Entrevista con la psicopedagoga María Alejandra Canavesio

Momo: el monstruo virtual que incita a los niños a cometer actos violentos

Momo es una figura de ojos saltones, desorbitados y boca muy grande que emite una voz tenebrosa. Aparece de manera inesperada en aplicaciones configuradas para niños, con intenciones de que éstos cometan actos inapropiados que hasta pueden tener consecuencias fatales. La psicopedagoga Alejandra Canavesio brinda una serie de pautas a tener en cuenta.

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Más juegos, menos pantallas. No está mal que los niños tengan contacto con aparatos tecnológicos, pero siempre y cuando hagan de éstos un uso limitado y bajo el control de un adulto.

Foto: Archivo El Litoral

 

Mónica Ritacca

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Un audio que se viralizó por WhatsApp causó extrema preocupación en los padres de niños pequeños, sobre todo de los que están en nivel inicial y primer ciclo de las escuelas primarias. En el audio, una madre narra a otra lo que le sucedió mientras jugaba con él en su habitación.

“Hace un tiempo le regalamos a Martín (nombre que no es el verdadero para resguardar al niño) una tablet. La configuramos con sus datos, como por ejemplo su edad y toda la información que nos pedía sobre él. Por recomendación de otros padres le instalamos el You Tube Kids que te permite filtrar contenidos según su edad, limitar horarios, etc. La cuestión es que una tarde llego de trabajar y voy a la habitación de los nenes a saludarlos. Martín, cuando me ve, deja su tablet en la cama y empezamos a jugar. De repente, escucho que alguien decía: ‘Hola, Martín, Hola Martín’. Cuando me acerco, el que le hablaba desde la tablet era una cara muy fea, temerosa, que le decía: ‘Ahorca a tu hermanito, ahorca a tu hermanito’, y hasta le mostraba cómo tenía que hacerlo”, cuenta la madre en el audio. Y sigue: “Ante esa situación, Martín viene y me abraza y empieza a decirme que era el monstruo. Ahí me di cuenta de que no era la primera vez que lo veía y entendí porque desde hacía unas semanas tenía miedo de ir al baño solito”.

Ese temible monstruo al que hacía referencia el niño es Momo. “Obviamente le saqué la tablet y esperé a que apareciera nuevamente. Y así fue: de la nada, mientras yo estaba trabajando pero se supone que Martín estaba mirando un dibujo animado, apareció. En esa oportunidad, dijo: ‘Tu mami es mala, pégale’”.

Relatos como el de esta madre, para advertir a sus pares de lo que está pasando en aplicaciones para niños, fue el disparador de una entrevista con la psicopedagoga santafesina María Alejandra Canavesio (Mat. Nº 279.L.I.F.8) sobre el tema para saber qué hacer como padres y, sobre todo, reflexionar sobre el uso que hacen los niños de la tecnología.

—Hoy está en boca de todos los padres de niños pequeños Momo. ¿Quién es y por qué preocupa tanto escucharlo nombrar?

—Momo es una escalofriante escultura que representa una especie de mujer-pájaro, con cabeza y torso de mujer y patas de ave de rapiña, hecha por un artista japonés, que estuvo expuesta en 2016 en una galería de arte alternativo, en Tokio (Japón). Preocupa tanto escucharlo nombrar porque, usando esa imagen, de características aterradoras (ojos saltones, desorbitados, y boca muy grande que emite una voz tenebrosa), se ha hecho un desafío virtual que incita a cometer actos extremadamente violentos y macabros contra otras personas y/o contra sí mismo, bajo la amenaza de que, en caso de no ejecutarlos, se corre el riesgo de que determinada información “secreta” acerca de él se sepa o que algo malo suceda a sus familiares, amigos o a sí mismo.

—¿Qué señales o conductas deben advertir los adultos del entorno de un niño que puedan estar vinculadas a esto, ya que alguno puede no exteriorizarlo?

—Debemos estar atentos a cualquier cambio conductual que nos resulte extraño o significativo en él, y para el que no haya habido un detonante puntual que haga de esas conductas algo esperable. Los niños exteriorizan todo, pero no siempre lo hacen a través de la palabra hablada. Justamente por eso es que los adultos debemos poner la escucha en lo que nos dicen oralmente, y la mirada en todo lo que también nos dicen, pero a través del lenguaje no verbal. Ante este caso puntual, pueden ser señales de alarma la aparición de comportamientos explosivos: ansiedad; modos irrespetuosos; contestaciones ásperas; llanto; escapar al quedarse solos en algún lugar; decir que no quieren que llegue la noche; negarse a apagar las luces al irse a dormir; tener dificultades para conciliar el sueño o no querer dormirse, directamente; rechazar el uso de las pantallas que habitúan usar (que son todos signos que obedecen al sentir miedo). También pueden darse retrocesos en logros evolutivos ya obtenidos (dejar de controlar esfínteres, por ejemplo); y, en el mejor de los casos, pueden llegar a preguntar si está bien que alguien los obligue a hacer algo que es malo.

—Para los niños que no lo conocen, ¿es importante contarles o mostrarles su imagen? ¿Por qué?

—Es importante tener a los niños informados, pero no es bueno exponerlos a la imagen si no la han visto. De los cinco sentidos, la vista es la que mayor impacto produce, razón por la cual no es aconsejable hacerlos ver algo que va a impresionarlos negativamente, sólo por tenerlos prevenidos. Al explicarles, muy probablemente pregunten cómo es y, en ese caso, lo que sí podemos hacer es describirlo, como para que lo imaginen (hago referencia en masculino, porque se habla de él como un monstruo).

—¿Qué hacer con chicos que lo vieron o escucharon nombrar y ahora están muy atemorizados?

—Ante todo, tranquilizarlos. Podemos abrazarlos (en caso de que estén acostumbrados a esa forma de demostración afectiva) y debemos hablarles con un tono de voz suave. No hay que minimizar lo que nos dicen y, mucho menos lo que sientan, pero tampoco maximizarlo. No debemos desesperarnos nosotros, porque eso los conectaría con la posibilidad de que sea real. Hay que decirles que se trata del mal uso de una escultura y que nada de lo que dice es verdad, razón por la cual es importante no sólo no hacer lo que diga que tienen que hacer sino acudir al adulto más cercano que tengan en ese momento, para contarle lo que pasó. Es fundamental hablar del tema, como para que el susto original (por verlo o escucharlo nombrar) no devenga en miedo, y mucho menos en terror.

—Y en el ámbito escolar ¿se debería hablar de esto?

—Creo que sí, pero sólo en la medida en que el interés surja desde los mismos niños y no como una especie de “tema del día”. En ese caso, es importante testear con qué grado de información cuentan, a fin de no confundirlos o empeorar la situación. El docente puede hacer hincapié en la importancia de aprender a poner en palabras lo que se siente y piensa, así como a acudir a un mayor ante cualquier situación que los asuste o preocupe. Es fundamental que el docente cuente con la información debida, como para poder responder preguntas de modo acertado, y es profundamente necesaria una comunicación y puesta de acuerdo con los padres, para aunar criterios de intervención y no mostrar ante el niño procederes contrapuestos o contradictorios. Escuela y familia deben trabajar en equipo, siempre.

—Usted señala que a los chicos debemos enseñarles a pensar... ¿Esto tiene que ver con que ellos solos puedan discernir lo que está bien y lo que está mal?

—Educar implica construir seres pensantes y reflexivos, capaces de manejarse con independencia y autonomía, tanto de pensamiento como de acción. Discernir entre lo que está bien y lo que está mal es un aprendizaje que se logra gradualmente, a partir de la imitación, la experiencia y la práctica, y que tiene que ver con la educación en valores. Es importante hacer porque cada niño sea capaz, desde pequeño, de diferenciar las cosas o situaciones que lo benefician, produciéndole sensaciones positivas, de aquellas que le provocan malestar y pueden lastimarlo o hacerle daño, enseñándole de qué modo proceder ante éstas, como para cuidarse a sí mismo.

—Esto que está pasando con Momo ¿es un llamado de atención para los padres, por ejemplo en el sentido de que hay que jugar más con ellos y desenchufarlos de la tecnología?

—Sin lugar a dudas es un llamado de atención, pero no sólo para los padres sino para la sociedad en general. Si bien estamos viviendo en una era digital y eso implica la imposibilidad de impedir la llegada a los niños, el uso de pantallas debería ser un complemento y no una sustitución. Hay que recuperar el juego simbólico y las actividades al aire libre, compartiéndolas en familia y con los pares, dando a los niños la posibilidad de poder diferenciar entre conectarse con otros (conocidos y desconocidos) tecnología mediante, y comunicarse con personas palpables. Debemos educar en emociones, para poder formar verdaderos Seres Humanos y a eso, indiscutiblemente, no lo hacen las máquinas.

—Por último, recomendaciones en tiempos actuales respecto al uso de la tecnología y los niños.

—Es profundamente necesario un mayor acercamiento de padres a hijos, de hijos a padres y, fundamentalmente, de los padres a la tecnología y al empleo que hacen de ella sus propios hijos. Hay muchos padres negados al uso tecnológico pero, sin embargo, ponen aparatitos en manos de sus hijos, desentendiéndose y abandonándolos a su “suerte” porque, al desconocer, no tienen modo de controlar. Son demasiados los que ignoran la utilización que hacen sus hijos de las pantallas. Es indispensable que los papás se interioricen e informen respecto a lo que los chicos consumen en Internet y a cómo funcionan las redes sociales y los juegos que juegan. Hay que conversar con ellos, en un ida y vuelta; preguntándoles qué es lo que hacen, por qué eligen hacerlo, qué es lo que los atrae de eso, y estar dispuestos a la escucha, para orientarlos. También es importante pautar los tiempos de uso que, en determinados momentos, incluso deberían ser compartidos, pero como un acuerdo desde la explicación y no como una imposición.

Si bien es importante la instalación de filtros y controles parentales, lo que no debemos hacer es dejar librada a un aparato la responsabilidad de decidir de qué modo supervisar a nuestros hijos. Somos nosotros quienes debemos ejercer esa labor, pues es sólo de nosotros de quiénes depende hacer los niños que queremos tener.

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PROFESIONAL. María Alejandra Canavesio, psicopedagoga.

Foto: Gentileza Alejandra Canavesio