Enrique Cruz (h) | (Enviado Especial a San Juan)
Jugó hasta los 42 años y hoy, próximo a cumplir 60, mantiene la misma estampa de aquel volante con dinámica y buena técnica de Colón y Unión. Dirigió en copas internacionales a equipos de Bolivia y quiere insertarse en el fútbol argentino haciendo grande a Sportivo Desamparados.
Enrique Cruz (h) | (Enviado Especial a San Juan)
Víctor Hugo Andrada jugaba, hace 35 años, como juegan los volantes de ahora. Era un “8” que podía jugar por izquierda también en un esquema de tres volantes. Y en el 4-4-2 que se hizo “moda” en tiempos más recientes, tranquilamente podría haber sido el doble cinco de juego. Tenía dinámica, panorama de cancha, era inteligente y llegaba al gol. Hasta de enganche podía jugar, haciendo valer su capacidad física —que le adosaba a la técnica— para ocupar espacios y convertirse en un adversario difícil de ser marcado porque no había referencia.
Ese equipo de Colón en el que debutó, en aquéllos turbulentos tiempos de principios de los 80, era realmente bueno. El mediocampo, era de Primera División: la “Vaquita” Mercado (“era líder en ese plantel”, cuenta “Copito”), Daniel Guadalupe Pighín, “Copito” Andrada y “Cototo” Balbuena. Tenían todo lo que debía tener un mediocampo: despliegue, quite, juego, calidad. Y Colón estaba en la “B”, con el inolvidable profesor Carlos Hurtado de entrenador y muchos problemas económicos.
Después se fue a Gimnasia para ascender a Primera. Nito Veiga vino unos meses a dirigir a Colón y, “viejo” sabio, enseguida se dio cuenta que debía llevarse dos jugadores de Santa Fe: Andrada y Pighín. Ellos dos y Carrió armaron un mediocampo de excepción en la categoría, relegando a Racing en su aspiración de vuelta inmediata a la A, en 1984.
Luego, “Copito” se dio el gusto de llegar a Unión. Ya se había producido el descenso y también se vivían tiempos turbulentos en el club, durante la conducción de Néstor Julio Rodríguez. El intento de vuelta inmediata no prosperó y recién se concretó luego, de la mano de Carlos Trullet pero ya sin Andrada en el plantel.
San Juan cobijó a “Copito” en el retorno a la Argentina después de mucho tiempo de andar por Bolivia, fundamentalmente. Llegó para dirigir a Sportivo Desamparados junto a su hijo Oscar. Y en la calidez de esa caliente tierra cuyana, recordó anécdotas y dejó sentencias en un mano a mano con El Litoral.
—¿Qué fue de Víctor Hugo Andrada desde que se fue de Santa Fe allá por el 94?
—Me retiré a los 42 años, en el 2001, en el Real Potosí, en la altura. Roberto Perfumo, un técnico que me marcó, siempre me decía que el jugador de fútbol tiene que pensar en el después. Y ahí ya no tenía posibilidades de pensar en el después. Me ofrecieron trabajar en inferiores, hice el curso de técnico y empecé a hacer carrera en varios clubes, como el Blooming, Real Potosí, Jorge Wilstermann, entre otros. Me fui a Ecuador, volví. Y la verdad es que quería meterme en el fútbol argentino.
—Y surgió lo de Desamparados...
—Bajé de categoría, pero sabía que tenía que hacerlo.
—¿Cuál es la fórmula para jugar hasta los 42 años?
—El cuidado invisible es lo más importante. En Santa Fe, yo jugaba los torneos libres, me tomaba una gaseosa y me iba a mi casa. Nunca fumé, nunca tomé y encontré una esposa que me cuidó mucho y todavía sigo con ella.
—Y mucho entrenamiento...
—Siempre digo que si hubiese entrenado como se entrena ahora, capaz que todavía estaba jugando. Antes, corríamos 20 días en la pretemporada y recién ahí agarrábamos la pelota. Había más exigencia física y eso te pasa factura. Ahora, se hace todo con pelota.
—Jugaste en Colón y Unión. ¿Cuál de los dos clubes vio al mejor “Copito” Andrada?
—Hice las inferiores en Unión, pero debuté en 1983 en Colón. Siempre le digo a los jugadores que por la puerta de la casa de cada jugador, pasan trenes y hay que subirse. Por la mía pasó el tren de Colón y me subí. Me había probado en un montón de clubes, pero el que me dio la oportunidad fue Colón. De 42 partidos, en el 83, jugué 41 e hice 8 goles. Me fue bien. Y tuve la suerte que en los últimos seis meses llegó Nito Veiga y me llevó a Gimnasia de La Plata.
—¿Y Unión?
—Volví diez años después a Santa Fe y le dije a Néstor Julio Rodríguez, que era el presidente, que venía a terminar mi carrera en Unión. Había hecho dos o tres años de inferiores y veía con simpatía la idea de retirarse en Unión. Y resulta que me fui de Unión a The Strongest de Bolivia para jugar la Libertadores y seguí jugando como diez años más.
—Al final no me contestaste en cuál de los dos anduviste mejor...
—Tengo la tranquilidad enorme de que las dos camisetas las defendí como santafesino que soy.
—Se dice que nadie es profeta en su tierra. ¿Esperás que algún día a alguien de Santa Fe se le ocurra llamarte?
—No hay edad para soñar. Seguro que espero eso. Hice una carrera como entrenador en Primera, dirigí tres Sudamericana, tres Libertadores, eso me deja tranquilo. Hoy estoy en un Federal A, pero sueño con dirigir en Primera.
—¿Jugaste con Madelón?
—Claro, cuando fui a Unión y él había retornado al club. Mirá como es la historia: cuando me iba a ir a San Lorenzo y Gimnasia no me quiso vender, San Lorenzo dio una lista en la que estaba Leo Madelón para que Gimnasia eligiera. Podría haber ido a San Lorenzo y él a Gimnasia y nos encontramos en Unión. El era un referente en ese momento y, por lo que veo, sigue siéndolo.
—¿Se puede proyectar algo en el fútbol argentino?
—Cualquier proyecto va de la mano de los resultados. El presidente de cualquier club tiene que tener mucha espalda para bancar el proyecto, porque invariablemente se corta por los resultados. No pasa sólo en Argentina, pasa en Bolivia y en Ecuador. Vos pensás en trabajar a tres años, pero a veces no se puede porque la presión es grande. Hoy, las hinchadas tienen un peso muy grande.
—Estamos muy mal en la Argentina en todos los aspectos y el fútbol, como reflejo de la sociedad, no está al margen...
—Cuando llegué de Bolivia, dije que el fútbol está como el país. Veo gente enojada, que se pelea por cualquier cosa. La selección estaba así. Hoy nos estamos olvidando y dejando de lado dos cosas importantes: el jugador de fútbol y la pelota. Este lío de River-Boca se debía solucionar. ¿Cómo?, con Gallardo y Barros Schelotto haciendo una conferencia de prensa con todos los jugadores de los dos equipos atrás, exigiendo que la final se juegue en la Argentina. Es inadmisible que se juegue en España.
—Y daría la impresión de que la grieta y las consecuencias las vamos a seguir soportando por un tiempo, porque esto dejará secuelas, ¿no?
—Si hablamos vulgarmente, se van a matar... Acordáte lo que te digo... Se van a encontrar en Ezeiza, en España, va a ser peor que si se jugaba acá. No es la solución que el partido se juegue en Madrid, es una vergüenza.
—Pero ahí también entra a tallar otro aspecto, que es el del negocio...
—Es que el fútbol dejó ya de ser un deporte para convertirse en un negocio. Quedamos mal expuestos todos por los intereses personales que hay detrás de una pelota. Diego dijo que la pelota no se mancha, pero últimamente se está manchando mucho... Demasiado diría yo... Lo de River-Boca va a quedar manchado por años. A partir de ahora, se cortó todo entre esos dos clubes.
—Entonces, hoy estás en el Federal A pero tu objetivo es escalar en Argentina...
—Estoy capacitado... Te cuento algo: recuerdo que en el 2008 me tocó subir, en Bolivia, a Nacional de Potosí a Primera. Y me llamaron del Blooming, que es como decir River en nuestro país. Y les dije a los dirigentes que no estaba capacitado. ¿Qué hice?, me quedé medio año más en Potosí y en ese interín se fue el Negro Clausen. Y volvieron a llamarme. Ahí fui. Y tuve la suerte de salir campeón. Desde el 2009, Blooming no ha salido más campeón. Así que voy a seguir soñando con dirigir en Primera en Argentina, porque me siento capacitado.
El día que se lo olvidaron al “Bicho”...
—Contame una anécdota de aquéllos tiempos en Colón...
—La que no se me va nunca de la cabeza es una de ese 1984. Creo que fue un día que jugamos contra Deportivo Morón y si la memoria no me falla, ganamos el partido (N. de la R.: efectivamente, fue 2 a 0 en el oeste del Gran Buenos Aires). Nos fuimos del hotel y cuando llegamos a la cancha faltaba un jugador. Era el Bicho Godano.
—¿Se lo olvidaron en el hotel?
—Nos olvidamos del Bicho. Arrancó el micro y recién nos dimos cuenta cuando llegamos a la cancha. El Bicho se habrá tomado un taxi, qué se yo... Para colmo, no era cerca la cancha de Morón... Me acuerdo que en los partidos siguientes queríamos hacerlo a propósito, de cábala... Y después, con el Gordo Chena y con Manuel Bustingorria. De terror.
—¿Qué hacía Claudio Chena?
—¡Qué no hacía...! Era insoportable... El profe Hurtado no lo ponía, lo mandaba al banco y a veces ni entraba... Entonces, cuando íbamos para el estadio, el Gordo hacía “entrada en calor” en el pasillo del micro, adelante del profe Hurtado, corriendo por el pasillo... Estaba loco... Era un grupo muy lindo ese, éramos todos de Santa Fe, había mucho potrero en ese equipo, fuimos muy felices y eso que no había plata para nada.
—Eso de que no había plata era muy cierto...
—Un día fuimos a jugar un partido amistoso a San Francisco. Nos dijeron los dirigentes que nos iban a pagar un dinero y que era todo para nosotros. ¡Nos dieron un banderín y una bolsa de alfajores a cada uno!... Y el Gordo Chena andaba robándole los alfajores al resto cuando regresábamos en el micro...
“Antes, ibas a la altura medio entregado...”
—¿Es un fantasma la altura de Bolivia?
—Sin dudas, pero cada vez es menos. Ya se la maneja de otra forma, la estudian de otra manera.
—¿Qué es lo ideal?
—Llegar a la hora del partido, bajarte del avión y jugar. Antes ibas medio entregado, pero ahora no. Lo que va cambiando es que los equipos van y sacan resultados, con lo cual demuestran que se puede. Si fuese imposible ganar en la altura, Bolivia clasificaría siempre para los mundiales. Y no es así. Perú tiene altura, Chile también, y se preparan, se adaptan.
—Siempre dicen los bolivianos que hay que llegar y jugar o bien una aclimatación que puede durar mucho tiempo...
—No hay término medio. El tercer o cuarto día es el más complicado. Cuando me tocó ir a dirigir al nivel del mar, llegaba a la altura el mismo día. Con Blooming salimos campeones en la altura, empatando con Bolívar, que era dirigido por Gustavo Quinteros.
—¿Le cuesta más al del llano ir a la altura o al revés?
—Suponte que jugás cuatro o cinco años en la altura, bajás al llano y te cuesta. ¿Lo conocés a Chumacero?
—Figura en el último partido entre Bolivia y Argentina, claro...
—El tiene una dinámica natural, no necesita de la altura para correr más o marcar alguna diferencia... Lo quería Independiente... Tienen más glóbulos rojos y corren normal, pero al revés cuesta un poco más. De todos modos, sigo pensando que podés ser gordo o rengo, que si manejás bien la pelota, vas a marcar diferencias.
“Todo recambio es bueno y le hacía falta eso a la selección. Pero Messi tiene que estar y lo tenemos que saber rodear. Scaloni le dio oxígeno a esa presión excesiva que tenía el equipo, renovó el plantel y la gente se ilusiona con una selección nueva, pero hay que tener la suficiente sabiduría para rodear a Messi como lo rodean en el Barcelona. Así se va a sacar la presión, que era mucha y caía casi todo en él”. Víctor Hugo Andrada. DT de Desamparados de San Juan, ex jugador de Colón y Unión.