En diciembre se conocerá una versión restaurada de la tercera parte de la saga, con un final distinto al visto en 1990. El crítico y docente Leandro Arteaga aporta su mirada sobre los motivos que hicieron a la trilogía de Francis Ford Coppola perdurable en el tiempo y de incalculable penetración en la cultura popular.
Paramount Pictures Hay un montón de cosas dando vueltas en torno a ?El padrino? que permiten que volvamos a la película una y otra vez, sea desde la historia del cine o desde el vínculo que cada uno, como espectador, tiene con ella , sostiene Leandro Arteaga.
“Le haré una oferta que no podrá rechazar”, dice Vito Corleone-Marlon Brando con voz susurrante. Está sentado en una sala oscura, apenas rasgada por un haz de luz. Y la magia del cine se renueva, otra vez. Es parte de “El padrino”, una de las películas más significativas del cine norteamericano del siglo XX y, con toda posibilidad, una de las que mayor impacto ha tenido en la cultura popular. Al punto que su tercera parte, estrenada en 1990, tendrá en diciembre próximo una versión restaurada. La cinta, que según anunció Paramount Pictures llevará por título “The Godfather. Coda: The Death of Michael Corleone”, tendrá cambios en el principio y el final de la historia, lo cual ya generó amplias expectativas entre los millones de adeptos que la saga tiene en todo el mundo. “Con estos cambios y el metraje y el sonido restaurados, para mí es una conclusión más apropiada para ‘El Padrino’ y ‘El Padrino II’, expresó el propio Francis Ford Coppola, director y guionista.
El interrogante que emerge entonces tiene que ver con los motivos que hicieron que “El padrino” no sólo le haya ganado, con ventaja, la pulseada al paso del tiempo. Sino que además haya logrado penetrar con tanta fuerza en la cultura popular. La respuesta, para el crítico y docente rosarino Leandro Arteaga, tiene que ver con varias aristas. “Es una de esas películas que cifran un montón de consideraciones y que se vuelven inevitables a la hora de pensar en el desarrollo del medio cinematográfico. Ocupa un lugar nodal como muchas otras películas, como ‘El ciudadano’ de Orson Welles o la propia ‘Apocalypse Now’ del mismo Coppola. Son películas que algo están diciendo, de una forma voluntaria o involuntaria. Y todavía lo siguen haciendo. Y con ‘El padrino’ de una manera mucho más evidente”, señala.
Un rasgo llamativo tiene que ver con el vínculo que las nuevas generaciones fueron construyendo con las partes de la trilogía de Coppola, sobre todo por su potencial para ramificar en otras expresiones, como fenómeno de la cultura popular. “En este sentido uno no puede desconocer la caracterización que llevó adelante Marlon Brando. Porque ha sido replicada en múltiples lugares. Desde algunas de las secuelas de ‘La pantera rosa’ con Peter Sellers, hasta uno de los villanos que tuvo Batman en la serie animada y el mafioso Fat Tony de ‘Los Simpson’”, apunta Arteaga. Algo crucial para explicar el lugar nodal que alcanzó la película. “Eso llega a todos por igual porque el cine atraviesa, afortunadamente, todo límite geográfico”, añade.
Un genio
El vigor que todavía ostenta “El padrino” como obra de arte se explica también por las cualidades de su director. “Es un proyecto que llega a Francis Ford Coppola sin haberlo pedido, en una situación que le va a permitir trabajar para el mainstream, en procura también de un cine personal e independiente. No obstante, nunca pudo desenvolverse satisfactoriamente en uno y otro ámbito. Porque su proyecto Zoetrope no pasó de ser un sueño aún cuando logró impulsar algunas películas que no lograron el rédito suficiente. Paradójicamente, ‘El padrino’ lo va a hacer, pero en función de una Paramount que estaba moribunda y a la que el filma saca de la quiebra”, puntualiza Arteaga.
“Lo genial es que el director se apropia de la película y lo hace a la manera de los grandes realizadores del cine norteamericano. Es decir, es un proyecto de estudio en un momento en que el sistema de estudios está en decadencia. Coppola hace la película que, de alguna manera, los ejecutivos le piden, pero también busca la película que lo satisfaga como autor. Esto no quiere decir que no haya tenido que atravesar múltiples desavenencias. Entre otras, y de manera bien puntual, los roles de Marlon Brando y Al Pacino. Sea porque a Brando los estudios no lo querían ver ni en figuritas y porque Al Pacino era un ilustre desconocido. Es, entonces, en el sistema de Hollywood donde ‘El padrino’ se inscribe y de alguna manera hace reverdecer cierto cine en función de la gloria que Hollywood hubiera sido, pero que está también perfilando otra manera en que Hollywood se está pensando. ‘El padrino’ es una trilogía autoral, a propósito o a pesar de Hollywood”, enfatiza Leandro.
Los temas de siempre
Pese a su impacto en la historia del cine, a su penetración en la cultura popular y a su influencia en los cambios que evidenció el cine norteamericano desde los ‘70, la resonancia que todavía encuentra “El padrino” en la actualidad se relaciona con su condición de clásico, capaz de resignificarse ante cada nuevo visionado. “Coppola hablaba de cierta mirada shakespeareana. Shakespeare, por más que se refería a reyes de una época pretérita, estaba hablando desde una actualidad palpable. Y uno sigue viendo ‘El padrino’ por las mismas razones. El papel del rey pasa a ser el del padrino y cuando ese rey ha caído, habrá que ver qué ocurre”, reflexiona Leandro.
En esa línea, en el film de Coppola afloran cuestiones diversas que tienen que ver con temáticas que no se agotan jamás. Un ejemplo es su extraordinario desenlace, cuando Michael Corleone (Al Pacino) ya ungido como el nuevo jefe del clan, ordena que le cierren la puerta a su esposa Kay (Diane Keaton), dejándola fuera de las decisiones de la familia. “Hay allí una mirada misógina y machista que de ninguna manera avala Coppola, en todo caso lo que hace es ponerla en escena como parte de un vínculo familiar. Que nos toca hoy en día, un momento en el cual la mujer y el feminismo nos obligan, felizmente, a rever muchísimas cuestiones”, destaca Arteaga. Y “El padrino” siempre está allí, vigente, a la espera de poder ser releída a la luz de los nuevos contextos.