“El principal motivo que contribuye a que los niños se lesionen o sean víctimas fatales en los accidentes de tránsito es que son trasladados de manera insegura en automóviles o motocicletas”, afirmó Lucas Navarro (MP 4.133), pediatra del Hospital de Niños “Orlando Alassia” y miembro del Comité de Prevención de Lesiones de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), ante la gran cantidad de siniestros viales que afectan a niños y adolescentes.
En el Hospital de Niños “se atiende un promedio de dos consultas diarias por accidentes de tránsito”, de las cuales, “el 50 por ciento precisa más de un día de internación y el 10 por ciento es derivado a Terapia Intensiva, se le realizan cirugías mayores y quedan con secuelas severas”, afirmó Navarro, quien considera a los casos como “una consulta frecuente”. Y luego aclaró que las cifras son de los últimos años ya que hoy no cuentan con estadísticas actualizadas. Pero “es probable que esas cifras se mantengan”, dijo.
En el orden nacional, las cifras oficiales en Argentina indican que en el año 2017 se produjeron 5.420 fallecimientos por siniestros viales (406 en la provincia de Santa Fe), de los cuales 324 (6%) correspondieron a niños menores de 14 años. Además, según estadísticas preliminares del Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV), en 2019 el 39,3% de las muertes se dio en la franja etaria de entre 16 y 30 años y el 43,5% de los siniestros correspondió a conductores de entre 17 y 30 años. En cuanto al horario de ocurrencia, 1 de cada 3 (34,5%) se originó entre las 6 am y las 12 del mediodía.
Si bien la mayoría de los eventos se da en zonas urbanas, son las áreas rurales las que se llevan el mayor porcentaje de decesos: 61,9%, mayoritariamente debido a que el exceso de velocidad en las rutas incrementa el grado de siniestralidad de los accidentes. Comparando 2019 con 2018, el propio ISEV reporta un aumento del 29,2% de los siniestros, con un 4% más de mortalidad y un 12,8% más de morbilidad (lesiones).
Las lesiones por accidentes de tránsito constituyen la primera causa de muerte y secuelas graves en niños y jóvenes. Al menos un tercio de estos niños viajaba en automóviles. El Sistema de Retención Infantil (SRI), también conocido como “sillita” o “huevito”, es de uso obligatorio y ofrece un elevado nivel de protección en la prevención de las muertes por tránsito. Reduce los casos fatales de lactantes un 71% y los de niños pequeños un 54%.
“Todo niño cuya estatura no supere el metro y medio de altura, debe usar un sistema de retención infantil (SRI). Según la Agencia Nacional de Seguridad Vial en Argentina —en promedio— sólo el 50 % de los niños menores de 4 años utiliza el SRI”, advirtió Navarro. También detectaron que el 90 por ciento de las “sillitas” son mal sujetadas.
Una investigación llevada a cabo por el Observatorio de Seguridad Vial de la Agencia Nacional de Seguridad Vial encontró que el nivel de desprotección en el traslado de niños se encuentra relacionado con el desconocimiento de la existencia de las “sillitas”, la falta de controles, la falta de acceso por parte de determinados sectores de la población y la permisividad paterna o materna para que sus hijos no la usen.
La Academia Americana de Pediatría recomienda que todos los menores de 13 años deben viajar en el asiento trasero; todos los niños deben viajar en un SRI mirando hacia atrás hasta los 2 años; luego hacia delante.
Con relación al traslado inseguro de niños en motocicletas, el trabajo registró la presencia de las siguientes barreras: existencia de una red de transporte público deficiente que exige a los padres resolver los traslados de manera alternativa; la oferta insuficiente de cascos para niños; la baja percepción de los riesgos asociados a estos modos de traslado; y algunos sesgos cognitivos como la omnipotencia y el exceso de confianza de los padres.
“Por otra parte, se detectaron barreras como la permisividad paterna o materna (a los niños les gusta viajar en la moto y los padres les dan el gusto) y la ausencia percibida de controles en la materia”, dijo, por su parte, el pediatra Osvaldo Aymo (MP Nº 6.166), desde el Comité de Prevención de Lesiones de la SAP.
Con respecto a los adolescentes y jóvenes, estos son más propensos a presentar comportamientos riesgosos en el tránsito que otros segmentos etarios por su inmadurez física y emocional, el proceso de formación de identidad, los estilos de vida asociados a la juventud, la presión de sus pares, el comportamiento impulsivo y la búsqueda de emociones.
En opinión de la pediatra Melisa Giovanini (MP 19.652) —miembro del mismo comité—, “en general, los jóvenes se encuentran particularmente dispuestos a asumir naturalmente más riesgos que el resto de la población, quizás sin siquiera ser conscientes de ello. En este contexto, las sustancias psicoactivas —entre las cuales se destaca el alcohol por su elevada prevalencia en la población— constituyen un medio que potencia los resultados negativos de esas conductas riesgosas”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) identifica a la conducción bajo los efectos del alcohol como uno de los factores de riesgo intervinientes en la problemática de la siniestralidad vial, señalando que conducir bajo tales efectos aumenta la probabilidad de ocurrencia de un siniestro y de que éste termine en muerte o traumatismo grave. Es por ello que desde este domingo 16 de febrero comienza a regir la alcoholemia cero en la ciudad.
“Además, la utilización del celular es un objeto distractor que interfiere en la atención en el tránsito, y el uso de auriculares disminuye la percepción de cualquier señal sonora y contribuye a la desconcentración”, completó Navarro.
“A la gente no le alarma las cifras, pero sí el coronavirus”
“A los pediatras nos alarman las cifras, pero la gente se alarma por el coronavirus”, dijo el médico Lucas Navarro respecto de la cantidad de niños lesionados y muertos en accidentes de tránsito. “¿Por qué sucede esto?”, se pregunta. “Porque el coronavirus es una epidemia, algo nuevo, a lo que le tenemos miedo; en cambio los accidentes son una endemia, nos vamos acostumbrando a que mueran 7 mil personas al año”, se responde. “Pese a que los números son alarmantes, la gente se acostumbra”, reflexiona luego.
“La estrategia más efectiva para mejorar esto es primero mejorar los controles: no uso de celular, no consumo de alcohol, uso del cinturón y de la sillita para niños, y velocidad —enumera Navarro—. Está estudiado que si se controla ello en unos cinco años se pueden disminuir al 50 por ciento las cifras de muertes por año. Lo hicieron España, Holanda, Australia y Nueva Zelanda y les fue bien. Acá los controles son mejores que hace unos años pero no eficientes, todavía son escasos”.
Pero además, los controles “tienen que estar acompañados por una multa proporcional, porque si la multa es muy cara no se paga y no cierra el sistema educativo sancionatorio”, dice el pediatra. “En Brasil, por ejemplo, la multa llega con la boleta de la luz; no se paga, se corta la luz”.