Por Miguel Ángel Reguera
Por Miguel Ángel Reguera
Tal vez te vi por primera vez, con tu chaqueta roja y fusil al hombro, en un rincón de la caja de juguetes y libros que me regaló el primo Omar. Y él, vaya a saber, de qué otro primo te recibió, con esa solidaridad implícita que nacía del vínculo familiar.
En mi infancia tuviste que compartir batallas con otra generación de soldados que -tal vez- verdes de vergüenza (ya que no eran rojos), se justificaban en que venían a reemplazar al plomo, que según decían, era perjudicial para la salud. Ahora deben ser ellos, puramente plástico, los que deben sufrir el exilio y además tolerar las maledicencias de aquellos que los acusan de ser contaminantes por miles de años. La conciencia ecológica los atacó por varios frentes y nada pudieron hacer para resistir.
Sus enemigos, los indios, eternos perdedores en las películas de cowboys, tenían su redención en mis juegos y recuerdo que alguna vez los ayudaste a ganar algunos combates gracias a un bolón verde, que solía agarrar desprevenida a la guardia del fuerte. Seguro que te acordás de esas victorias, pues a mi no me cabía en mente que tu figura y uniforme reluciente se pudiera mezclar en medio de ese pelotón descolorido, que ya desde lo estético estaba condenado a la derrota. Nada podía ser más atractivo para los ojos de un niño, que esos rostros pintados, esas plumas de colores y montar un caballo pinto para vencer al enemigo, siempre tan poderoso como impío.
La adolescencia, la juventud y la adultez, te mudaron de cuarto, de repisa y de estatus. Pasaste a ser “de colección”, de los que ya no se hacen, “vintage” diría mi sobrino Marianito, “antiguo” aclararía Martín. Lo importante es que en tu mundo de juguetes, pudiste subirte a mi imaginación y guiarme por caminos donde el único límite era el llamado de mamá: “¡A tomar la leche!”.
Hoy, los chicos esperan recibir la play, el celu, visores 3D, auriculares y micrófonos. ¿Serán estos los soldaditos de plomo dentro de 30 o 40 años? Como sea, ellos también tienen su batalla perdida contra Cronos que todo lo devora. Pero no se la vamos a hacer fácil, antes de entregarnos vamos a dar pelea. Vamos, alistate, que ahí llegan More con Santi y tenemos que tirarnos al piso para enseñarles como eran nuestras batallas.
¿Que decís? ¿Que tenés una pierna rota y el fusil despintado? Ya lo se y no importa.
No te olvides que de tanto vivir en Argentina a mi también se me rompió un ala. Sin embargo hay que seguir volando, hay que seguir soñando, hay que seguir dando batalla pues los chicos se merecen que hagamos el esfuerzo.