Carlos Suárez (*)
Carlos Suárez (*)
El suceso de la serie Borgen, es sin duda el éxito de la unión filosófica del ser y el deber ser en la política. De aquel lado del mundo donde las democracias parlamentarias dominan el viejo continente, es necesaria la búsqueda constante de los consensos, incluso con pequeñas minorías; los daneses nos enseñan que siempre se pueden construir espacios más allá de los polos que existen en los extremos, siendo necesario al menos un mínimo de idealismo para no ser ultrajado por el pragmatismo.
Este modo de entender y practicar la política, a veces se da por estos lares. Demás está decir que Raúl Alfonsín y su libro ¨Democracia y Consenso¨, es una cita obligada para todo aquel que se considere democrático.
En estos días pudimos observar la experiencia de la elección del nuevo presidente de los Estados Unidos de América, la que nos deja conclusiones que también pueden ser utilizadas para observar la grieta política, social y cultural por la que atraviesa nuestro país.
Se pudo ver a un candidato mesurado, moderado, empático que ganó las elecciones y que no se manifestó hasta no contar con los electores suficientes. Por otro lado, un presidente en ejercicio de sus funciones, que durante todo su periodo se mostró altanero, despótico e imprevisible, que no acepta el resultado de las elecciones y que ha instigado a muchos de sus allegados a interrumpir el conteo definitivo de votos, prometiendo una lluvia de procesos legales de impugnación a los comicios y al que solo le falta no asistir al acto de asunción a entregar los atributos presidenciales. En definitiva, una permanente subestimación de las "formas".
La sociedad estadounidense resolvió participar efectivamente en el proceso electoral siendo en este caso ambos candidatos, los más votados en una elección en la historia de aquel país, donde no es obligatorio concurrir a sufragar. Es decir, la ciudadanía se hizo cargo, en plena pandemia de Covid-19, de "PARTICIPAR".
Otro dato a tener en cuenta, es la discusión de las políticas públicas que encarnaban uno y otro candidato. Está a la vista la idea económica propuesta por el ahora presidente saliente: nacionalismo, ruptura del multilateralismo, negociación solo con los gobiernos amigos, negacionismo del cambio climático y rechazo a ultranza de una política sanitaria ante la crisis del coronavirus. Por otro lado, la visión demócrata proponía, volver a las relaciones internacionales múltiples, interceder en la disminución de los efectos del cambio climático a nivel mundial y poner en práctica el tan mentado Obama-Care como sistema básico de salud, empezando con políticas activas en la lucha del Covid 19.
Estas aproximaciones, tanto la europea como la norteamericana, sirven para poder sacar unas primeras conclusiones de lo manifestado por el Presidente de la Nación y por el Gobernador de la provincia de Santa Fe, en las últimas semanas, quienes han exteriorizado la idea de que dentro de 9 meses, lo mejor que puede ocurrir es que no haya PASO; es decir, que la gente no participe de la elección de los candidatos y que se resuelva como le parezca a cada candidato o partido político. Motivos: algunos nuevos (pandemia), otros remanidos e históricos (crisis económica, gastos exorbitantes).
Lo que pretende el oficialismo en este país y provincia es que las reglas de juego de la democracia se puedan cambiar de acuerdo a la conveniencia partidaria.
Los sistemas electorales no están tallados en piedra, se pueden cambiar, pero es sano que ello pase resguardando todos los mecanismos institucionales, buscando primero un consenso político lo más amplio posible, que garantice la discusión en los ámbitos naturales de la misma. Sin desconocer el contexto, entiendo que es esa "FORMA" la que da previsibilidad, la que permite a la ciudadanía entender, opinar, discutir y en definitiva, "PARTICIPAR".
Lo que democráticamente creemos quienes somos Radicales y formamos parte de Juntos por el Cambio, es que la sociedad quiere y debe participar de los temas que dominan la agenda pública, si se está de acuerdo o no con la usurpación y/o ocupación ilegal de tierras, con el cambio de los miembros de la Corte Suprema, con la movilidad de los jueces que investigan actos de corrupción, con la forma de elegir al Procurador General de la Nación (jefes de los fiscales), con la intervención estatal de las empresas privadas, con el retorno a las actividades educativas en todos los niveles, con el salvataje necesario a las pymes que obligadamente estuvieron y continúan cerradas, con la intervención y/o censura de los medios de comunicación, con el apoyo a gobiernos no democráticos de la región, entre otros. De lo que siempre se trata es de debatir es qué República queremos, con qué calidad institucional, es decir qué procedimientos democráticos valoramos como imprescindibles.
Las practicas cívicas de discusión a través de nuestros representantes, la educación ciudadana, la participación y elección populares, son la base del sistema republicano y representativo. Hay que defender la participación de la ciudadanía en la elección de los candidatos, no ir hacia atrás con sistemas cerrados en los partidos políticos o distorsivo de la voluntad del votante. No debemos caer en falsos debates que pongan en duda el sistema. Puede mejorarse, como toda norma, pero se hará en tanto y en cuanto se establezcan sistemas que garanticen mayores instancias de participación y no que las restrinjan o vuelvan al pasado.
Si buscamos atender las cuestiones sanitarias en este particular contexto o ponderar factores económicos siempre en danza frente a un proceso electoral, lo que se debe hacer es buscar los mejores protocolos sanitarios que garanticen nuestra salud y promuevan la participación. Si buscamos atender lo económico, se debe desarrollar un plan económico en el tiempo para eliminar gradualmente nuestras crisis cíclicas y constantes, que mire más allá de un periodo de gobierno y que permita de verdad sentar bases para el desarrollo de nuestro país. La solución no está en cambiar sistemas electorales.
Sostenía Alfonsín que para superar esos déficits es preciso avanzar en una serie sucesiva de acuerdos. Y esa es una palabra clave en su pensamiento: acuerdos. Por lo que supone un fuerte compromiso con el pluralismo como valor fundante de la democracia, con las características del debate y con la aceptación de las reglas de juego para solucionar los conflictos de intereses.
(*) Concejal de UCR-Juntos por el Cambio