Por María Angélica Sabatier (*)
Calentamiento global es a cambio climático lo que pérdida de biodiversidad es a infecciones virales que devienen en epidemias o pandemias como la que nos tiene contra la pared.
Por María Angélica Sabatier (*)
Nada sencillo pensar el porqué de la pandemia desarrollada por la nueva cepa del coronavirus. Ante tanta catástrofe sanitaria, preguntas que se multiplican, respuestas que escasean.
Catástrofe sanitaria, no por el número de infectados -mucho mayor en el caso del dengue- ni a la cantidad de decesos, ya que mueren muchos más por desnutrición (8500 niños/día), hambre, agua no potable, y otras enfermedades o condiciones evitables. Ha sido la enorme velocidad de difusión del contagio y la modalidad en que se produce lo que ha dejado atónitos a los científicos, entre otras cosas. En cierta manera una metáfora de la voracidad y velocidad creciente con que el hombre, los llamados agentes productivos, van devorando los recursos naturales para generar y acumular bienestar, confort y renta.
Hay ya posibles explicaciones ensayadas de manera algo lineal que resultan más bien indicadores de hechos que concatenados de un modo u otro, han llevado a este estado de cosas. También han aparecido ya algunas voces que reflexionan en torno a coronavirus y cambio climático (https://www.clarin.com/opinion/coronavirus-cambio-climatico_0_HxKQIlA6.html) aunque no logran demostrar que haya una relación razonable entre ellos sin ir hacia raíces profundas de ambos fenómenos, planetarios sí, pero no directamente vinculados. Seguramente se deba a que ambos son efectos, no causas y, menos uno del otro.
Sólo cuando se hace foco de modo sistémico en cómo se han alterado -como resultante de un modo de producir y consumir- los de por sí complejos equilibrios ecológicos, es posible encontrar bucles relacionales traducibles en cadenas explicativas sin confundir causas con consecuencias.
Crisis climática es un efecto del calentamiento global. Coronavirus, como veremos, de la destrucción de hábitat y la pérdida de biodiversidad.
Un artículo muy reciente, basado en estudios científicos de inapelable calidad, expone una hipótesis de particular consistencia, que sitúa a los desequilibrios ecológicos redundantes en una considerable pérdida de biodiversidad como causa probable de la migración de distintos virus de los animales al hombre. https://ensia.com/features/covid-19-coronavirus-biodiversity-planetary-health-zoonoses/
El eje ambiente y salud, como emergente de una crisis civilizatoria sin precedentes, en foco de modo brutal.
Tres párrafos de dicho artículo, que a mi juicio contienen conceptos centrales.
“La investigación en salud humana rara vez considera los ecosistemas naturales circundantes” dice Richard Ostfeld, distinguido científico del Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas en Millbrook, Nueva York. Él y otros están desarrollando la disciplina emergente de la salud planetaria, que analiza los vínculos entre la salud humana y la salud del ecosistema, asunto prioritario en el que deberán suceder cambios significativos.
Kate Jones, del University College de Londres dice que el cambio debe provenir de sociedades ricas y pobres. “La demanda de madera, minerales y recursos del Norte Global conduce a los paisajes degradados y la alteración ecológica que provoca enfermedades. Debemos pensar en la bioseguridad global, encontrar los puntos débiles y reforzar la provisión de atención médica en los países en desarrollo. De lo contrario, podemos esperar más de lo mismo”, expresa.
Queda en cuestión el modo en que la sociedad viene generando la crisis civilizatoria, que termina acechándola, con la salvedad de que las responsabilidades son asimétricas.
Brian Bird, virólogo investigador de la Escuela de Medicina Veterinaria de Universidad de California expresa que “Estamos en una era de emergencia crónica. Es más probable que las enfermedades viajen más lejos y más rápido que antes, lo que significa que debemos ser más rápidos en nuestras respuestas. Necesita inversiones, cambios en el comportamiento humano, y significa que debemos escuchar a las personas a nivel comunitario”. Aquí aparece con nitidez eso de lo local-global, esto es cómo un asunto puntual se convierte de pronto en una cuestión global.
Tiene sentido marcar que la machacada lucha contra el cambio climático -que viene a ser algo así como luchar para bajar la fiebre en vez de atacar las causas de la misma- ha puesto en un segundo o tercer plano cuestiones como la pérdida de diversidad y sus efectos, configurando una espiral en torno al eje hábitat y salud que salta al estrellato cada vez que un brote viral es percibido como una amenaza.
Ahora la amenaza es planetaria, hay cientos de países afectados, cientos de miles de personas infectadas y un número de fallecidos que impacta porque se producen como en catarata y no gota a gota.
Así, como el calentamiento global generado por la enorme emisión de gases de efecto invernadero resulta ser la causa principal del cambio climático planetario, la constante pérdida de hábitat y biodiversidad aparece como la muy probable causa de la aparición periódica de virus que además de ir variando su apariencia, estructura y modalidad, desarrollan estrategias diversas. Entonces, calentamiento global es a cambio climático lo que pérdida de biodiversidad es a infecciones virales que devienen en epidemias o pandemias como la que nos tiene contra la pared. Un asunto harto complejo que quedó en muy segundo plano en la agenda de los poderosos.
Por eso esto que emerge como de súbito e inexplicable se está llevando por delante a los países más poderosos del planeta, gobernados por personajes que con el poder conseguido han desmantelado la infraestructura de salud, ¿o debería decir mejor de atención de la enfermedad?, han sostenido las prácticas que generan todo tipo de desequilibrio ecológico y social y han desfinanciando -o financiando selectivamente- áreas de producción científica. Así, podría decirse que es más lo que no sabemos que lo que sabemos, pero sobre todo que lo que se sabe no es tomado en cuenta y que los que saben no son escuchados como se debe.
Ocuparse de la salud es en primer lugar mantenerla, protegerla, no promover situaciones que la deterioren al punto de generar enfermedad y muerte. Y eso vale para todo el arco de actividad humana y tanto para la salud física como mental.
Retomando, entonces, catástrofe sanitaria es que no se escuchen casi las voces de los científicos que viene estudiando los efectos de los desequilibrios ecológicos en general y de la pérdida de biodiversidad en particular, sobre la salud humana. Algo tan viejo como la humanidad, pero apenas comenzando a tener entidad como campo de estudio de relevancia. Catástrofe sanitaria es que mueran todos los años cientos de miles de personas por enfermedades evitables y controlables como las asociadas al consuno de agua de dudosa o nula calidad, el dengue que ha extendido sus fronteras en la clarísima tropicalización de regiones antes caracterizadas por un clima templado con cuatro estaciones. Catástrofe sanitaria es que en pleno siglo XXI las personas mueran por hambre.
Catástrofe a secas es que esto se haya tornado cotidiano, que esté naturalizado, que los gobiernos apenas si lean las estadísticas resultantes y que las sociedades ricas se conformen con donaciones que suelen ser menores que las hechas para reconstruir Notre Dame.
Lo cierto es que esta “emergencia” trae muchas lecciones, muchas más de las que estamos viendo ahora. Lecciones que seguramente moldearán otro mundo del mañana. El que pensábamos ya no será. https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html.
Ya hay reflexiones al respecto. Yubal Harari por ejemplo, nos presenta al algunos escenarios, que no es seguro sean los únicos. https://www.infobae.com/economia/2020/03/20/yubal-harari-y-el-coronavirus-el-guru-futurista-alerto-sobre-los-riesgos-de-un-mundo-que-sera-completamente-distinto-despues-de-la-pandemia/. Como sea, algo ya ha cambiado y no tiene vuelta atrás: ya no podemos desconocer la enorme complejidad que implica habitar un mundo común.
Algo de esto nos aporta Edgar Morin, https://www.servindi.org/actualidad-opinion/18/03/2020/morin-lo-que-el-coronavirus-nos-esta-diciendo.
Ya no es sólo cuestión de coexistencia de distintas culturas como le gusta a algunos presentar la situación actual de la mano de imágenes de gentes que comen asquerosos -para algunos- bichos crudos; es mucho más que eso, es poner en sintonía los procesos de la naturaleza, buscar y sostener equilibrios ecológicos y pensar en la gente primero, las bolsas de valores y los mercados, después.
Que haberlo hecho al revés nos trajo hasta aquí.
La enorme velocidad de difusión del contagio y la modalidad en que se produce es lo que ha dejado atónitos a los científicos. Una metáfora de la voracidad y velocidad creciente con que el hombre, los llamados agentes productivos, van devorando los recursos naturales para generar y acumular bienestar, confort y renta.
(*) IRH, Magister en Gestión Ambiental. Docente-Investigadora FADU-UNL