“El invierno está sobre mi cabeza, pero en mi corazón hay una eterna primavera”, Víctor Hugo.
¡Ay! de esos sueños en los que tienen banca y están de punto y viceversa; es que mis sueños siempre van de punto, y si bien los banco hasta el final, los muy inquietos cambian de color, no me dan bolilla, ni puedo gritar ¡bingo!, y nunca, pero nunca son fija. No soy cabulero ni jugador; las quinielas y bingos siempre me fueron esquivos en suerte. Nunca fui bueno en el “Truco”, será porque nunca supe mentir... se me nota mucho, nunca supe medir las cartas, nunca pude contar los puntos, ni de flores ni de mano, todo era un entrevere de guiños, besos, miradas casi obscenas; me gustaba la hembra pero el macho siempre estaba arriba, el ancho falso brilla pero no pincha, las negras son un par de tipos con calzas ceñidas y rubios, de las señas particulares, ningunas; ni las buenas ni las malas, ni el envido ni la falta, quiero y no quiero y si te reviro o si me quedo “ahí nomás”, el truco es para magos, yo, me voy al mazo.
Mis sueños tienen banca, se apoyan y dan un buen sostén a mis Peisadillas, sin los sueños soy solo un inerme caminante, solo una persona desprovista de fantasías, con los pies pegados al piso y nada más. Los sueños risueños se atienden por su propio dueño, pero al plasmarse en estas letras, ya son de todos.
De todos y todas son los días que nos suceden, estos días que mucho tienen de aciagos, nos encuentran sometidos al frío clima, al aire infestado de corona, a deudas impagas, a préstamos insalvables, a servicios impagables y a una especie de “día de la marmota” (genial película de los 80’s en donde el protagonista vivía el mismo día una y otra vez), a un constante “dèjá vu” de lo que viene y que estoy seguro y lo juro por el día que pasó, que ya fue igual y será idéntico al que viene.
“Perdón, perdón que grande soy” (va marchita de los muchachos que todavía están todos unidos), pido perdón por adelantado y en cuotas sin intereses si es que mi sueño de risueño tiene poco y nada. Hay que sobrevivir al invierno, nosotros los viejos sabemos de inviernos (infiernos) pasados, y hoy más que nunca, este invierno (infierno) no tiene nada de encantador.
Hoy mi sueño tiene fruncido el ceño, mis recuerdos de antaño se avejentan cada año, pero los llevo con inmanente presencia. Cosa rara la memoria, que sale al rescate de los recuerdos que creía olvidados, y que olvida las llaves que yo creía encontradas. La sutil y etérea materia de la memoria añeja se materializa con más fuerza en mis recuerdos añosos que en los hechos recientes o del día anterior. Cosa de viejos, cosas de la edad, cosas de esta pandemia que me produce cosita.
Yo te banco, banco de la plaza. Te banco con las palomas, te banco a la sombra de un sauce o un palo borracho, y te banco de cara al sol en los fríos inviernos o húmedos otoños, yo te banco, banquito matero, con los pies apoyados y las plantas de mis pies sobando el aire que llega del río, la pava humeante y el compartido mate que ahora se vistió de infusión egoísta y solitaria; yo te banco mate en jarrita, de palotes flotantes y aguado sabor a casi yerba.
Flotando en mi ensueño de recuerdos de verano, recordándome de andar libre y sosegado, pateando las calles y veredas, mirando los rostros despoblados de barbijos y con andares felices, yo te evoco, y no me desboco, desandando los entretejidos de la vetusta memoria me encuentro, otra vez, de cara al sol, eterno sonriente de “giocondesca” ascendencia.
Pletórico espero que pase lo que pasa, deseando que los días no se parezcan tanto entre sí. Y en el mientras y en el tanto, nuestra Argentina se debate sobre qué fase se posiciona con respecto a la pandemia, los runners ya no corren con ventaja, AMBA se relaja y los números se rajan al cielo; que somos anti o somos cuidadosos; que si nos enamoramos de la epidemia o hacemos de la laxitud una bandera.
Y yo, acá estoy, de cara al sol de Julio, sabiendo que es un día más, y que es un día menos. Menos mal.
Hoy mi sueño tiene fruncido el ceño, mis recuerdos de antaño se avejentan cada año, pero los llevo con inmanente presencia. Cosa rara la memoria, que sale al rescate de los recuerdos que creía olvidados, y que olvida las llaves que yo creía encontrada.
La sutil y etérea materia de la memoria añeja se materializa con más fuerza en mis recuerdos añosos que en los hechos recientes o del día anterior. Cosa de viejos, cosas de la edad, cosas de esta pandemia que me produce cosita.
Yo te banco, banco de la plaza. Te banco con las palomas, te banco a la sombra de un sauce o un palo borracho, y te banco de cara al sol en los fríos inviernos o húmedos otoños, yo te banco, banquito matero, con los pies apoyados y las plantas de mis pies sobando el aire que llega del río.