que su ser de patriota probo y su enorme modestia lo llevaron a renunciar y a suplicar que esos dineros se invirtiesen en bibliotecas y ayudas a escuelas. Al inaugurar una manifestó: “Los días de estreno de los establecimientos de educación son tan luctuosos para los tiranos, como plausibles para los amantes de la libertad”... Cuando se revelan casos de corrupción, ambición desmedida de riquezas, afán de vanagloria y altivez, él ofrece el ejemplo de una honestidad transparente. No sólo que no se apropió de dinero público, sino que llegó a renunciar al sueldo de General del Ejército mientras transitaba una enfermedad.

En su juventud, luego de sus estudios en el Real Seminario de Nobles de Madrid, adquiriendo experiencias y honrosas condecoraciones, su corazón, acerrojado al paisaje de esta tierra, lo regresa: “Vengo puramente a servir a mi Patria”, afirma con devoción.

Sus ansias de independencia adquirían fuerza y pasión. En Bs. As. estableció la Logia Lautaro” para “trabajar con sistema y plan”.

Con el Regimiento de Granaderos a Caballo y su triunfo en el Combate de San Lorenzo -3/2/1813- logró replegar las incursiones realistas que afligían al Litoral por el Paraná. La providencial acción del soldado, después sargento Juan Bautista Cabral, se inscribe con grandeza en la ilustre iconografía patriótica: herido de muerte antepuso su cuerpo a los bayonetazos que recibiría San Martín, caído e imposibilitado.

A los 34 años contrajo matrimonio con una joven de 14 años, María de los Remedios de Escalada. Cumplida su misión americanista vuelve al país, hay luchas fratricidas, se entera de la muerte de su esposa por tisis y para dedicarse al cuidado y formación de su hija parte a Europa, 1824, en voluntario exilio. Sus ¡te quiero! A Merceditas Tomasa hija única, nacida el 24 de agosto de 1816, quedaron en sus Máximas.

En Mendoza se celebra el Día del Padre el 24 de agosto en su honor, por Ley Pcial. 5.131. En París, con su salud quebrantada por el cólera y el reumatismo y ojos casi ciegos, envejecía en su casa de Grand Bourg.

En 1848, se mudan a una localidad pequeña de clima marítimo benigno. Con cabellos blanquecinos, voz inclinada al silencio y con el cariño de Merceditas, de Mariano Balcarce, yerno, de sus nietas María Mercedes y Josefa Dominga, y el respeto de cuantos lo conocían, a los 72 años, en Boulogne sur Mer, a las 3 de la tarde del 17 de agosto de 1850, entregó su alma al Creador.