Esta parecía una prueba piloto de cuento. Parecía el cuento de un ensayo que no es lo mismo que el ensayo de un cuento. En otras palabras, este es un cuento del que no me hago cargo porque ya no depende de mí. Él ha decidido su independencia y se arriesga al papelón. No quiere que lo escriba, pretende hacerse solo: anhela ser un cuento por su cuenta. No tiene ni quiere pedigrí, se autodenomina un desclasado, un “des-generado”.
En su narrativa desprejuiciada o fuera de juicio, gira el mapa y pone el mundo patas para arriba. Antojoso, en la cabecera de su insólito mapainmundi se ubica Masdemascar y, a los pies, un servidor: los Estados Hundidos de Nueva Short.
En pos de la ciencia fricción: tachona los almanaques para que un día dure cien años de soledad macondos, para que una siesta dure veinte mil leguas de viaje uterino, para que un mes primavere crepuscularmente en la mirada de Scheherezada. Agrega feriados con cualquier pretexto de fiacosa festividad pantagruelesca.
Promueve las efemérides del carnaval criminal de la calle Morgue. Exalta un santoral de senos en sazón muy dulcineos... No quiere envejecer aunque -percibo- su rastro de prosa lo traiciona... ¡No se da por vencido! Extorsiona a las musas con honores y holocaustos de jovencitas cenicientas maltratadas por sus madrastras.
Este relato ha pasado de las palabras (¡Mis palabras!) a los hechos (¡Sus hechos!). Reniega de los finales abiertos. En realidad, no desea finalizarse. Pretende abrir un juego cíclico de nunca-acabar.
Su ambición de perpetuidad no tiene escrúpulos y aglomera cómplices: a los malvados asesinos prometió impunes baños de sangre... a las brujas, hechizos infalibles y suculentos niños envueltos en desenlaces alternativos... a los dragones, llamaradas incontenibles de príncipes azules achicharrados... a los enanos, licencia con goce de sueldo y una Blanca Nieves per cápita... a los monstruos, abominables mundos donde son amados y considerados admirables modelos de elegancia que imponen justicia devorando antipáticos vertebrados... A todos ha seducido poniendo voz aduladora en la herida de su postergación y caricias seductoras en la piel de su ambición de protagonismo...
Ahora lo miro o lo leo... Se ríe estruendosamente porque se jacta de ser más concreto que yo. Engreído, se burla porque estoy borroneado por un precario dios caprichoso; porque soy el monigote de una divinidad que yo mismo me improvisé en las alturas de una fábula inverosímil. ¡Soy el tentempié de la glotonería de Cronos! ¡Finalizo! ¡Perezco sin prórroga! ¡Él me sucede!