Peisadillas

Cuando un/a amigo/a se va

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Alberto Cortez musicalizó los más bellos versos de Antonio Machado. Esta semana, se fue a cantar con los ángeles.

Foto: PABLO AGUIRRE

Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)

Un sueño entre brumas viene hacia mí, neblina; tinieblas; todo es poco claro, las imágenes difusas se descomponen y componen como en un cromo, poli-cromáticas figuras se deforman en absurdos personajes zoomorfos, sus caras desfiguradas se figuran como figuritas de cartón, la más difícil es la más fácil de descifrar, con una total ausencia de presencia material, se hacen presente visiones futurísticas y eslóganes improbables, rostros de sonrisa de marfil, cerúleas sus caras sonrientes, promesas de bienaventuranza y de composturas. Sus caras se visibilizan, antes invisibles, con fantasmagórica exactitud, todos a la vez, en tropel, en masa, deambulan con displicente puntualidad en cada medio, cada poste, cada muro desprovisto de leyendas. Se suman, se cambian, se unen, de desplazan, se escuchan, se miran, se acompañan, te miran, te escuchan, te complacen, te saludan, te simpatizan, te abrazan, te besan, te alzan, te buscan, te quieren, te apoyan, te seducen, te tratan, te tocan, te prometen. Y nadie hace nada.

He vuelto a caminar, mis pies, ahora lentos, me llevan de paseo. Circunstancialmente a veces solamente estoy, ahí, parado mirando el sol, otras, voy mirando las caras, siento sus charlas, y presiento sus silencios... si bien las caras nunca son las mismas, el entorno no cambia, pero algunas veces lo cotidiano, la costumbre de lo cotidiano, logra que las figuras, los personajes y hasta sus gestos sean uniformes, a veces soso y aburrido, escaso de colores y de alegría, chato, gris invernal. Por suerte los contornos de este sueño nebuloso son difusos, y en el centro hay sueño risueño, el monótono desfile incesante de caras grises estalla en un festival de colores de payaso que con su chifle y un par de globos en la mano persigue al niño, que asustadizo se esconde en la mejor trinchera, donde su seguridad es máxima, donde se torna incorpóreo a los monstruos de la niñez, las piernas de la madre. Y pasa un flaco, pelo despeinado, paso lerdo, auriculares, sonrisa eterna y complaciente, no mira, él camina y canta despreocupado, se entrevera sin mezclar. Entre los pies de la masa caminante, paseante, deambula reina de las miradas una perra negra, lleva un collar rosado, con algo escrito, me cuentan que es una perra libre, “perro comunitario”, ella vaga, callejea, y la gente se acerca, la acaricia, ella sabe dónde hay un platito con alimento, o un recipiente con agua. Hocico orgulloso ella pasea su perruna “perrosonalidad” indiferente a los demás, pasan otros canes, algunos callejeros, y otros en brazos de sus amigos (presumo que quien tiene un perro no existe para sí el título de amo o dueño), pero ella ni “guau”. Ella es ama y señora, y se comporta como tal. Ella es “callejera por derecho propio, su filosofía de la libertad fue ganar la suya sin atar a otros, y sobre los otros no pasar jamás”.

Te fuiste a cantar con los ángeles, Alberto Cortez. Mi respeto y eterna admiración.

Hace unos cuantos años, allá por los sesenta y pico, tuve la gran oportunidad de hacerle una nota a Alberto Cortez. Fue en el “Mundo del Disc Jockey”, en la noche de la “Nueva Nueve” que iba desde las veintiuna hasta la medianoche. A las 24 horas seguía la programación, pero fue tan intensa la charla y la onda que se dio en ese estudio, que nos quedamos al aire hasta las seis de la madrugada. En mis 55 años que llevo en los medios, nunca disfruté tanto de una entrevista, que fue muy profunda, y estoy seguro que fue la entrevista más extensa que hice en mi vida. Años más tarde le comenté a nuestro amigo en común, el “Nano” Serrat, de mis impresiones y la experiencia de esa nota, él no solo afirmó y dio crédito a lo que le contaba, sino que me dijo que para él era una de las personas del ambiente musical que más admiraba y quería, también me contó, y fui testigo, que siempre iba a estar agradecido porque Alberto Cortez musicalizó los más bellos versos de Antonio Machado. Hasta Siempre Alberto.

Mi Peisadilla, ya ustedes lo saben, va de aquí para allá, y no puedo dejar de recordar a Cristina Bucchara, que junto con Duilia Ciuffo y Lucho Cattania, hacíamos “Hola Show” en vivo por las mañanas del viejo Canal 13. Cristina se nos fue en estos días. Ella no solo cocinaba, nos alegraba, nos animaba y engordaba con sus exquisitos platos que cocinaba en vivo. Fue una pionera en el interior del país, era nuestra “Doña Petrona”. Hasta siempre Cristina, te vamos a extrañar.

Cuando un/a amigo/a se va, queda un espacio vacío.

Por suerte los contornos de este sueño nebuloso son difusos, y en el centro hay sueño risueño, el monótono desfile incesante de caras grises estalla en un festival de colores de payaso que con su chifle y un par de globos en la mano persigue al niño, que asustadizo se esconde en la mejor trinchera.

Fue tan intensa la charla y la onda que se dio en ese estudio, que nos quedamos al aire hasta las seis de la madrugada. En mis 55 años que llevo en los medios, nunca disfruté tanto de una entrevista, que fue muy profunda, y estoy seguro que fue la entrevista más extensa que hice en mi vida.