Cierre en Córdoba

Las polémicas y los reclamos marcaron el pulso del VIII Congreso de la Lengua

Con un cierre de tono crítico a cargo de la escritora María Teresa Andruetto que reafirmó el pulso disidente de los discursos que circularon a lo largo de cuatro días, culminó el VIII Congreso de la Lengua (CILE), una edición que será recordada por la omisión oficial de debates sobre el lenguaje inclusivo -una decisión que tuvo el efecto inverso al buscado- y las polémicas acerca de si castellano o español es la nominación más representativa para dar cuenta de la diversidad lingüística de España y Latinoamérica.

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Unos mil bailarines desplegaron el pericón en el frente del Teatro San Martín, sede del congreso en la ciudad de Córdoba.

Foto: Agencia Télam

 

Redacción de El Litoral

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Télam

Casi como una premonición, la ceremonia inaugural que tuvo lugar el miércoles pasado funcionó como un compendio de las tensiones, los disensos y las particularidades que atravesaron el corpus de 462 actividades en las que se ramificó la convocatoria en esta edición que acaso con más fuerza que las anteriores logró convertirse en un puente entre las academias que regulan el uso de la lengua y las comunidades que la transforman a través del habla cotidiana.

El primer chispazo de controversia lo provocó el peruano español Mario Vargas Llosa cuando en su discurso sostuvo que había muchas lenguas y dialectos antes de la Conquista (los americanos no se entendían y por eso se mataban) y que remató con la afirmación de que “América era una Torre de Babel cuando llegaron los europeos.

No conforme con esa interpretación histórica -que a lo largo de los días se encargaron de rebatir Luisa Valenzuela, Claudia Piñeiro o Mempo Giardinelli, entre muchos otros- el autor de “La ciudad y los perros” criticó al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador por la carta que éste le envió al rey de España y al Papa exigiéndoles un perdón por los abusos de la Conquista.

“¿Por qué México, que hace cinco siglos se incorporó al mundo occidental y desde hace 200 años es independiente y soberano, tiene todavía millones de indios pobres, marginados, explotados. Es una pregunta que prácticamente se pueden hacer todos los presidentes latinoamericanos”, inquirió Vargas Llosa.

Reafirmando el perfil activista y comprometido con que el que apoyó varias causas a lo largo del 2018 -como el debate por la legalización del aborto- Claudia Piñeiro fue una de las figuras más celebradas en estos días: fue contundente a la hora de sugerir que el Congreso “debería llamarse Congreso de la Lengua Hispanoamericana” para “propiciar la unión de ese español armado entre todos” y hasta se animó a cantar una copla de la cantante qom-guaraní Charo Bogarín.

Golpe de efecto

La elección de la escritora y académica española Carme Riera para participar de la apertura fue presentada por los organizadores como un golpe de efecto para reafirmar la intención de equilibrar el componente de género en los debates y amenguar la sospecha de misoginia histórica que acompaña a la Real Academia Española (RAE) -una de las instituciones organizadoras junto al Instituto Cervantes- un fantasma que también se intentó aventar con el anuncio de que este año el cupo femenino treparía a una cifra inédita del 36 por ciento.

“Hasta hace poco, las mujeres hemos sido habladas en lugar de hablar por nosotras mismas -aseguró Riera en su discurso-. Algo que, por fortuna, está cambiando a marchas forzadas”, añadió con un entusiasmo que chocaba con una realidad constatable en la programación del Congreso: ni una sola mesa o actividad que hiciera lugar a la discusión por el lenguaje inclusivo, una cuestión que ha recorrido la agenda social del último año en sintonía con otros debates relacionados con el género.

Sin embargo, aquella formulación de la psicoanalista Judith Miller -nada menos que la hija de Jacques Lacan- acerca de que “cuando se echa al síntoma por la puerta vuelve por la ventana” se encarnó a la perfección en la sucesión de ponencias que buscaron zanjar la omisión y expusieron su disidencia con la agenda, entre ellas Claudia Piñeiro, Elvira Sastre, Lisa Valenzuela, Perla Suez y Andruetto en el acto final.

La paradoja

El mexicano Jorge Volpi, quien junto a Jorge Fondebrider, Pedro Álvarez de Miranda, Alex Grijelmo e Ivonne Bordelois participó de una mesa titulada “Corrección política y lenguaje”, no dejó escapar la paradoja: “siendo esta la única mesa donde se puede hablar del sexismo en la lengua, no deja de ser extraño que los que estemos aquí seamos cinco varones y sólo una mujer”.

Otro cruce picante fue el que disparó el escritor Mempo Giardinelli, que abrió su intervención con un encendido cuestionamiento al lema convocante de la mesa, “Los retos del español en la educación del siglo XXI”, bajo el argumento de que los desafíos no los plantea la lengua sino “el neoliberalismo global que hoy predomina en el mundo”.

El autor de “Santo oficio de la memoria” cuestionó “las políticas educativas que nos formaron como naciones independientes y castellano-hablantes” y que “están siendo cambiadas por un nuevo sistema imperial económico-financiero y ahora también educativo y lingüístico” y aludió al ministro de Educación de la Nación, Alejandro Finocchiaro, quien le replicó diciendo que “ningún gobierno hace analfabetos en tres años”.

Fuera de sus polémicas y sus disidencias, el CILE tuvo un incuestionable poder de convocatoria que se tradujo en 5000 inscriptos -el 85 por ciento fueron mujeres- para asistir a las sesiones plenarias y en las multitudes que congregaron algunas actividades como las 24.000 personas que se acercaron a la Ciudad Universitaria para asistir al espectáculo que ofreció el grupo Les Luthiers.

Sabina y Cortázar

Ubicados en polos opuestos de la recta generacional, el español Joaquín Sabina y su compatriota Elvira Sastre -ella 27, él 70- protagonizaron una de las mesa más populares y ovacionadas, “Poesía y diversidad cultural”, donde en un registro que fue sin duda el más desacartonado del Congreso se leyeron poemas a la par que se renegaron de los “pequeños nacionalismos” y se reinvindicó a la poesía como espacio de libertad.

Otro de los grandes hitos del CILE fue la presentación de una edición conmemorativa de Rayuela, la obra que Julio Cortázar publicó hace 56 años, en una velada que se transformó en una travesía en el tiempo que se reencarnó en la palabra del peruano Mario Vargas Llosa y el nicaraguense Sergio Ramírez, quienes recrearon la efervescente escena de los 60 y resignificaron la aventura literaria del narrador argentino como uno de los grandes hitos de la literatura latinoamericana.