Cheves, el que vino con el "Vasco" y acá se hizo eterno
Rubén era coordinador de Estudiantes de La Plata y llegó a principios de 1972 por pedido de Urriolabeitia, para despedirse de Santa Fe en 1978. A los 82 años, desde la lejana Neuquén, abre el baúl de los recuerdos a pedido de El Litoral.
Después de diez largos años, la lejana y hermosa Neuquén apareció por estas horas completamente nevada. Las calles están todas blancas, igual que el poco pelo que le queda al gran maestro Rubén Cheves, formador inolvidable de una camada extraordinaria de jugadores sabaleros que llegaron a brillar con la sangre y luto en la Primera División del fútbol argentino.
Desde ese lugar, más de ensueño que nunca por la escenografía de la nieve, El Litoral ubicó —gracias a amigos con Rubén Bucci de Sunchales, el “Chueco” Robledo y el “Gringo” Zuliani— a Rubén Cheves, ese ladero que llegó con el “Vasco” Urriolabeitia en los inicios de la década de los años ‘70 a Colón y marcó a fuego seis años de oro en la entidad del Barrio Centenario.
A los 82 años, el “Mago” prepara la cena y disfruta de un vinito reparador en Neuquén junto a su hija, Adriana. A esta altura de su vida, así como durante tantos años se dedicó a formar jugadores en Colón, ahora le pone todas las energías a “formar nietos”: Macarena, Maximiliano, Facundo y Lautaro.
—¿Cómo se da aquéllo de Colón con el “Vasco” Urriolabeitia?
—Yo termino de jugar profesionalmente en Estudiantes de La Plata en 1968 y ahí el club me premia con un cargo de orgullo, para esa época y en ese club: Director General del Fútbol Menor. Me quedo hasta diciembre de 1971, cuando se produce un cambio de Comisión Directiva. Entonces, llegó el momento de salir de “mi casa”, porque Estudiantes fue, es y será mi casa.
—A Santa Fe primero llega el “Vasco” y después usted...
—Claro, era todo un desafío salir de Estudiantes. Es así: Juan Eulogio llega primero y me lleva. Obviamente, le dije que sí.
—¿Cómo era ese Colón de los ‘70 con lo que usted observa ahora?
—Hace mucho que no voy a Santa Fe, veo los partidos de Colón por televisión. ¿Sabés qué?: ahora cuando veo el estadio todo “coqueto”, lindo, cerrado y terminado, tengo grabada en mi mente la imagen de cómo se llenaba de agua esa zona cuando llovía. Había que hacer malabares para entrar. Y, además, obviamente, sin tantas tribunas y altas como ahora.
—¿Cambió mucho el fútbol formativo, el de inferiores o “menores” como lo llamaban en esos tiempos que pasa de Estudiantes a Colón?
—Claro que se notan los cambios, en divisiones menores todo es distinto. Nosotros veníamos de esa línea formativa: Malbernat, “Bocha” Flores, Verón padre...¡Cuántos recuerdos me hacés sacar! Siempre Estudiantes nos formó y luego formamos, cuando fuimos a Colón, con dos palabritas: trabajo y orden.
—Si bien tiene nietos varones que podrían ser hoy, por edad, aquéllos jugadores, debe ser un giro total en todo sentido
—Mirá, las divisiones menores salían y tenían que viajar de traje. Algunos clubes, en el peor de los casos, con buzo. Nosotros, en esos tiempos de Estudiantes de La Plata, aunque no lo creas era salir con los chicos vestidos de saco y corbata. ¡Imagináte los vestuarios de esos tiempos y en inferiores!. Los colgábamos en clavos que estaban perdidos en las paredes de cada “camarín”. Tenías que estar bien arreglado y bien peinado, por sobre todas las cosas.
—¿Y cómo fue ese “uno-dos” con el “Vasco” en Colón?
—Estábamos acostumbrados, yo venía de estar en cuarta y muchas veces ya era el ayudante de Juan Eulogio. Todo era asesorado por el “Vasco”. Llegábamos a Colón a la mañana y nos íbamos cuando ya era de noche.
—¿En su caso específico como se dividía el trabajo?
—A la mañana, trabajaba con la tercera o reserva, como la llamaban. Y a la tarde lo hacía con todos los chicos de las divisiones inferiores.
—¿Qué imágen le viene a la mente, en un golpe de ojos, de esos años en Colón?
—Es que era otro club y otra ciudad. Nada que ver, todo distinto y todo cambiado. Nosotros nos íbamos a un parquecito —hace referencia al Parque del Sur— y también en una especie de pozo u olla abajo de la Autopista.
—¿Y del Cementerio de los Elefantes, la cancha principal, cuál es su recuerdo más fuerte de esos años?
—Más allá de lo pasional de la gente de Colón, nosotros teníamos que poner pedazos de maderas y tablas en el túnel para entrar a la cancha porque ese lugar se llenaba de agua cuando el río crecía. Esa imagen no me la olvido más cuando veo el estadio por televisión. Igual, siempre cuidábamos la cancha principal: se la usaba lo menos posible.
—Muchos dicen de ustedes: “Mirá que el “Vasco” y Rubén Cheves, eran bravos”...¿Era una fábula eso de la mano dura?
—Queríamos trabajo, respeto y orden. Los hacíamos correr atrás de la platea.
—¿Qué les hacía hacer que los “mataba”?
—Mirá, los hacíamos correr, tenían que agacharse, agarrar una piedra y tirarla al costado. Repetir esa rutina y juntarla. Eran tiempos de mucho sacrificio, no quedaba otra.
—Imagino la cancha del costado, la “auxiliar” como se llamaba, lo que tiene que haber sido por esos años...
—No había que poner excusas: la pelota al lado del pie con buena velocidad. Las piedras no interesan. Se trabajaba mucho con la pelota. En cuanto a las piedras y los pozos, recuerdo que los arqueros lloraban: ¡no se querían tirar al piso!. Había que obligarlos a trabajar y respondían. ¿Sabe qué pasa?
—Lo escucho Rubén...
—No faltábamos nunca y eso al jugador le llega...
—Desde 1972 hasta 1978 que estuvo en Colón hubo varias planillas firmadas por usted como DT de Primera también...
—Sí, algunas veces que Juan no pudo y cuando se iban los técnicos, me tocaba agarrar a mí el equipo, pero de manera interina y para dar una mano.
—¿Se vino con la familia a vivir? ¿Qué recuerda de Santa Fe?
—Nos fuimos a vivir al fondo del Boulevard, en la calle esa que está a la vuelta de Canal 13, una zona hermosa. Me acuerdo que donde terminaba la cuadra, había una cervecería. Y lo más lindo era poder salir a pasear por esa Costanera increíble que tienen ustedes ahí en Santa Fe.
—¿Qué recuerda de los dirigentes?
—Me acuerdo de Salerno y del ingeniero De Bianchetti, por ejemplo. Pero siempre recuerdo que cuando se hablaba de los dirigentes en Colón lo nombraban a Ítalo Giménez como un prócer.
—Para completar esa línea de laburo, órden y trabajo, con lo del profe completito ¿no?
—El “Cabezón” Solé, un gran profesor...el clásico preparador físico. Te puedo asegurar que corrían como loco. Era rara la relación de los jugadores con el profe, porque los exprime y los tiene bailando, pero siempre el futbolista le cuenta sus problemas al profe.
—En sus memorias personales anotó: “en Colón hubo pautas establecidos a largo alcance donde de promocionaron juveniles que en el futuro alternaron en Primera División”
—Siempre me gustó escribir cosas de cada club, pero además antes era así: el proyecto era a largo plazo porque se respetaba y se cumplía.
—Sigo: en ese escrito suyo habla de “Villaverde, Zimmermann, Edgard Fernández, Trossero, Leroyer, Pasculli, Mazo, Brítez, Marioni, Carmona, Fertonani, Villarruel” como los frutos profesionales de ese semillero amateur. ¿Algún recuerdo en especial?
—No había misterios. En el caso del “Vasco”, siempre priorizaba y machacaba que el jugador “tenía que saberle pegar”. Si usted repasa ese listado, todos jugaban bien a la pelota, sabían pegarle como quería el “Vasco”. Lo que hicimos, en el inicio de ese proceso, traer una camada de Estudiantes de La Plata que habían quedado libres, los conocíamos y el “Vasco” sabía que nos podían servir en Colón. Y fue así nomás.
—Más allá del gesto técnico y la condición de todos los que nombró, ¿alguna historia en particular?
—Era toda una historia lo de Pedrito Pasculli, por el tema familiar: muchos hermanos, muchas privaciones y necesidades de verdad. Lo que pasa que uno veía las condiciones de Pedrito y se veía venir. Por eso lo llevamos con nosotros a la pensión. Era joven, pero empezamos a subir a los de abajo en Colón, porque sobraban los jugadores.
—Todo el mundo habla de esta “cuenca futbolera” que es Santa Fe y zona
—En esos tiempos, lo único que había que hacer era ir a los potreros. ¡Había buenos jugadores por todos lados!
—¿El siguiente paso era, a ese “fulbito libre”, agregarle órden táctico, forma física y disciplina?
—Hay que marcar pautas. En esa recordada Tercera de AFA Campeona con Estudiantes de La Plata, le pedíamos a cada jugador que tuviera una pelota, para que se dediquen a entrenar y no charlar. Casi todos, después, llegaron a Primera y fueron campeones.
—Por esos años dorados en Colón se hablaba mucho de dos “nombres pesados”, que eran el “Vasco” Urriolabeitia y el “Gitano” Juárez. Usted estuvo con los dos en Colón: ¿eran realmente tan distintos?
—Mirá, el fútbol es uno solo y será un solo siempre. Pasa que era otro estilo, por llamarlo de alguna manera...¿Sabés como dirigía una práctica el “Gitano”?: se paraba en el medio de la cancha, prendía un cigarro y desde ahí gritaba, siempre mascando coca.
—De nuevo la pregunta: ¿más fábula que realidad lo del “Gitano” mascando coca?
—Realidad. Te cuento una tremenda del “Gitano”, con quien yo había sido compañero. No me acuerdo por qué voy a Tucumán y él se queda. Entonces vino, me dio un “bollito” con plata y me dijo: “Andá a tal farmacia, enfrente de la plaza, nombráme a mí con el farmaceútico y comprame coca para mascar”.
—En el fondo, alguna diferencia había entonces...
—Es que el “Gitano” era un tipo muy vivo para el fútbol: priorizaba más el “potrero”, la habilidad y el toque. El “Vasco” imponía órden recto y no tantas libertades. Pero los dos tenían un gran mérito: sabían elegir, conseguir y convencer a los jugadores. En Colón se dieron cuenta de eso con los dos, con el “Vasco” y con el “Gitano”.
Archivo El Litoral El Litoral...siempre El Litoral El habitual balance del gran diario de Santa Fe de lo que había sido la temporada y el gran trabajo de Rubén Cheves con las inferiores sabaleras. Abajo, la entrevista mano a mano de Enrique Miguel Cruz con el protagonista de esta entrevista, Rubén Cheves, que hoy tiene 82 años y vive en Neuquén.
El Litoral...siempre El Litoral El habitual balance del gran diario de Santa Fe de lo que había sido la temporada y el gran trabajo de Rubén Cheves con las inferiores sabaleras. Abajo, la entrevista mano a mano de Enrique Miguel Cruz con el protagonista de esta entrevista, Rubén Cheves, que hoy tiene 82 años y vive en Neuquén.Foto: Archivo El Litoral
Siempre lo “pinchó” Estudiantes
Un 27 de diciembre de 1958, debutaba, en la Primera de Estudiantes de La Plata, Rubén Francisco Cheves, bajo la conducción técnica de Alberto “Mocho” Viola. Fue en un partido de la 30ma. fecha del campeonato de ese año, que se extendió hasta los días de entre fiestas por la postergación del torneo, durante dos meses, debido a la participación del Seleccionado nacional en el Mundial de Suecia.
Rubén Cheves jugó en Estudiantes, entre 1958 y 1966: 123 partidos oficiales por torneos regulares de AFA y convirtió un sólo gol, a Chacarita, en 1965. Esa tarde de su debut, Estudiantesle ganó 5-4 a Argentinos Juniors. El “Pincha” formó con Castro; Cheves y Stringa; Polischuk, Zapa y Moreno; Ruggeri, Koroch, Infante, Antonio y Stork. DT: Alberto Viola.
Como entrenador, al dejar el fútbol en 1968, Estudiantes lo pone a cargo de todo el fútbol menor. En diciembre de 1971 se aleja y en enero de 1972 ya estaba trabajando con el “Vasco” en Colón: se quedó hasta el año 1978.
En el ‘79, otra vez a casa en 57 y 1: primero a cargo del semillero, pero luego ante el alejamiento de los dos entrenadores de Primera —temporada 1980/1981—, que eran el “Piojo” Yudica y Carlos Pachamé, se hace cargo de la primera “pincharrata” y lo salva del descenso. “Inexplicablemente, a finales de 1981 me cierran el contrato”, explica con mucho dolor a pesar de los años que pasaron.
Al año siguiente, en 1982, crea junto al profesor Francisco Patterno una Escuela de Fútbol propia. Al año siguiente, lo llama Independiente de Neuquén, ciudad donde actualmente reside. “Despunté el vicio de dirigir equipos regionales hasta hace algunos años”, cuenta desde esa ciudad patagónica a El Litoral.
“La gente de Santa Fe era maravillosa, siempre había tiempo y espacio para tomar un liso. Pensábamos, en un momento, que nos íbamos a quedar a vivir: es más nos habíamos comprado una casa en Santo Tomé, que luego vendimos” Rubén Cheves, ex formador y DT de Colón