Jugó por primera vez en su historia una copa continental de la Conmebol, clasificó a otra (Sudamericana 2020), consolidó como nunca su promedio para tener tranquilidad deportiva y de “yapa” volvió a ganarle el clásico —un sello de su paso por esta ciudad— al rival de toda la vida. No hace falta decir que todo lo que está siempre bien en Unión se llama Leonardo Carol Madelón.
Así, el histórico “10” del Madelonazo en el ‘89, sigue agrandando en Unión su propia leyenda y —a la vez— la historia del club de sus amores. Ya nadie debe explicar porqué este es un amor correspondido. Todos recuerdan cómo le fue a Leo cuando se fue de acá (leáse Belgrano de Córdoba) y ningún tatengue quiere recordar lo mal que le fue a Unión cuando no lo dirigió Madelón en los últimos años (léase “Pomelo” Marini). Una vez más, en este fin de año, se plantea una sola meta: seguir creciendo. “Ahora Unión es conocido”, dijo en el sorteo de la Conmebol, donde otra vez el sorteo salió “bravo” (como le gusta decir a Leo): se enfrentará al Mineiro y tendrá que definir en el Mineirao contra el “Galo”.
Ese “amor clasificado” de Madelón con Unión le permite algunas licencias: perdió cuatro partidos seguidos, no pateaba al arco y le hacían muchos goles. Sin embargo, salió a jugar el quinto partido —para cualquier otro entrenador en otro club era telegrama de despido— ante Central y la cancha se venía abajo. Alentaban tanto al DT como el equipo. No ganó ese día, pero dejó de perder. Y se reinventó, empezó a sumar. Y ganó lo único importante que podía ganar en el semestre: el clásico. Otra vez lo hizo Leo: 1 a 0 de local.
Si uno observa el plantel que terminó este 2019 es mucho más lo que le falta que lo que le sobra. En el mercado de invierno, acertó y erró en las incorporaciones, como siempre. Pero antes de arrancar, la tesorería se frotó las manos: entres los jugadores propios (Britez y los hermanos Pittón) y uno “manoteado” (Zabala) entraron varios millones de dólares para oxigenar la crisis.
¿Qué necesita para crecer en el 2020?: tener menos lesionados que en este último semestre nefasto, que alguno de sus ofensivos “explote” con todo (Carabajal, Cavallaro o Bou) y acertar en los dos refuerzos más importantes que le traiga Spahn en este mercado de verano.
La competencia cuatripartita —Superliga, Copa Superliga, Copa Argentina y Conmebol Sudamericana— puede ser tan saludable por el orgullo como impiadosa por la seguidilla: desde que recibe al puntero Argentinos Juniors el 24 de enero hasta que juega la revancha en el Mineirao de Belo Horizonte el 20 de febrero casi no tendrá respiro en el almanaque el equipo de Leo Madelón.
No fue traumático el cambio de arco (Moyano fue más de lo que se esperaba) y viene manteniendo el 75 por ciento de la misma defensa (Martínez, Bottinelli y Yeimar) además del mismo “5” de juego (Nelson Acevedo). A esa idea de la repetitividad le saca provecho.
En el medio, ninguno de los refuerzos brilló como para “romperla”: Bonifaccio, Elías, Carabajal, Cavallaro. Y arriba, cuando mejor estaba Mazzola salió de pistas. Mi duda está con Walter Bou: otra sería la historia con un poco más de juego y menos pelotazos. Por eso, dicen, pidió “un 8 que juegue y llegue”.
En lo individual, el semestre que se va lo potenció a Yeimar Pastor Gómez Andrade, un cuevero colombiano que era desconocido para todos. Hasta que Madelón, otra vez, aplicó su receta: confianza, continuidad y funcionamiento colectivo. El moreno le agregó, a su rudeza física para marcar, llegada al gol y algunos lujos técnicos que “compró” la tele.
Nuevamente, el entrenador hizo de la crisis una oportunidad: si Unión vende al zaguero cafetero por el monto de la cláusula —ahora o en junio— habrá cerrado el mejor negocio de los últimos años: dos millones de dólares “limpios” por un jugador que Spahn compró en agosto de 2017 en cuotas pesificadas.
Se va un 2019 muy importante para el Tate: el esperado año del bautismo internacional, de la mano de Leo Madelón. Que no sólo lo hizo debutar en una Copa sino que en el 2020 lo hará jugar la segunda. Se dirá, y con razón, que hubo “mala leche” en los dos sorteos. Porque en la primera Sudamericana jugó y perdió en la altura con quien sería el campeón, ganando la Final Única en La Olla: Independiente del Valle de Ecuador. Y porque ahora —existiendo un largo listado de equipos desconocidos, debutantes y supuestamente “accesibles”— le tocar cruzar con el poderoso Atlético Mineiro de Belo Horizonte y para colmo definir en el mítico estadio Mineirao. Un fútbol brasileño contagiado por el efecto Flamengo y una ciudad —Belo Horizonte— quebrada por el descenso del Cruzeiro, algo que nunca había ocurrido en la historia. Entonces el “Galo”, rival tatengue, está dispuesto a tirar la casa por la ventana: se animó a negociar con Sampaoli y finalmente cerró un entrenador con credenciales como es el venezolano Rafael Dudamel. Este rival, el Mineiro, supone tanto o más riesgo que los ecuatorianos en la altura.
¡Pero qué lindo es estar pensando en el Mineiro y no en el promedio como le pasó al fiel hincha del Tate durante tantos años! Pensar en pasajes, en dólar solidario, en cuotas y en el famoso 30 por ciento antes que en las calculadoras.
Y el responsable de todo eso tiene dos nombres y un apellido: Leonardo Carol Madelón. El viejo “10” es mucho más que el ídolo reinventado al más exitoso entrenador de los últimos años.
Madelón es mucho más grande todavía. Hizo algo impensado: cambió la cultura deportiva de la institución de López y Planes. Hizo crecer al fútbol profesional, lo llevó del miedo al descenso al “problema” del Mineiro.
Leo le dio a Unión el pasaporte “express” para salir del país: en este año que se va lo hizo debutar en 2019 y lo metió en otra Copa Sudamericana para el 2020.
¡Chapó y Chapeau para el mejor francés en envase tatengue...!