Definiciones sobre los temas del momento

Aborto, relación Iglesia-Estado y ESI

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Vocación. “Recibí de mi familia valores importantísimos: el trabajo, la fidelidad y la honestidad, pero no la fe”.

Foto: Mauricio Garín.

 

N.L.

Durante la entrevista con El Litoral, el arzobispo respondió con firmeza sobre todos los temas coyunturales, como el debate por el aborto legal, seguro y gratuito; la relación de la Iglesia y el Estado; la educación sexual y el matrimonio igualitario.

—El proyecto de aborto legal, seguro y gratuito promete un nuevo debate el año próximo, ¿cuál es su rol?

—Cuando llegué a la diócesis, Mons. Arancedo había conformado un equipo por la vida, que es el sostén pastoral de ese tema. Me reuní con ellos, acompañamos a nuestra comunidad y he participado de alguna marcha porque creo que la democracia da esta posibilidad. No lo hice confesionalmente sino como un ciudadano que quería manifestarse. Siempre con mucho respeto, porque soy pastor de todos, no sólo de los católicos bautizados. No con la pretensión de entrometerme en su vida pero sí con la disponibilidad de estar abierto al diálogo y al servicio. Hay temas más sencillos de dialogar y otros en los que es más difícil llegar a un consenso, pero la madurez y el respeto evitan la agresión. El debate provocó una grieta y malestar pero no debemos tratarnos como enemigos.

—Lamentablemente, ello no ocurre, incluso acá, frente al Arzobispado, hubo violentos incidentes...

—Ése es el riesgo. Cuando un conflicto no se llega a solucionar con consenso y diálogo sino con la confrontación agresiva suele terminar en actitudes violentas de todas las partes. Por ello, ante la conflictividad siempre es mejor el diálogo, el consenso y la paz social, porque lo otro siempre deja heridas. Creo firmemente que el aborto nunca es una solución, sino un drama, que lo he palpado muchas veces como sacerdote, y hay que prevenirlo. Toda vida es un don de Dios y hay que ingeniárselas para protegerla. Las otras soluciones parecen prácticas y expeditivas, pero dejan profundas huellas.

—Usted en su momento hizo público su rechazo a la ley de matrimonio igualitario. Viéndolo a la distancia, ¿revisó su postura?

—No veo que haya cambiado nada. También a este tema lo trato con el mayor de los respetos. Para nosotros (la Iglesia) las cosas son como son: el matrimonio está definido desde la creación, como Dios lo ha querido. No creo que se pueda dar el mismo título con la misma entidad a otro tipo de unión. Pero creo que debemos ser muy respetuosos de la condición homosexual. A mí me gusta definir a la persona como persona amada por Dios y redimida por Jesucristo, y no por su condición, aunque el otro se defina. Partamos de lo que tenemos en común, luego podemos disentir, pero no hay que rotular.

—Los obispos decidieron renunciar en forma progresiva al aporte económico del Estado, ¿qué alcance tendrá esto?

—La decisión de renunciar a ese aporte económico da mayor transparencia. A veces, la prensa, por economizar palabras, dice “el sueldo de los obispos”. Nunca fue un sueldo, sino una asignación de la que el obispo libremente disponía. En su gran mayoría, era para sostener la curia, la educación de los seminaristas, obras de evangelización, para sostener la presencia en parroquias de frontera o en dificultad, con una función social, y no un sueldo a título personal, si bien nos lo daban a nuestro nombre. El Estado está para servir al bien común, pero hay otra dimensión que es la trascendente, para mí religiosa y para otro espiritual. Si el Estado se ocupa del fútbol como una dimensión lúdica también debe preocuparse de esto. Porque si no quiere decir que Dios no tiene más nada que ver en la sociedad, la cultura, ése es el riesgo. El Estado sigue obligado a sostener la dimensión espiritual y trascendente de la persona. No será económicamente, pero deberá ser de otra forma.

—En Santa Fe, hay comunidades educativas que rechazan la Educación Sexual Integral, tal como fue planteada...

—Primero, creo que la educación sexual es un bien. La Iglesia y la sociedad han ido tomando mayor conciencia de esto. Antes era un tema tabú. Quien recibe educación es libre y puede decidir. No hay que tener miedo a la educación sexual. Ocurre que la sexualidad es tan maravillosa que no se agota en sí misma, no es sólo prevenir enfermedades ni técnicas para prevenir embarazos. Nosotros insistimos en una educación sexual que no se agote en evitar los riesgos, sino que sea progresiva e interdisciplinar, que se tenga en cuenta la edad evolutiva y la afectividad. ¿Se puede dar todo a todos? No. La sexualidad se la desprestigia cuando se la quiere tratar tan livianamente. Es una obra de arte que Dios ha hecho en nosotros para expresar el amor, generar la vida y se puede vivir con mucha felicidad. Creo que la Iglesia en otro momento no ha sabido decirlo con las palabras apropiadas y se nos puso en el prejuicio que estamos “en contra de”. Pedimos que se pueda educar desde la libertad religiosa de las instituciones educativas y la libertad de conciencia, respetando a los padres. Si ellos eligen una escuela, ésta es subsidiaria, y deben ser respetados.

—Por último, este fin de año vuelven a aparecer fantasmas de conflicto social debido a la crisis económica que sufre la gente, ¿qué perciben ustedes en los barrios?

—Percibo lo que todos nos damos cuenta: una situación difícil. Cuesta vivir. No el costo económico, sino en tantos sentidos. Lo social es mucho más que lo económico. La inflación la sufren los que menos tienen, la falta de trabajo, de oportunidades, el recorte en todo, lo difícil que se torna llegar a fin de mes, es una realidad que todos sufrimos y palpamos. Allí, debemos apuntar nuestra preocupación como argentinos, creyentes o no. Por la gente que más sufre, debemos unirnos y dejar de lado las diferencias. De esto, se sale juntos. No se trata de ver quién va a vencer o sobrevivir sobre el cadáver del otro. De una crisis profunda se sale juntos. No hay secreto, esto es esfuerzo, unidad y solidaridad. Primero, de quien es responsable del bien común, todos los dirigentes. Debemos comprometernos. Todos debemos escuchar el grito de los que están sufriendo. Cada uno de acuerdo de su condición y su conciencia.

—Usted atravesó la crisis de 2001 en una Rosario “caliente”, ¿hay puntos de comparación con esta realidad?

—En Argentina las crisis son cíclicas, todas se parecen en algo y todas son distintas. Es simplista decir “es igual a...”. Creo que ésta es la que nos toca y es muy seria, no hay que minimizarla y la debemos enfrentar con mucha seriedad. La Iglesia aporta desde toda la asistencia social que podemos dar y la contención.