Confesiones detrás de las rejas
Facundo Castro: “No soy un monstruo”
Por primera vez habla uno de los protagonistas de la trágica revuelta en la cárcel de Las Flores. Se mostró arrepentido. Críticas al servicio penitenciario.
Confesiones detrás de las rejas
Facundo Castro: “No soy un monstruo”
Por primera vez habla uno de los protagonistas de la trágica revuelta en la cárcel de Las Flores. Se mostró arrepentido. Críticas al servicio penitenciario.

Agosto de 1999. “Lo del penal de Las Flores fue un intento de fuga, que derivó en un motín”, dijo Castro.
Foto: El Litoral
Danilo Chiapello
A 19 años y tres meses de aquella fatídica revuelta en el penal de Las Flores, uno de sus cabecillas rompió el silencio ante El Litoral
Facundo Castro sigue privado de su libertad aunque hoy su aspecto luce muy lejos de esas conocidas imágenes cargadas de violencia y que tanto lo incomodan.
Vestido de impecable saco, Castro recibió a este periodista en su nuevo lugar de detención, donde purga una causa por amenazas y por incumplimiento de un arresto domiciliario.
De arranque se mostró molesto por el trato que los medios de comunicación dan a su caso.
“Noto algo muy perjudicial, sobre todo con las imágenes. Creo que se está haciendo un uso negativo. Han pasado casi 20 años y todavía siguen con lo pasó aquella vez en la cárcel de Las Flores..., que el motín y todo eso. Además aclaro que fue un intento de fuga que luego derivó en un motín”, dijo Castro.
“Yo quería hablar más que nada para el hombre común. El que sale de su casa, va al trabajo y regresa al hogar. Pero que cuando vuelve prende la televisión o abre el diario y me ve a mí, en una foto de hace 20 años, con un rehén y todo eso. Entonces ese hombre piensa ‘uh... mirá qué asesino, qué delincuente’. Y eso no fue así.
Me molesta todo eso por el tema de la reinserción social. Porque si esas imágenes me van a perseguir de por vida, es lo mismo que me hubiesen matado. No puede ser que yo hoy, ya tengo 40 años, y ¿dónde voy a pedir un trabajo?, se preguntó.
La muerte del guardiacárcel
—A vos te molestan esas fotos, pero lo que pasó en Las Flores fue muy grave. Murió el guardiacárcel Marcos Sánchez.
—Se me tilda como el asesino de un guardiacárcel y eso es incorrecto, porque yo fui declarado constitucionalmente inocente por aquel hecho. Pueden revisar el fallo. Entonces hay un agravio en contra mío desde ese punto de vista.
Yo no maté al guardiacárcel. Y en caso de que haya sido, estuve 20 años preso. ¿Qué es lo que quieren? Me hubiesen condenado a la silla eléctrica o ahorcado en una plaza y listo. ¿Hasta cuándo me van a perseguir con eso? Yo no soy ningún monstruo.
—¿Reconocés que vos y (“Cepillo”) Salinas fueron los cabecillas de aquella revuelta?
—Sí claro, eso fue así. Fue la causa y hace dos años se cerró. Yo fui declarado inocente. Entonces la prensa no puede llamarme asesino. A partir de ese episodio (de Las Flores) a mí se me derivó a una cárcel modelo que habían inaugurado ese año como la más segura de Sudamérica. Se llama Unidad 29 de La Plata.
Allí estuve 4 años viendo a mi familia detrás de un vidrio. Estaba 23 horas por día encerrado en un calabozo y 1 hora tenía de patio. La vez que mi familia podía ir, me veían detrás de un vidrio y sólo una hora. Podíamos hablar a través de un teléfono. Yo pensé que eso era sólo en las películas...
Los 50 traslados
“Cuando salí de esa cárcel en el 2003, empecé a dar vueltas por el Servicio Penitenciario Bonaerense. Bueno, allí tengo más de 50 traslados haciendo imposible una reinserción. Me tenían una semana o dos y me volvían a trasladar.
Sólo por dar algunos ejemplos: estuve en la unidad penal de Olmos; en Sierra Chica; en San Nicolás; en Bahía Blanca; en Mercedes; en Dolores; en Azul; en La Plata; en Junín; en Batán y así puedo seguir”, expresa Castro.
“Vayan y busquen a ver si encuentran a algún preso que tuvo más de 50 traslados. No me quiero victimizar, pero soy el único en Argentina que pasó por eso. Y ni quiero hablar de la cantidad de apremios que padecí. Estoy lleno de cicatrices.
Debido a estos constantes traslados, la que más sufrió es mi familia. Cuando me iban a ver a un lugar, ya me habían trasladado a otro”.
La muerte de su hermana
Otro de los recuerdos tiene que ver con el fallecimiento de su hermana: “Estando yo en un calabozo, me hablan por teléfono y me avisan que a mi hermana menor le habían detectado cáncer. Me decían que su muerte era inminente, porque tenía 71 quistes en el cuerpo. Mis familiares me llamaban y lloraban. Mi hermana también me llamó y me dijo que no se quería morir. Todo eso yo lo atravesé detrás de las rejas. Hasta que un día mi hermana falleció”.
Y remarca que “no me dejaron asistir a su velatorio. Yo quería ir para darle un abrazo a mi madre, darle un poco de fuerza. Recién 10 días después vinieron los guardias y me dijeron ‘vamos que te llevamos a ver la lápida’. Una burla fue eso”.
—¿Te arrepentís de algo?
—Por supuesto que estoy arrepentido de haber cometido errores. Si bien tuve parte de culpa en aquella fuga, no soy completamente responsable de la muerte de Marcos Sánchez. Acá a nadie se lo investigó. A mí me llevan al juzgado por una pistola que fue robada en el año 1997. Y yo estaba preso desde el año 1996. Cuando comienza la causa dijeron que hubo 50 tiros, pero nadie buscó las balas.
La causa dice que Marcos Sánchez muere por una bala calibre 45, y la pistola que está secuestrada no es calibre 45. Acá se hizo todo mal. Más allá de todo, yo asumo parte de la culpa, pero sólo una parte. Y creo que he pagado mi condena.
Barrio Candioti
“Yo soy de barrio Candioti, de la zona de Lavalle y bulevar, que es donde vivía mi abuela. Tuve una infancia y una juventud común, hasta que luego cometí un error. De aquellos años, recuerdo el fútbol con amigos. También estudié en la escuela Pizarro, pero no terminé. A la secundaria la pude terminar ya estando preso.

Diciembre 2018. “Estoy arrepentido de mis errores”, admitió ante El Litoral.
Foto: Danilo Chiapello
Robledo Puch
“Yo estuve con Robledo Puch en Sierra Chica. Es un personaje siniestro. No vi la película. Pero ¿habrán puesto que cuando estábamos en los calabozos Robledo Puch nos cambiaba ropa por un sandwich? Sandwich que le daban en la cocina, porque como él estuvo toda la vida preso allí, conocía todo el movimiento”.
“El planeta de los simios”
“¿Quieren saber lo que es la cárcel?”, preguntó Castro, aunque él mismo se responde: “El planeta de los simios. Allí todo es violencia y brutalidad. No hay nadie que sepa cómo redactar un pedido de audiencia o un Pronto Despacho. Nadie sabe lo que es un Hábeas Corpus. No existe un plan verdadero de reinserción social. ¿Saben por qué hay tantas peleas en la cárcel? Porque los internos están aburridos. De cada 100 presos que salen en libertad, no hay uno que tenga un proyecto de vida. Es una calesita que siempre vuelve al mismo lugar.
“Quiero aclarar que no todos los penitenciarios son malos. En San Nicolás yo pude terminar la secundaria y luego me puse a estudiar Comunicación Social. A raíz de eso me pusieron como alfabetizador de otros presos. Pero la mayoría no quiere aprender. Ahora estoy privado de la libertad por una causa por amenazas y por incumplir un arresto domiciliario. No conozco a nadie que esté preso por amenazas. Lo que a mí me persigue es mi historia.
“Ahora están pidiendo mi traslado a una unidad penal. Y desde ya que no quiero. Cuando estaba en Buenos Aires yo pedía que me trasladen a Santa Fe y desde acá Cococioni contestaba que no, porque alteraba a la población carcelaria. Y ahora que estoy acá me quieren regresar a la cárcel. ¿Qué es lo que buscan?, ¿torturarme? ¿Que dos guardias me ahorquen en alguna celda? Hago responsable a Cococioni si me pasa algo
Un arma y un misterio que sigue abierto
El 16 de agosto de 1999, Marcos Antonio Sánchez, agente penitenciario, padre de familia y vecino de Arocena, cayó herido de muerte cuando junto a otros tres compañeros -también heridos en la emergencia- inspeccionaba el Pabellón Nº 3 de la cárcel de Las Flores.
El pandemónium que siguió al incidente concluyó con la rendición de los amotinados tras un largo parlamento que incluyó graves amenazas contra otros agentes que habían caído en poder de los internos Facundo Castro y Mario “Cepillo” Salinas. Las imágenes fotográficas que recuerdan aquel momento muestran a Castro que empuñaba un arma reglamentaria, propia de los organismos de seguridad y que nadie supo explicar entonces, cómo ingresó al penal.