El libro “Batallas Aéreas” de Alejandro Covello no es un libro de Historia. El propio autor se encarga de aclarar este punto en una nota que antecede al prólogo. Sin embargo, permite mirar a la Argentina de la primera mitad del siglo XX (y un poco más también) desde otro punto de vista, tal vez sombrío pero esclarecedor. Desde su triple rol de aviador, militar y cronista, Covello incluye en su publicación una serie de crónicas aeronáuticas que dan cuenta de hechos que van desde los años ‘20 hasta mediados de los ‘50. Todas juntas, representan una revisión del uso político y violento del avión en nuestro país. El punto de observación no está en las víctimas ni en los ideólgos, sino en piloto y su artefacto.
El escritor pasó recientemente por Santa Fe para participar de un Café Literario en la sede de Upcn y presentar su trabajo, bajo la coordinación de la Asociación Santafesina de Escritores. Y se hizo un tiempo para charlar sobre los sucesos reflejados en “Batallas Aéreas”, el proceso de investigación y las reflexiones surgieron a partir de la investigación.
—Abordás el tema de la violencia política en la Argentina, pero desde un punto de vista diferente, desde tu rol como aviador. ¿En que circunstancias surgió esta idea y cómo fue el proceso para llevarlo a la práctica?
—La idea surge por mi oficio. Trabajo como piloto y fui aviador militar. Entonces me encontré con hechos trágicos de la Historia Argentina y empecé a preguntarme por la participación que tuvo en ellos el avión. Me di cuenta que no estaba relatada la masacre de Napalpí (una represión del gobierno a una huelga indígena en Chaco, en 1924, que se hizo desde un avión). Había muy poco sobre el bombardeo 16 de junio de 1955 y otros hechos que yo destaco en el libro. Entonces sentí que tenía algo para contar, para aportar desde mi oficio. Adentro de esas cabinas hubo pilotos que tomaron decisiones de bombardear una ciudad abierta y otros de defenderla y las víctimas civiles.
—¿Qué puede pasar por la cabeza de un piloto ante esas decisiones, donde se le imparte la orden de bombardear a civiles, como en el caso del bombardeo del 16 de junio de 1955?
—Lo que hubo ahí no fue una desición de las Fuerzas Armadas. No fue una operación militar. Yo digo que fue un acto terrorista. Entre 30 y 50 pilotos se robaron los aviones, los cargaron de combustible y armamento y los tiraron sobre una ciudad abierta y sobre víctimas civiles. Fue un acto de terrorismo y el Estado se defendió. Aparecieron aviones que se llaman leales para defender la Constitución y la República. Me preguntás que sucede en la cabeza del piloto. Hay que poner siempre -como dice el prólogo de mi libro- una coartada. Porque una persona sola no se puede arrogar la potencia de bombardear una ciudad. A los tres meses, esos mismos aviones que habían bombardeado y esas mismas personas producen el golpe de Estado y la coartada estaba escrita en la aeronaves. Decía “Cristo Vence”. Digo que es una coartada, no una cuestión de religión. Es tomar a la religión para justificar un acto terrorista.
—Al bombardeo de junio de 1955, no se le dio la importancia histórica que se merecía, no se lo tomó en toda su dimensión. ¿Existen antecedentes en otros países de un hecho de esas cirncustancias?
—Es un hecho único en la Historia de la Humanidad. Argentina no estaba en guerra con una potencia extranjera. No tenía una guerra civil. No había un conflicto político manifiesto en las calles. No había protestas ni piquetes. No había absolutamente nada. La primera bomba cae en el trolebús 305, que iba cargado de trabajadores. O sea, se arrojaban bombas sobre ciudadanos argentinos indefensos. Eso marca que fue un hecho único en la historia. Nosotros recordamos Guernica, como imagen de uno bombardeo, pero ahí había una guerra civil. En Argentina no la había.
—¿Y por qué se lo solapó? Tampoco las víctimas fueron recordadas nunca como merecen.
—No está escrita la historia ni hay memoria sobre esto. Para mí las causas fueron que (Juan Domingo) Perón, luego de ese hecho, quiso calmar las aguas. Rápidamente comenzó a arreglar los daños del bombardeo en la ciudad. A pesar de que los primeros discursos de Perón fueron violentos, luego intentó calmar las aguas. Otra cosa que ocurrió es que a los tres meses hubo un golpe de estado que destituyó al gobierno constitucional y comenzó un proceso dictatorial con presos y fusilamientos. Entonces las víctimas del bombardeo no tuvieron tiempo de expresarse.
—En entrevistas con personas que fueron víctimas, me expresaron que nunca contaron su experiencia ante una cámara o un micrófono. Nunca nadie les fue a preguntar, pero también ellos callaron. Los hijos de los que defendieron la ciudad, me dijeron que los padres les habían contado muy poco de esto. Porque querían resguardar a los hijos, a partir de la Revolución Libertadora, que puso presos a sindicalistas y fusiló gente. Y el tercer punto que para mí diluyó el hecho es que independientemente de un juicio de valor, el peronismo siempre tiene una proyección política hacia adelante. No reivindica a los muertos. Por ejemplo, en el caso de los fusilamientos de la famosa “Operación Masacre”, no hay mucha memoria sobre eso, salvo a partir de la obra de Rodolfo Walsh. Pero respecto a los muertos de Plaza de Mayo y los fusilados de 1956 no hay actos de restitución política. Si de algunas agrupaciones, pero desde el peronismo no. Las primeras manifestaciones del Estado respecto a este hecho fueron durante el gobierno de Néstor Kirchner, cuando Eduardo Luis Duhalde era secretario de Derechos Humanos. Fue la primera vez que el Estado elaboró un documento. Y la primera muestra con fotos y documentos sobre el bombardeo se realizó en junio de 2015, cuando se conmemoraron 60 años. Antes de eso sólo había dos placas, una en el Ministerio de Hacienda y otra en la Casa de Gobierno, que se pusieron después de aproximadamente 40 años. Es un hecho que no está contado y quedó diluido por la política.
—¿Cuáles son los antecedentes del avión como instrumento para ejercer la violencia política, que tienen su punto de culminación en el bombardeo de 1955?
—Una vez que empecé a profundizar, empecé a preguntarme por los antecedentes del uso del artefacto avión en represiones, este tipo de violencia de una desproporción gigantesca. Encontré casos de países europeos contra sus colonias en África y Asia. Después pasé a buscar en Argentina. La primera vez que se usó el avión con armamento de guerra para esta finalidad fue en 1924, para reprimir una propuesta indígena en Napalpí, territorio del Chaco. A los indígenas Quom y Wichis se les rebajó el salario, entonces se iban a trabajar al norte, a la zafra. El gobernador se quedaba sin mano de obra y los encerró. Arrancó una huelga, hasta que intervino Gendarmería y decidió una represión con cientos de muertos. Esta represión comienza con un avión del Aeroclub del Chaco, que fue alquilada por el gobierno. Lo voló un piloto militar y un civil con un Winchester que disparaba a los indígenas, que estaban indefensos. A lo largo de la Historia Argentina hay otros hechos. El uso del avión en el Golpe de 1930. En 1932 en La Paz los hermanos Roberto y Mario Kennedy intentan recuperar la democracia, toman la ciudad y son bombardeados por un avión. Luego hubo hechos en 1946, en 1951 y luego se produjo el bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio. Creo que por no tener un registro de todo esto, por no hacer una revisión crítica del uso del avión con esta desproporción, las acciones continuaron durante el enfrentamiento entre azules y colarados, donde murió mucha gente y terminó en la peor desproporción imaginable que puede ocurrir en el cielo: los vuelos de la muerte, durante la dictadura militar de 1976.