El Litoral
El Litoral
Las amenazas de bomba a escuelas no sólo se producen en Santa Fe, sino que es una práctica que se replicó en otras ciudades del país, es el caso de La Plata. Ante la seguillida de hechos registrados, en el Liceo “Víctor Mercante”, de La Plata, fueron expulsados tres alumnos, quienes quedaron libres y no pueden ingresar a ese establecimiento que pertenece a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Según indica Clarín, uno de los chicos, de 17 años, está imputado en una de las causas que se tramitan en los Tribunales platenses. Es por “intimidación pública” y los investigadores consiguieron identificarlo a través de las compañías telefónicas.
Conocida esa situación, otros dos menores, de 16, que cursan el cuarto año del Liceo, admitieron ante las autoridades educativas la responsabilidad en por lo menos tres de las comunicaciones, ocurridas a fines de junio.
En el cuerpo de Bomberos de la Policía aseguraron que “en promedio” están haciendo 15 salidas diarias por episodios de amenazas en centros educativos, pero también en edificios públicos y administrativos, aclara Clarín.
Los colegios de la UNLP (en La Plata tiene cuatro de educación pre universitaria) también resultaron afectados. Pero en este caso, hubo una actuación sumarísima. “Decidimos adoptar la máxima sanción disciplinaria prevista en los reglamentos internos. Se le aplicaron 25 amonestaciones y quedaron libres. Podrán rendir las materias a partir de marzo del año que viene o pedir el pase a otro establecimiento”, explicaron los abogados de la UNLP.
Los padres de los estudiantes sancionados fueron notificados en las últimas horas. Y este jueves por la mañana, desde el Centro de Estudiantes de esa secundaria platense decidieron realizar una “sentada” en repudio a la decisión de los directivos.
“Representa un riesgo altísimo. Cada vez que hacen una amenaza se deben trasladar 450 menores por pleno centro de la capital de la provincia, por cinco cuadras, hasta llegar al patio del Rectorado. Allí tienen que permanecer más de dos horas hasta que revisan el edificio. Hay malestar de padres, docentes y hasta de los propios pibes”, reconocen los funcionarios de la UNLP.