Juan Manuel Fernández | @jotafernan
Si en lugar de aumentar impuestos, el gobierno argentino copiara la idea del electo presidente uruguayo la economía nacional podría renacer con la vieja receta de nuestros abuelos.
Juan Manuel Fernández | @jotafernan
El presidente electo de Uruguay Luis Lacalle Pou encendió el debate durante los últimos días al conocerse su plan para seducir a unos 100.000 argentinos que quieran radicarse en tierras orientales con el objetivo de fomentar la creación de nuevas empresas. A cambio propone beneficios impositivos y fiscales, en una demostración evidente de olfato político: a nadie escapa que la presión impositiva es la principal traba de la producción argentina y el motivo de mayor peso para migrar que puede tener un emprendedor de este lado del Río de la Plata.
Algunos políticos vernáculos posaron cierta incomodidad con la idea. Incluso hasta lamentaron que puedan decidir irse del país quienes “deben pagar impuestos”. Mientra tanto, en el interior productivo argentino la últimas medidas económicas, puntualmente el incremento de las retenciones, se perfilan como el golpe de gracia para muchos productores (espcialmente aquellos con menos escala o lejos de los puertos).
Este diagnóstico le llevaron en persona al Ministro de Agricultura y Ganadería Luis Basterra un grupo de dirigentes de Apronor, flamante entidad que busca representar al sector agropecuario del norte argentino. El funcionario los escuchó pero les dijo que en la administración nacional tenía más incidencia lo que decidieran en la cartera de economía. Desahuciados, luego del encuentro los ruralistas emitieron un comunicado bajo el título “Nos condenaron a desaparecer”. Allí transmiten la confirmación del ministro de que las retenciones se mantienen para ellos pese al informe muy detallado de los costos para producir granos y del impacto del impuesto. “Pero nada sirvió”, lamentaron. La decisión, aseguran, “solo traerá más pobreza y más tristeza a los abandonados pueblos del interior”.
Argentina, un vasto territorio con gran potencial agroalimentario, debería intentar la receta de Lacalle Pou, pero para atraer familias de la ciudad hacia el campo que quieran crecer económicamente para repoblar y dinamizar el interior productivo nacional.
Vamos en el rumbo opuesto y los resultados están a la vista: mientras el campo se transforma en desierto, en las ciudades se multiplican la miseria y la inseguridad.