Más que la dicotomía entre celestes y verdes, la moral y la lucha de género, la mayor oposición que involucró el debate sobre la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y que terminó inclinando la balanza en favor de su aprobación fue si finalmente sería legal, es decir, dentro del sistema de salud, con garantías sanitarias y equitativo para todas; o si seguiría siendo clandestino, en un ámbito donde la accesibilidad y las condiciones en que se practica tienen que ver más con los recursos económicos que con la propia convicción.
Porque clandestino ya era. En mejores condiciones para quien pudiera pagarlo o en situación de altísimo riesgo cuando se realizaba en las condiciones más aberrantes, el aborto sucede.
Por eso hasta el último minuto del debate, las redes sociales se colmaron de íconos además de frases. Y por eso expresiones como "es hoy" y "será ley", se cruzaron con la imagen de una percha -si, una percha- que retrotrae a las prácticas más precarias de la clandestinidad, esas que se cobraron vidas de tantas mujeres y de las que más de un desprevenido pareció enterarse recién ahora. De la misma manera que, en muchos discursos, el repentino aliento a la Educación Sexual Obligatoria apareció más como un intento de oponer un cortafuego a la aprobación de la ley, que como una expresión genuina de convicción acerca de su imperiosa necesidad.
Desde este miércoles, la Interrupción Voluntaria del Embarazo es legal en la Argentina; fue un reconocimiento a la demanda que desde hace años, décadas, protagonizan mujeres de todas las edades, con y sin credos, sin grieta de por medio. La consigna de la Campaña Nacional siempre fue "educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir". El aborto legal es ley; ya es hora de garantizar el cumplimiento de todos los eslabones de la cadena.