La política en foco

Con el agua como bandera

Una vez más, los gobernadores de Santa Fe y Córdoba firmaron un compromiso para llevar agua del Paraná hacia el este cordobés. Escasos avances desde el acuerdo de 2011.

Mario Cáffaro

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El último martes, mientras en comisiones la Cámara de Diputados de la Nación juntaba las firmas para llevar al recinto al día siguiente el proyecto de ley de Presupuesto 2019, tres gobernadores se reunían en la Casa Gris para rubricar dos convenios entre Santa Fe y Córdoba: uno sobre límites y otro para llevar agua potable desde Coronda hasta San Francisco. Además de los firmantes, estaba el entrerriano Gustavo Bordet. En el acto, los tres mandatarios exaltaron y levantaron las banderas del federalismo y cuestionaron que las obras de infraestructura siempre recaigan sobre Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. Precisamente, los diputados allegados a Juan Schiaretti y a Bordet votaron a favor el presupuesto nacional mientras que Miguel Lifschitz se ha quedado sin un representante directo en el Congreso tras la ruptura del diálogo con Luis Contigiani, quien votó por el rechazo de la futura ley de leyes.

Al detenernos en el acto de Casa de Gobierno, pareció Schiaretti el ganador de la jornada. Se llevó el compromiso de Santa Fe de trabajar en la definición del proyecto del Acueducto Interprovincial para dotar de agua potable al este cordobés e incluso pensarlo para la capital de la provincia mediterránea. Lo admitió el propio mandatario: Córdoba tiene escasez de agua apta para el consumo humano y el panorama es desalentador a futuro. Es más, puso como fecha de las primeras licitaciones al mes de febrero, tomado con mucho escepticismo por funcionarios del Ministerio de Infraestructura. El loable objetivo es dotar de agua en una primera etapa a 53 localidades de ambas provincias, partiendo de una nueva toma que se construiría en jurisdicción de Coronda.

El acueducto Coronda es uno de los 12 planificados por la provincia de Santa Fe y que aún no está en marcha. Santa Fe lleva una década -en algunos casos a ritmo muy lento- con esta obra largamente postergada por sucesivos gobiernos. Para especialistas hídricos extranjeros es muy difícil entender cómo teniendo toda la costa santafesina servida por las aguas del río Paraná, haya zonas de la provincia sin agua potable. El propio Lifschitz lo dijo señalando que recién ahora Santo Tomé y San Lorenzo tienen servicios, después de décadas de mirar hacia otro lado.

En noviembre de 2011, los entonces gobernadores Hermes Binner y Schiaretti firmaron un compromiso para llevar agua potable al este cordobés. Siete años después se insiste en la obra aunque poco se ha avanzado. El acto tuvo mucho de improvisación y quizás de apuro político del cordobés que iría por un nuevo mandato. Es más: técnicos santafesinos quieren discutir si se debe hacer una nueva toma o bien ampliar la de Desvío Arijón a muy pocos kilómetros. Se informó que el proyecto tendría un costo de 460 millones de dólares, que ambas provincias saldrían a buscar financiamiento externo en forma conjunta y no dudaron ambos gobernadores en señalar que es posible lograrlo por el alto impacto que tendrá su realización. Se mencionó la posibilidad de constituir un ente interprovincial para ejecutar la obra y el seguimiento similar al del Túnel Subfluvial entre Santa Fe y Entre Ríos. Todo demasiado improvisado, demasiado voluntarismo.

Sin embargo, Lifschitz no dejó de mencionar los avances que hubo con Córdoba en cuestiones de aguas, especialmente por los desbordes de laguna La Picasa en el sur; la canalización del arroyo San Antonio que hace de límite durante muchos kilómetros y la obra del Vila - Cululú que empezaría a ejecutarse en pocas semanas. Así como Córdoba debe buscar soluciones a su falta de agua, Santa Fe debe encontrarlas para evitar los excesos hídricos provenientes de esa provincia y que tanto daño hicieron a cientos de productores de varios departamentos.

Mientras, tanto en el norte como en el oeste santafesino se espera un avance más rápido de obras del tendido de caños para llegar con agua potable a localidades que padecen su falta o no tienen la calidad adecuada pese a estar a menos de 200 kilómetros de uno de los ríos más caudalosos del continente.