No está del todo claro que significa el federalismo en nuestro país. ¿Un marco referencial, una concepción ideológica, un anhelo, un propósito? Si está bastante definido lo que no es: un sistema político de efectiva vigencia, mal que le pese (como tantas otras cosas) a la propia Constitución Nacional.
Asociado vagamente a cierta prevalencia de los estados provinciales en determinadas materias, termina siendo más bien un compendio de facultades delegadas y floridas piezas retóricas, como la letra de la canción (romántica) a la que alude el título de estas líneas, cuando confía en que "aunque distintos siempre serán, los dos colores se fundirán". Lo cierto es que claramente uno de los colores, el que la historia asoció al unitarismo, es el que logró imponerse en esta relación de fuerzas desiguales, mientras que queda claro quienes "se fundirán" como consecuencia de ello.
Entonces, lo que sí es el federalismo en Argentina, es un tópico discursivo recurrente. Y lo fue (por lo menos) por partida doble en la semana que acaba de concluir.
Por un lado, en la alocución presidencial, a orillas del río Paraná y acompañado por siete gobernadores, en la localidad santafesina de Puerto San Martín. Allí el mandatario llevó a los hechos (o al menos a los papeles) uno de sus primeros compromisos de gestión. El mismo que asumió a pocas horas de ostentar esa investidura, cuando asistió a la asunción de Omar Perotti.
"Argentina no es un lugar donde hay una ciudad capital, un lugar central y una periferia (...). Tal vez en ese proceso de integración, lo que más hablamos con Omar es que la hidrovía sea gobernada por las provincias que tienen la hidrovía y usan la hidrovía. Y así como entendimos eso y lo vamos a hacer, vamos a hacer para que Santa Fe ayude a otras provincias para desarrollarse más porque lo están necesitando". Dijo entonces.
Ahora, retomando aquellas palabras, anunció que Rosario será la sede del Consejo Federal de la Hidrovia, nuevo órgano de control de la concesión, "porque quiero que allí se decida por el consenso de las provincias litoraleñas, y serán ellas las que definirán. Queremos que Argentina crezca con otra lógica, con otro equilibrio, y el desarrollo se extienda".
Sin duda, un discurso sólido y consistente, aunque lo mismo puede decirse del humo que, desde la orilla de enfrente, parecía acompañar el acontecimiento. En todo caso, la puesta en práctica demostrará cuánto de uno y cuanto de otro habrá en la instrumentación definitiva, cosa que de momento no queda del todo clara.
En tanto, lo que más se asemeja a prácticas federalistas tradicionales (a la usanza argentina) se desenvolvió a sus anchas en el Senado la Nación. Los gobernadores más cercanos a la negociación, a través de sus legisladores, pujaron en un festival de creación de juzgados, cámaras y cargos judiciales, cuidadosamente abroquelados con el apoyo al proyecto de reforma judicial (sin que sea explicitada la relación de causa y efecto).
Otra vez, el discurso del federalismo ampara la expansión (a la que la propia titular del Senado negó entidad reformista), que en el afán de no desairar a nadie que estuviese dispuesto a acompañar la iniciativa, multiplicó por cinco la cantidad de cargos previstas en el proyecto original.
Pero lo cierto es que la concepción federalista de los legisladores no suele ir mucho más allá de este tipo de tomas y dacas, o de la ampulosidad retórica que se utiliza para revestirlas. A la hora de abordar reformas impositivas, legislaciones de emergencia o diseños del sistema productivo o las instituciones republicanas, la lógica del alineamiento partidario suele aplastar cualquier estrategia regional o (precisamente), de cuño federalista.
"Soy el más federal de los porteños", aseguró el Presidente, y acaso haya que creerle. Pero también que, en este país, eso no es mucho decir.