Por Gonzalo Torrealday (*)
Irse o quedarse es una respuesta particular, de cada uno, lo nuevo está en la propia decisión, que se toma, en un acto singular lleno de consecuencias. La solución está adentro y no afuera.
Por Gonzalo Torrealday (*)
La situación en Argentina es difícil, no importa el color político desde el que se la mire. La incertidumbre invade los medios, las conversaciones… los insomnios. Frente a eso surge en un sector de la sociedad, como respuesta a un temor justificado: me voy.
Los psicoanalistas tenemos la costumbre de escuchar lo que se dice cuando eso que se dice se repite: "afuera si te esforzás te va bien", "afuera se valora el laburo", "tenemos un montón de malestar encubierto, desde la inseguridad hasta la depreciación de la moneda que afuera no existe", "salir a la calle sin preocuparte si te van a robar", "los argentinos estamos tan acostumbrados a lidiar con la incertidumbre que afuera somos los mejores tomando decisiones", "con la capacidad de trabajo que tenemos en argentina para ganar afuera te retirás a los cincuenta", etc.
No tiene ninguna importancia si lo que se repite es verdadero o falso. Posiblemente sea muy cierto.
Lo interesante es invertir la pregunta. ¿Qué malestar sostiene mantener la ilusión de resolver el malestar afuera?
Tener un plan B tal vez implique considerar todo el abecedario porque incluso, tal vez, el plan B, no sea el bueno… En la vida no hay plan B, es sólo ilusión neurótica. Siempre es A, incluso cambiar de rumbo es A.
Nada nos salva de enfrentar la situación que nos apremia, ni afuera ni adentro. Ser argentinos es la marca y la marca trae consigo una historia que desde los fundamentos nos atraviesa, a pesar nuestro, sin pedir permiso.
Sarmiento, San Martín, Rosas, Perón y toda la lista de personajes, mayores o menores, grandes o insignificantes, héroes o canallas, son tan nuestros como ese lunar que tenemos en la espalda o la propia estura o el nombre de nuestros padres.
Ser argentinos es la marca, en algún lado se la nombra "sudaca", en otro, "latino", la marca muta, pero es imborrable. En tu país sos argentino, afuera extranjero, pero la marca es imborrable.
Al malestar lo porta la marca, eso lo dijo Freud en Viena, que no era argentino, pero de malestar sabía y de irse también, exiliado en Londres, con Viena ocupada por los nazis y sus hermanas muertas en campos de concentración.
El malestar no es argentino, es humano, basta interiorizarse en la vida de cualquier escritor (por tomar algún rubro de gente que se tomó el trabajo de relatar) de la época que sea para conocer los destinos y desatinos de todo hombre con la política, la economía, la guerra y la paz, los exilios… los amores, las guerras domésticas, la pelea diaria, la fatiga y la frustración, los rigores de la vejez, la enfermedad y la muerte.
"Nada nuevo bajo el sol" dijo alguno hace 2500 años y Madrid y New York y Quebec quedan acá a la vuelta, bajo el sol.
Irse o quedarse es una respuesta particular, de cada uno, lo nuevo está en la propia decisión, que se toma, en un acto singular lleno de consecuencias, pero la solución está adentro y no afuera, porque afuera, la marca y el adentro siguen intactos.
¿Cuánta energía se pierde en las conversaciones sobre irse si la decisión es un amague de resolver lo interno que queda postergado, sin resolver y el afuera vuelve a armarse en Estocolmo, en Asunción o en Euskadi?
Mi pregunta no es si afuera se vive mejor, sino cuánto sufrimiento acarrea el exilio imperativo que se nos impone por no soportar el temor y la dificultad de seguir adelante.
Acá o allá Mitre y Moreno nos acompañan en nuestro ADN, Roca sigue matando "indios" en nuestras tripas y José Hernandez sigue escribiendo el Martín Fierro en nuestros tendones.
No cuestiono al que se va con lo puesto, pero advierto que se lo lleva puesto a donde vaya y tendrá que resolver su "destino sudamericano" donde quiera que esté.
Quince años de escuchar problemas humanos me han mostrado que quien pretende resolver en otro lugar los problemas que emergen del lugar que toma por las circunstancias que lo constituyen, lo hacen volver, al modo de las novelas policiales, a la escena traumática que lo funda, que no está en ningún lugar geográfico, sino en el inconsciente.
Casi a modo de advertencia: el imperativo de irse no debería tomarse como una solución, excepto que la solución sea para cada uno, producto de una elaboración y de un acto singular que deje a la contingencia y a la opinión general al margen.
(*) Docente de la FCM y psicoanalista
Tener un plan B tal vez implique considerar todo el abecedario porque incluso, tal vez, el plan B, no sea el bueno… En la vida no hay plan B, es sólo ilusión neurótica. Siempre es A, incluso cambiar de rumbo es A.
Nada nos salva de enfrentar la situación que nos apremia, ni afuera ni adentro. Ser argentinos es la marca y la marca trae consigo una historia que desde los fundamentos nos atraviesa, a pesar nuestro, sin pedir permiso.
No cuestiono al que se va con lo puesto, pero advierto que se lo lleva puesto a donde vaya y tendrá que resolver su "destino sudamericano" donde quiera que esté.