Cristina Alejandra Sandoval fue asesinada de un tiro en el rostro el 18 de abril de 2017, en barrio Scarafía, en una vivienda de calle Arzeno al 7300. Este jueves, en plena pandemia por coronavirus y con todas las medidas de seguridad sanitaria, concluyó el juicio oral que tuvo a su ex pareja en el banquillo de los acusados. El tribunal pluripersonal, integrado por los jueces Jorge Patrizi, Gustavo Urdiales y José Luis García Troiano, resolvió por unanimidad condenar a prisión perpetua al hombre, llamado Pedro Antonio Toledo (hoy tiene 41 años), como autor del femicidio. Los magistrados avalaron así la investigación realizada por los fiscales Gonzalo Iglesias y Cristina Ferraro. La defensa fue ejercida por los abogados Héctor y Agustín Tallarico.
Según pudieron reconstruir los funcionarios del Ministerio Público de la Acusación, la madrugada del día fatídico Cristina estaba en la casa de una vecina, cuidando a sus pequeños hijos. Es que la madre de los chicos (de 15, 9 y 5 años) viajaba a diario a la cuidad de Gálvez, donde se desempeñaba como empleada doméstica.
Eran aproximadamente las 2 cuando Toledo irrumpió en el lugar. Entonces, “echó” a los dos niños de mayor edad. “Vayan a ver una película y a comer pororó a la casa de Cristina (el inmueble estaba a pocos pasos de allí)”, les dijo. El más chiquito dormía.
Siempre en base a la hipótesis de los fiscales, Toledo cerró la puerta con llave. Fue entonces que la pareja volvió a discutir con gran violencia. El hombre estaba armado y terminó disparándole en el rostro a la mujer, que cayó agonizante y murió poco después.
El asesino escapó, pero se entregó en sede policial unas catorce horas después. Entonces les indicó a los investigadores dónde estaba el arma de fuego, una rara “pistola de bolsillo” calibre 0.635. No obstante, aseguró que él no había disparado, sino que la mujer se había suicidado y que luego escapó porque se asustó. La misma versión se escuchó de su boca durante el proceso oral. Dijo, entre otras cosas, que tenía una muy buena relación con la víctima y que ella “siempre le tenía la comida lista cuando él volvía de trabajar”.
A lo largo del juicio, declararon testigos del entorno familiar del acusado, que lo describieron como una persona buena y trabajadora. También hicieron uso de la palabra algunas vecinas de Cristina, que relataron historias de violencia y abuso de parte del imputado para con la víctima. Lo concreto es que el episodio trágico ocurrió puertas adentro y sin testigos.
Los peritajes fueron fundamentales. Es que en primer lugar permitieron determinar con precisión que la bala que quedó alojada en el cráneo de Cristina salió del arma que había ocultado Toledo. También se comprobó que en la pistola no había material genético de la víctima (por lo tanto, no la habría manipulado). Finalmente, con un “barrido electrónico”, se detectó residuos de un disparo de arma de fuego en una manga de la campera que esa madrugada llevaba puesta el acusado y que también tenía manchas de sangre de Sandoval.
Por otra parte, el ángulo del disparo (de frente y levemente de arriba hacia abajo) y la distancia aproximada hacen difícil suponer que la misma mujer fuera quien accionó el arma.
Toledo fue hallado autor de homicidio triplemente calificado (por ser perpetrado mediante el uso de un arma de fuego, por el vínculo y por ser cometido por un hombre en contra de una mujer, mediando violencia de género).
El fiscal Iglesias sostuvo que “todo se dio en un contexto de violencia de género en el que se estaba inmersa la víctima. El femicidio se inscribe en una conflictiva relación de pareja que el acusado mantenía con Sandoval, caracterizada por el empleo de violencia física, psicológica y moral”.
Los fiscales también habían acusado de Toledo por una tentativa de homicidio que habría ocurrido instantes después del ataque a Sandoval.
Una de las primeras personas en llegar al lugar fue un vecino llamado Marcos David Ceccarosi. En los días posteriores, al prestar declaración en sede de la Policía de Investigaciones, este hombre relató que al encontrarse con Cristina herida de bala se desesperó y dijo que iba a llamar a la policía para pedir auxilio. Afirmó también que en ese momento, Toledo le apuntó y le gatilló con el arma, pero afortunadamente el mecanismo falló y la bala nunca salió.
No obstante, Ceccarosi se desdijo durante el juicio y manifestó que lo que se leía en su declaración de ese día no era lo que él había contado. También habló de cómo se tuvo que mudar del barrio, porque tuvo “invonvenientes” con la familia de Toledo. “Me miraban mal y me agredían con palabras”, confesó.
Una hija de Cristina Sandoval, por su parte, recordó al prestar declaración que cuando llegó a la escena del crimen escuchó que Ceccarosi le decía a otra persona que Toledo estaba “re loco” y que a ellos también les había “gatillado”.
Para los jueces, no hubo pruebas suficientes.