Langer y los límites del humor

¡Qué risa: todos lloraban!

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Langer “juega” con una idea muy recurrente en política o religión: no hay mesías; o nos salvamos todos o no se salva nadie.

Foto: Archivo

Por Prof. Martín Duarte

Ha levantado mucha polvareda una ilustración del humorista Langer publicada en “Espóiler” (revista de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA). Según Guillermo Levy, responsable editorial de la misma, se trata de: “un espacio para sumar nuevas voces a los debates políticos y culturales de nuestro tiempo. Buscamos la pluralidad de puntos de vista, pero nunca la corrección política. Somos parte de una búsqueda estética y política: miramos, preguntamos, investigamos, provocamos y, a veces, adelantamos el final”. “Spoil” viene del inglés: echar a perder (“spoil the party”); disminuir el placer, interés o belleza de algo. En otras palabras, el que te cuenta el final de la película es un “espóiler”: sabe algo que vos no sabés y usa -¿maliciosamente?- esa ventaja para “arruinarte” la intriga o para prevenirte en el mejor de los casos o para “deschavar” algo que tus ojos no han percibido.

¿En qué consiste esta producción de Langer? Se trata de un montaje donde los periodistas Luis Majul (con una arma que le apunta a la cabeza), Jorge Lanata, Alfredo Leuco, Luis Novaresio y Nicolás Wiñazki estarían a punto de suicidarse. Un texto (como si fuera una producción cinematográfica) señala: “Nisman Entertainments presenta... bala de plata”; el fiscal Alberto Nisman aparece retratado como un gusano junto a una bala. Majul dice: “¡No hay salida individual!”. Como telón de fondo, una ciudad se incendia. Los colores destacados son azul y blanco.

¿Cómo leer esto? ¿Dónde está el humor de la ilustración? Con una bala de plata se mata al hombre lobo: mitad hombre, mitad bestia que se transforma con la luna llena; así se aniquila a ese ser que se transfigura de tal manera que se vuelve otro, irreconocible, inescrupuloso y peligroso para propios y ajenos. Con una bala de plata (dinero) se compran voluntades del Cuarto Poder: la pauta publicitaria del gobierno es la “punta de pistola” con la que se agita a los voceros oficialistas o con la que se condiciona, acalla o asfixia a los opositores (¡Matar o morir por el reparto de la torta publicitaria!). Bien dice un remanido chiste: “Yo no voto personas ¡Yo voto ideas! Pero si me das un millón de pesos, voto a quien sea, porque recibir un millón de pesos es una idea genial”. En tecnología, se usa la frase “no existen balas de plata” para significar que no existen soluciones mágicas en este rubro. Con balas mágicas -muchas veces- se quiso “solucionar” a la Argentina y se desató un infierno (como el que arde en el fondo de la ilustración en cuestión).

En la misma dirección, Langer “juega” con una idea muy recurrente en política o religión: no hay mesías; o nos salvamos todos o no se salva nadie. Aquí la “salvación” es sinónimo de “perdición”: parece proponer que Majul y compañía se “casaron” con “Cambiemos”; fueron tan funcionales al poder de turno que compusieron la versión “6,7 y 8” del macrismo; una versión que -en lugar de estar concentrada en el canal estatal- se hallaba esparcida en diversos multimedios distantes pero confluyentes; es decir, ahora que vuelven Los Fernández, estos voceros “M” parecería que “se quieren matar.”

¿Cuál es el límite del humor? ¿El humor puede ser un arma letal? (seguimos en el campo semántico armamentístico) Sergio Langer es humorista, ilustrador y arquitecto; ha trabajado en Rico Tipo, Humor Registrado, Sex Humor, Playboy, Clarín, Barcelona, Página 12, Sur, La Prensa, Revista Noticias, Los Ángeles Times (EE.UU), Pasquim (Brasil), El Observador (Uruguay) y Makoki (España). Su estilo es “provocativo”, un tanto naiff.

Langer ha sido el centro de polémicas constantes. Por citar: en 1993, publica junto a otros colegas la revista “El Lápiz Japonés” (¡la-pija-ponés!) cuyo número uno se come un juicio de parte de la “Quacker Oats Company” por presentar al hombrecito cuáquero -logo de la compañía- con cara de satisfacción -la misma que tiene que en las cajas de avena- mientras una mujer le practica sexo oral. Otro caso, en 2010, Aníbal Fernández (Jefe de Gabinete por entonces) denuncia que el diario Clarín envía mensajes mafiosos al gobierno nacional desde la contratapa (sección humor); más puntualmente, a través de las viñetas de “La Nelly” creada por Langer y Mira: allí se trata el tema del matrimonio igualitario y se aplican -supuestamente, de manera deliberada- apellidos de miembros de la custodia presidencial a una pareja que ensaya un casamiento entre personas del mismo sexo. ¿Qué más hizo Langer? Sólo por enumerar: una foto suya con un bebé de juguete que porta la esvástica; un autorretrato caricaturesco donde apunta con una pistola a un muñeco-bebé-Hitler; un Führer con la camiseta de la selección argentina de fútbol; Videla con atuendo de empleado del mes de McDonald’s y garras de Freddy Krueger; Bananas en Pijamas rumbo a un campo de concentración nazi; y, también en “Espóiler” y como reseña de la llegada de Bolsonaro a la presidencia de Brasil, la bandera del vecino país donde se reemplazan las estrellas por esvásticas y la frase “Orden y trabajo” por “El trabajo los hará libre” (cartel de la puerta de Auschwitz).

La temática judía -que está en su ADN familiar- es una constante en la propuesta de Langer aunque con un tratamiento que no se parece en lo más mínimo al dado en el cómic “Maus” o en la película “La vida es bella”. Incluso ha escrito un libro -fiel a su estilo- titulado “Judíos”. Por eso no resulta llamativo que -volviendo al tema que nos convoca- ponga al difundo fiscal Nisman como gestor o producto de “Bala de plata”. Como es de público conocimiento, el caso Nisman constituye una muerte significativa para la democracia. Es una cuestión delicada que incluye: la investigación del atentado a la AMIA; las sospechas sobre la corrupción en las más altas esferas del poder; y la incógnita incansable sobre si el fiscal se suicidó o lo suicidaron. La gran pregunta será: ¿Por qué Nisman tiene forma de gusano? ¿Se arrastró ante algún poder de turno? ¿Fue aplastado como un gusano por saber demasiado o hablar de más?

El antisemitismo, el Holocausto del pueblo judío son temas siempre espinosos: sospecho que no debemos perder la memoria pero tampoco banalizar las vidas que se perdieron. En el caso de Langer: ¿tal vez reírse de su propia historia familiar sea una manera de exorcizar demonios o de advertir sobre peligros ancestrales que acechan insaciable e incansablemente a la humanidad? Otra arista: ¿Tanta insistencia en la temática no la desgasta? ¿No pierde fuerza el recurso aun cuando se trata de humor negro? ¿Profundamente negro hasta el punto de oscurecerlo todo? Sospecho que hay problemáticas candentes que deben ser tratadas con pie de plomo, sin tabúes, con humor, sin censura pero con sumo respeto: si no, pregúntenle a los hacedores de Charlie Hebdo -Langer se reconoce admirador de la revista francesa- masacrados en su propia redacción, ¿El que ríe último ríe mejor? ¿“Je suis Charlie”? Sumo al pasar: entre esas temáticas delicadas está la del suicidio (será para otra ocasión).

Finalmente, se abre un debate en torno al lugar donde Langer publica su ilustración: revista de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Porque -tanto o más que los periodistas obsecuentes o genuflexos- son cuestionables los intelectuales que son devorados por su propia ideología hasta el punto de fanatizarse -irónicamente- en un espacio como la universidad donde la duda, la pregunta, el desafío, la reflexión, la crítica son su pan de cada día. Habría que revisar lo que -justamente- afirma el responsable editorial de “Espóiler”: ¿Qué significaría: “miramos, preguntamos, investigamos, provocamos y, a veces, adelantamos el final”?