Cuando el gobierno nacional declaró la cuarentena los psicólogos del hospital seguimos trabajando, éramos parte del sistema de salud. No había excepción para los trabajadores de la salud. Al trabajar en un hospital, estábamos en medio del ruido de la pandemia, con todos los pánicos e inseguridades que esto trae. Parecería que todos éramos iguales en este mar de miedos e incertidumbres pero poco a poco se observaron las diferencias y un efecto directo en lo social, el otro se presentó como amenazante y esto generó un impacto en el acto mismo del cuidado en el personal sanitario.
Primeros efectos subjetivos
En este mar emocional, uno hace lo que puede, y apelé a leer, leerme en algún lado para calmar la angustia. Encontré algunos conceptos. En primer lugar, pienso que la pandemia pone al ser humano en un encuentro con su propia finitud y vulnerabilidad, en términos freudianos: la castración. Freud ya planteaba, que, a través de la historia, el hombre se ha enfrentado a grandes heridas narcisistas. Las epidemias podríamos ubicarlas en este lugar. A pesar de este contexto social actual donde el hombre con sus avances tecnológicos y económicos, son amplios y soberbios, se topa con un gran límite. Entonces, esta pandemia del coronavirus conmueve la estabilidad psíquica y emocional de cualquier sujeto, de cualquier comunidad y país.
Freud usa la metáfora del diamante para explicar cuando acontece un trauma. Cada sujeto, es como un diamante, cuando está en momentos de vulnerabilidad, como es éste, se va a fragmentar por las mismas grietas que tuvo siempre, al igual que el diamante, si se rompe, no se rompe caprichosamente por cualquier lado, sino por las grietas que lo han constituido. Así sucede, cada persona en estos días de cuarentena se podrá enfrentar con sus conocidas grietas internas, los mismos dolores y padeceres subjetivos habituales. Por eso, aquí tomo otro concepto fundamental: el de la singularidad, en donde lo que le pasa al otro es distinto a lo que me pasa a mí, puede tener puntos de unión, pero aquí cada uno lleva su historia, sus sentimientos, significaciones y sus desafíos.
A este malestar se suman los efectos del aislamiento, sobre los cuales seguramente habrán leído mucha información. En esta época hay un empacho de noticias e información a tal punto que ya no se sabe lo que se lee. Pero al encuentro con la finitud se le sumó el aislamiento. Realidad muy habitual en los pacientes de salud mental que los profesionales psicólogos, psicopedagagos y psiquiatras tratamos.
Tiempo de trabajo subjetivo
Entonces es un tiempo de elaboración, es tiempo de trabajo. Sí, de trabajar por el bienestar de uno mismo y del otro. Por su puesto que tendremos momentos de angustia, desesperación e incertidumbre, es parte de nuestro proceso, pero es un tiempo de construir nuestra salud mental. La humanidad está siendo desafiada en su capacidad, una vez más. Son tiempos de crecimiento. El crecimiento no tiene nada que ver con las exigencias de las redes de leer tal y cual cosa, hacer gimnasia, disfrutar a pleno de la familia y un gran etcétera. Más bien, el crecimiento tendrá que ver con un proceso subjetivo que como tal es un proceso personal que cada uno transitará como pueda y decida.
Cuando uno pone en palabra con otro lo que siente, lo que le pasa, ya está trabajando. Cuando el conflicto está del lado de la palabra, estamos trabajando. No solo como mera descarga sino también sirve para entender y dar sentido. Es tiempo de trabajar ese malestar viejo, histórico que ahora con esta pandemia vuelve a emerger en las superficies. Es tiempo de trabajar ese padecimiento, hacer hablar al síntoma. Es tiempo de trabajar los excesos. Y este tiempo de trabajo va desde lo subjetivo de cada uno hasta la realidad social de la inequidad social y económica histórica de la Argentina.
Tiempo de trabajo colectivo: la construcción de un cuidar ético colectivo
¿Entonces, que pasa cuando esa casa no es ese lugar seguro que nos permite este proceso? ¿Qué pasa en los barrios marginales donde es mejor estar afuera que adentro? Acá se visibiliza la inequidad en salud que es el reflejo de la sociedad misma ya que salud es un producto de complejas interacciones sociales, culturales, económicas, psicológicas y biológicas, como nos dice la Ley Nacional de Salud Mental. ¿Qué salud es posible si no se piensa en la salud colectiva? ¿Entonces cuando un gobierno dice #Quedateencasa a quién le habla? ¿Cuántas casas tendrán que construirse para que eso suceda? Digo, ediliciamente y simbólicamente. Es tal la inequidad que hoy el #Quedateencasa es un privilegio de clase, como decían muchos mensajes de las redes.
¿Cuidarnos? ¿Qué es cuidarnos cuando no está la equidad social? ¿Qué es cuidarse cuando la violencia y/o el consumo problemático de sustancias es la realidad cotidiana?
El cuidar ético es una construcción de política sanitaria. Esto es lo que se visibiliza claramente en este escenario de Pandemia. El único que puede proveer salud colectiva es el Estado, que ha quedado muy debilitado frente al avance de las lógicas neoliberales de la salud. ¿Podemos cuidar a la comunidad cuando un sector queda excluido? ¿Podemos construir salud cuando no consideramos la salud mental como un eje fundamental en las infancias y adolescencias actuales?
La apuesta en este tiempo de aislamiento podría ser esa. Encontrarnos cara a cara con la realidad social y escucharnos a nosotros mismos con la realidad interna en ese repliegue forzoso que se nos impuso.
Tal vez ese hogar ausente en muchos de los argentinos pueda ser el acto de cuidado, por ejemplo: la escucha, ese vínculo con el otro que está y escucha lo que te pasa. Por ahí puede comenzar la construcción de un cuidado genuino, ético del otro: la hospitalidad. Espero que esa hospitalidad no solo quede en manos de los hospitales con el enorme peso que esto tiene en todos los que somos trabajadores de la salud. Y, a su vez, ese hospital, cual sea, sea hospitalario en términos humanos.
Sin equidad no hay bienestar social posible. Sin Salud Mental no hay salud posible, sin salud colectiva no hay salud individual. No olvidemos. La Peste pone en la mesa esto: una necesidad de un construir un cuidado ético colectivo, buscando equidad, con políticas que alojen los padecimientos humanos actuales en forma integral y desde un paradigma de la complejidad.
Esta pandemia del coronavirus conmueve la estabilidad psíquica y emocional de cualquier sujeto, de cualquier comunidad y país.
Es tal la inequidad que hoy el #Quedateencasa es un privilegio de clase, como decían muchos mensajes de las redes.
Sin equidad no hay bienestar social posible. Sin Salud Mental no hay salud posible, sin salud colectiva no hay salud individual. No olvidemos.
(*) Psicóloga - Psicoanalista. Jefa Sector Salud Mental Hospital de Niños. Mgter. en Salud Comunitaria y Gestión Sanitaria. Docente de la Universidad Nacional del Litoral. Escritora e ilustradora de literatura infantil.