Durante las clases virtuales de lengua y literatura 2020, un jovencito me manifestó su voluntad de ser escritor y me pidió que lo orientara: ¡Sinceramente, su pedido me resultó un desafío apremiante hasta cierto punto! ¿Cómo ayudarlo a desarrollar esa inquietud con el "pulso justo" de un mediador cultural; sin agobiarlo, sin desalentarlo, sin ilusionarlo, sin amedrentarlo; sin que pierda el placer del juego, la curiosidad de la experimentación o la pasión de la exploración?
Lo que a continuación compartiré surge como un esbozo de respuesta a esta inquietud: ¿Cómo convertirse en escritor? Quien suscribe la presente nota no es el mejor ejemplo en esta materia: me considero un Pavarotti de ducha; un Picasso de brocha gorda parado en andamio; un Darín de sobreactuación hogareña; un Cristiano Ronaldo de picado y picada con amigos en quinta de fin de semana. En definitiva, más que un escritor me percibo como un "escribidor": un malogrado artista de la palabra de cine mudo. Por tal motivo, propongo observar a los que saben, a los que han triunfado -¡no sin angustias y accidentes!- en el extenuante ring donde se baten a duelo con el lenguaje. Si alguien quiere aprender de los mejores de un deporte, observa con detenimiento a los cracks de esos ámbitos: ¡Ginóbili en el básquet! ¡Messi en el fútbol! ¡Lucha Aymar en el hockey! ¡Federer en el tenis! Apreciar sus trayectorias con sus luces y sus sombras puede resultar inspirador: ¡Una guía para hallar la propia voz, el propio estilo!
Para los más pequeños y no tanto, Pescetti ha colgado en YouTube sus "Consejos para una escritora de 8 años". Entre otros, destaca: ¡No escribir para deslumbrar a otros! ¡Menos para "un club exclusivo de especialistas"! ¡No hacerlo como si estuviéramos rindiendo un examen! ¡Hacerlo para alguien que apreciamos y que nos aprecia! ¡Confiar siempre en el lector! ¡Él es un sujeto inteligente que ya tiene muchas historias oídas o leídas en su vida ¡Lleva más historias oídas o leídas que nosotros contadas o escritas! ¡Es un espectador mucho más entrenado en su función que nosotros en la narración!
En "De qué hablo cuando hablo de escribir", Murakami se plantea la siguiente pregunta: ¿Qué hábitos pueden ser útiles o qué tipo de entrenamiento es necesario para convertirse en escritor? Lo primero es leer mucho: "Especialmente mientras se es joven habría que tener siempre un libro entre las manos. Cuanto más, mejor. Da igual si se trata de una novela excepcional como si no lo es tanto, si es algo digno de olvidar o no. Lo importante es leer todo cuanto uno pueda, sumergirse en cuantas más historias mejor, vérselas con frases bien construidas, con pasajes inolvidables, también con episodios menos brillantes. Eso es lo más importante. Todo eso termina por decantarse y por transformarse en la fuerza básica imprescindible que le permite a alguien convertirse en escritor. Lo ideal es hacerlo cuando uno dispone de tiempo, mientras aún conserva buena vista. Construir frases, es decir, escribir, es importante, pero a mí me parece que si establecemos un orden de cosas, eso puede llegar más adelante."
Para los adultos, Bukowski tiene dos poemas que hablan del oficio de escribir. Uno se titula "Aire, luz, tiempo y espacio" y derriba varios mitos sobre la labor del escritor; está planteado como un diálogo entre un novato un tanto ingenuo y un artista curtido. El primero afirma: "Sabes, yo tenía una familia, un trabajo, algo/ siempre estaba/ en el medio/ pero ahora/ vendí mi casa, encontré este/ lugar, un estudio amplio, deberías ver el espacio y/ la luz,/ por primera vez en vida voy a tener un lugar/ y el tiempo para CREAR." El segundo le retruca: "No, nene, si vas a crear/ vas a crear trabajando/ 16 horas por día en una mina de carbón/ o/ vas a crear en una piecita con 3 chicos/ mientras estás/ desocupado,/ (…) vas a crear con un gato trepando por tu/ espalda mientras/ la ciudad entera tiembla en terremotos, bombardeos,/ inundaciones y fuego./ Nene, aire y luz y tiempo y espacio/ no tienen nada que ver con esto/ y no crean nada,/ excepto quizás una vida más larga para encontrar/ nuevas excusas." El segundo poema se titula: "¿Así que quieres ser escritor?" Es un texto –para mí- imprescindible para repensar nuestro lugar en el mundo (valioso no sólo para quienes aspiran a ser artistas). Entre sus versos se destaca: "No seas como tantos escritores,/ no seas como tantos miles de/ personas que se llaman a sí mismos escritores,/ no seas soso y aburrido y pretencioso,/ no te consumas en tu amor propio./ Las bibliotecas del mundo/ bostezan hasta dormirse/ con esa gente./ No seas uno de ellos./ No lo hagas./ A no ser que salga de tu alma/ como un cohete,/ (…) A no ser que el sol dentro de ti/ esté quemando tus tripas, no lo hagas./ Cuando sea verdaderamente el momento,/ y si has sido elegido,/ sucederá por sí solo y/ seguirá sucediendo hasta que mueras/ o hasta que muera en ti./ No hay otro camino./ Y nunca lo hubo."
Si esto no es claro, circula en web un "Decálogo del buen escritor" hecho con humor y que podemos considerar: 1) Aléjate de alevosas aliteraciones; 2) Las MAYUSCULAS también se acentúan; 3) Recurrir a abrevtrs resulta empobrecedor y poco elegante; 4) Huye de los clichés como de la peste; 5) Las comparaciones son tan malas como los clichés; 6) Sé más o menos específico; 7) Los escritores evitan generalizaciones; OCHO: mantén la coherencia; 9) No seas reiterativo (¡No uses más palabras de las necesarias! ¡No resultes redundante!); 10) La exageración es un millón de veces peor que el matiz; 11) ¿De verdad necesitas hacer esa pregunta retórica?
Si esto no es suficiente, diré, primero, que hay un libro llamado "Camino a Macondo" que ilustra cómo a García Márquez le tomó casi 20 años "vivir" en su pueblo de fantasía para aprender a escribir "Cien años de soledad". Es decir, la novela no salió de la galera. Se gestó con el tiempo, con ensayos y bosquejos previos que hizo el premio nobel de literatura a lo largo de su dilatada carrera. Segundo, comparto dos frases lúcidas de Girondo dedicadas a quienes son escultores de la palabra: a) "Aunque ellos mismos lo ignoren, ningún creador escribe para los otros, ni para sí mismo, ni mucho menos para satisfacer un anhelo de creación, sino porque no puede dejar de escribir"; b) Finalmente y ante la duda, vale la pena recordar que: "No hay crítico comparable al cajón de nuestro escritorio."