Por Raúl Ochoa y Gómez
Nadie discute la necesidad de generar mecanismos de ayuda en la situación actual, pero un gran problema de la Argentina es que, si no se utilizan las herramientas necesarias para generar trabajo y poner en marcha el deteriorado aparato productivo nacional, los subsidios tienden a perpetuarse generando un déficit fiscal crónico.
Por Raúl Ochoa y Gómez
</TEXTO>Los efectos de la pandemia sobre la actividad económica mundial no paran de generar interrogantes y controversias entre los economistas en cuanto a sus efectos y posibles soluciones. Sin embargo, parece haber cierto consenso en utilizar políticas expansivas de tipo neo-keynesianas. Si bien todavía no se sabe la dimensión real de todos los paquetes de ayuda a nivel mundial, la semana pasada se confirmó que la Unión Europea ha acordado un plan para impulsar la economía con U$S 840.000 millones tomados del sistema financiero. Por su parte, Estados Unidos elabora un nuevo paquete fiscal que brinde alivio a individuos y empresas, su monto aún está en discusión entre demócratas y republicanos, pero se estima en un número no menor a los U$S 1,5 billones, en un marco donde El Comité para un Presupuesto Federal Responsable (CRFB) proyectó para este año un déficit fiscal cercano a los U$S 4 billones (algo así como el 19% de la producción nacional).
En el mismo marco, para Argentina se estima un déficit fiscal primario de alrededor del 7%, este número no parece tan grande en el contexto mencionado, sin embargo, sería el más alto de los últimos 30 años. Además, se da en un contexto de caída constante de la economía -se estima un 10% pero podría ser mayor dependiendo de la evolución de la pandemia y el consecuente aislamiento- lo cual genera un contexto muy distinto al del hemisferio norte.
Al mismo tiempo, Estados Unidos y la Comunidad Europea, ataron los paquetes de ayuda al establecimiento de planes y programas de inversiones previamente definidos por cada Estado miembro y prevén una la devolución total de los fondos y el equilibrio fiscal en los próximos años. Mientras tanto el presidente argentino declaró que “no cree en los planes económicos...” y sus acciones parecen ser coherentes con sus creencias, ya que el aumento en el gasto público se dirigió principalmente a subsidios como el IFE, ATP, AUH y el congelamiento de tarifas, pero no aparece en los discursos del presidente ni en la voz de ninguno de sus ministros, un proyecto real o, aunque sea un mínimo lineamiento de hacia dónde va la economía Argentina.
Nadie discute la necesidad de generar mecanismos de ayuda en la situación actual, pero un gran problema de la Argentina es que, si no se utilizan las herramientas necesarias para generar trabajo y poner en marcha el deteriorado aparato productivo nacional de tal manera que se genere una salida real y sostenible a esta crisis, entonces los subsidios tienden a perpetuarse generando un déficit fiscal crónico que no es posible financiar <IC>ad eternum<XC> y que como sabemos genera crisis recurrentes en la balanza de pagos, problema de inflación, endeudamiento, etc.
En definitiva, el problema no es el déficit fiscal o los paquetes de ayuda económica actual -que en realidad son pocos y mal direccionados- sino, que no se encuentra una manera sostenible de financiarlo, ya que no existe disponibilidad de ahorros, ni moneda estable, ni acceso al crédito, tampoco parece estar diagramándose una salida ordenada de una cuarentena que lleva más de 120 días, ni explicándose cómo se van a recuperar los más de 900.000 puestos de trabajo perdidos o las 40.000 empresas cerradas.
La nueva realidad económica y social compleja y vulnerable requerirá de nuevos consensos para tratar los viejos y nuevos problemas. Entre ellos, será necesario un nuevo esquema tributario que busque potenciar la competitividad argentina, teniendo en cuenta que, si bien la recaudación tardará en acomodarse, un aumento de impuestos solo generaría un ahorcamiento mayor a la economía. Por otro lado, las demandas de asistencia social permanecerán altas y deberán ser atendidas, pero tratando de generar futuros mecanismos de reinserción laboral de manera tal que se genere un diseño integrado de impuestos y subsidios que permita impulsar la economía y reconstruir nuestro PBI.
Una vez John Maynard Keynes sentenció “Lo inevitable rara vez sucede, es lo inesperado lo que suele suceder”. En la Argentina lo inevitable ya sucedió, ¿vamos a dejar que suceda lo inesperado? Todavía queda tiempo para que el gobierno haga una buena lectura de la realidad, “repiense” su idea sobre la importancia de los planes económicos y tome las acciones necesarias para salir lo mejor posible de esta situación compleja, condicionada por factores externos, pero sobre todo por problemas estructurales internos. ¿Lo hará?
</RESALTADO>Nadie discute la necesidad de generar mecanismos de ayuda en la situación actual, pero un gran problema de la Argentina es que, si no se utilizan las herramientas necesarias para generar trabajo y poner en marcha el deteriorado aparato productivo nacional, los subsidios tienden a perpetuarse generando un déficit fiscal crónico.
</RESALTADO>El problema no es el déficit fiscal o los paquetes de ayuda económica actual -que en realidad son pocos y mal direccionados- sino, que no se encuentra una manera sostenible de financiarlo, ya que no existe disponibilidad de ahorros, ni moneda estable, ni acceso al crédito, ni parece diagramarse una salida ordenada de la cuarentena.
<BF>
<XB>(*) Economista<BF>