Temporada marplatense

El Mercader de la Bristol

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Moldavsky no es galán, ni atlético ni esbelto y ni siquiera acompasado, pero sabe vender. Ese secreto es “el aura” que maneja el espectáculo y lo sostiene. Foto: Gentileza producción

 

Raúl Emilio Acosta

Entre las obras más difíciles de Shakespeare está “El Mercader de Venecia”. También de las mas populares.

Uno de los ejes de la obra (el otro es el conflicto amoroso) es el trato de los aristócratas venecianos con un prestamista judío.

Militante de la fe, amoroso padre y prestamista, la obra salva a ese personaje pero es cierto un punto: coloca el oficio de prestamista en mitad del texto. El dinero y las leyes. Y lo plantea como conflicto. Aparece, sin dudas, como un tema dramático en el 1600. Shakespeare arma y desarma conflictos del alma humana. Fue su llave inmortal. Cuentan que había pocos judíos en Inglaterra y muchas de las respuestas son tradiciones populares que oyó, porque no convivió con judíos en la isla.

Roberto Moldavsky es judío, lo aclara y define costumbres de una sociedad tradicional, tradicionalmente matriarcal y con detalles de la vida diaria que nos convocan a la carcajada. Se califica, se tipifica como judío, se ríe de sí mismo, el mejor modo de poder reírse de los demás. Todos entendemos cuanto dice, todos perdonamos, todos aceptamos. Somos sus cómplices. Todos terminamos complicados con Roberto Moldavsky. Él lo sabe, nosotros lo sabemos, pero algo sucede: nos reímos. Listo. Ya está.

Moldavsky no es galán, ni atlético ni esbelto y ni siquiera acompasado, pero sabe vender. Ése secreto, que lo acompaña de una manera natural, es “el aura” que maneja el espectáculo y lo sostiene.

“Tenés que ir... no sabés como nos reímos...”. La frase es un carné. Ése es el salvoconducto y el imperativo. Un judío que se ríe de los judíos a mí, ridículamente bigotudo, cabecita negra, hincha de Colón de Santa Fe, me cae como un hermano. No lo soy porque no tengo ése aura que lo convierte en vendedor. Soy comprador, es otra cosa. Lo veo en el escenario y debo concluir: algo hay ahí que no es común. Es especial.

El espectáculo de Moldavsky puede estar en el teatro, como en la calle, en la tienda donde trabajaba según él mismo cuenta, con una víbora sobre La Bristol o, en Buenos Aires, en calle Lavalle. Roberto va a vender y listo. Lo suyo es vender. Es un compulsivo de la venta. Es su pulsión. Por ahora vende dos horas de carcajadas a precio de lista.

A Moldavsky hay que darle algo a vender y lo hace. El cuenta, levemente modificada en cada función, pero permanente, es una constante en sus espectáculos, el cuenta la venta de camperas de feo color o diseño antiguo. Es su éxito. Todos resultamos engañados. El es la campera verde flúo, a rayas y manga tres cuartos.

Al mejor estilo de René Lavand, el prestidigitador de una sola mano que insistía: “no lo puedo hacer más lento...” y nadie descubría el truco, así el cómico se pasea dos horas y no advertimos que él es esa campera. La compramos y chau.

En “Moldavsky RePerfilado” hay un juego introductorio que muestra hasta que punto queda, sobrevive, no muere el juego del café concert y la improvisación allí donde nadie se lo imagina, en un teatro que redondea las 800 butacas.

Tal vez su mas importante tarea, laburo (si se puede/debe llamar así el ensayo hasta perfeccionar el texto base y sus chistes) haya sido quitar y poner el costado político. No está Mauricio y su torpeza histriónica y llegó Fernández y su almidón de compostura. No se mete mucho en esas aguas. Es inevitable, pero no sale de la zona de tránsito restringido.

Supongo que habrá sufrido horrores sin poder ahondar en lo que se decía y se dice, lo que se prometía y se hace. Los políticos profesionales dan tristeza y la risa nos salva. Yo atacaría a fondo pero cuidado, soy un veterano periodista suicida, que en nada se parece a quien debe cortar entradas para llenar y llenar un teatro y no un ring en el Luna Park de la grieta.

Quedan, para los humoristas, con las tantas batallas de los grupos minoritarios, pocos temas, pocos temas donde no aparezca una denuncia, una sospecha, alguien ofendido con la justicia que reclama ese, el ofendido.

En el espectáculo las relaciones de pareja y los médicos son los elegidos. De las relaciones de pareja siempre se puede sacar jugo, sabiendo que cuando todo termina alguien preguntará: “vos, de qué te reís... qué quiso decir con eso...”. Las relaciones de pareja son eso.

Del cuerpo médico desde Molière en adelante el tema es central. Todos tenemos algo que decir. Moldavsky lo sabe y trabaja para conseguir adhesiones. Usar al proctólogo es un buen camino, mas fácil la salida que la llegada, aún cuando la emprende con la dieta y las nutricionistas.

Siguiendo con su tradición y emblema el conjunto musical también es presentado como de la comunidad judía, excepto el pianista. Lucas Ramírez, Chelo K, Matías Scheines, Martín Rur y Paloma Schachman conforman el grupo que el cómico presenta como “La Valentín Gómez”, pero no figuran con tal nombre en el programa. Como actor y director se sostiene a Roberto Moldavsky. En el rubro “guionistas” figuran Julio Feld, Gerardo Lipzyc, Mariana Jusid y Elial Moldavsky. Sospecho de los seudónimos para evadir impuestos. Es el alma de El Once.

¿Que va a a encontrar en “Moldavsky RePerfilado” en el Teatro Mar del Plata? Un tipo que, para distraer, le cuenta chistes mientras le vende, baratito, dos horas de su vida. Todos compramos, es una ganga, una verdadera pichincha, créame.