Llegan cartas

Un país con buena gente

EDGARDO JAVIER YOST

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Quizás se trate de un hecho menor. Seguramente, en el día a día suceden cosas más importantes por las que vale la pena preocuparse o hacerse problemas. Pero no reparar en estas pequeñas cosas hace que el chiquitaje, en la sumatoria, se vuelva una bola de nieve. Hace un tiempo, salí de casa y me encontré con un vehículo estacionado con el motor encendido a las 6.40 de la mañana. Se escuchaba un ruido a cafetera que retumbaba en todas las ventanas de los departamentos. Es una realidad ver autos que duermen en la calle; también una práctica muy común dar arranque al motor y mantenerlo en marcha unos minutos “para dejar que se caliente”.

Por la zona en que vivo hay muchas reparticiones públicas, comercios, escuelas y oficinas de profesionales, por lo que conseguir un lugar para estacionar resulta tedioso. Pero lo extraño de todo esto es que este conductor una vez que llega y estaciona el auto se queda dentro del habitáculo con el motor encendido. A esa hora la gente duerme todavía. En el turno de las 8, con suerte recién se levantan. Hay gente mayor y en una de las viviendas habita una persona enferma.

Semanas atrás, le pedí por favor, de buena manera, que no dejara el motor encendido, por los ruidos molestos que ocasionaba, y le di los mismos argumentos detallados más arriba. Al acercarme al vehículo vi cómo bajaba el vidrio de la puerta del conductor. Luego cuando me presenté, para que no se asustase dando lugar a mi petitorio con razones justificadas, me levantó el cristal y lo único que me dijo era que quería escuchar la radio. A pocas palabras buen entendedor: me quiso ningunear o mandar vaya a saber a qué lugar de este mundo, continuando con su rutina.

Quiero ser bienintencionado y creer que lo que me estaba diciendo fue por desconocimiento: de que para escuchar radio necesitaba dejar el auto en marcha; pero todos sabemos que eso no es así, todo lo contrario, no necesariamente debe encontrarse el motor en marcha..., se puede escuchar la radio sin dar arranque al auto.

En el asiento del acompañante estaba sentado un menor, posiblemente su hijo, después pensándolo en frío lo que más me preocupó fue la enseñanza que le dejó a ese pibe, “los demás me importan un bledo”, “primero yo y después yo”, “cero respeto por los demás”.

Así estamos, así vivimos, en un país con buena gente.