De Oncativo a Paraguay
De Oncativo a Paraguay
Las nuevas reglas del juego mundial imponen replanteos de fondo a la dependencia de Argentina de la agroindustria como uno de los únicos sectores generadores de divisas.
Federico Aguer
“En 2038 Paraguay nos superará en su PBI por habitante”, disparó Mario Bragachini en su disertación del 2º Congreso Internacional de Extrusores realizado en la ciudad de Santa Fe. La frase, incómoda, fue usada por el especialista de INTA para concientizar a los presentes sobre el estancamiento de la economía nacional y el impacto que esto tiene en la pérdida de calidad de vida y el crecimiento de la pobreza. “Nos va como nos va porque importamos a 1.800 dólares en promedio por tonelada y exportamos por 550 dólares. Así no nos puede ir de otra manera”, agregó en referencia al déficit fiscal. “En los últimos 60 años no tuvimos un plan que conduzca los destinos del sistema productivo. Tampoco una ley de alquileres para optimizar el uso de la tierra, ni una ley de uso sustentable del suelo”. Ni una ley de semillas acorde a las necesidades de hoy. Y advirtió que de seguir con este ritmo de improvisación podemos quedar afuera del sistema productivo de alimentos, a raíz de esa falta de planificación y normativa. Nada menos.
Sin embargo, no todas son malas. Hay una visión de futuro para Argentina. Trabajando, proponiendo, actualizando conceptos y metas. El cambio debe pasar por empezar a pensarnos como productores de alimentos y no de materias primas a través del cambio de la matriz productiva.
La salida es la bioeconomía, un sistema basado en la biomasa. Circular y sostenible, adaptada a las nuevas reglas de juego: cambio climático, nuevas normas de producción, guerras comerciales, trazabilidad, bienestar animal, Agtech (las nuevas tecnologías para el agro, tales como la robótica, el internet de las cosas, los drones, sembradoras y cosechadoras robotizadas).
Según Bragachini, un kilo de salame de Oncativo vale más que un kilo de Audi. El valor agregado de los granos debe ser en origen. No nos podemos enorgullecer de ser el segundo exportador mundial de maíz. Debemos volcarlo a la producción de proteína en casa.
El desafío es grande, pero es el único camino. Cuanto antes lo entendamos, mejor.