Este jueves se cumplió un año que un ciudadano paulista se convirtió en el primer contagiado de coronavirus en América Latina. Desde entonces Brasil ingresó en una escalada que lo tiene como el tercer país con más casos y el segundo con más fallecidos, mientras el resto de la región se esfuerza por lograr dosis de algunas de las vacunas y teme por una posible segunda ola.
Un hombre de 61 años que había estado en Italia, más precisamente en Lombardía (al norte del país), fue el primer confirmado oficial como positivo de Covid-19, cuando de la enfermedad se sabía realmente poco y nadie imaginaba la catástrofe sanitaria, social y económica en que derivaría. Su caso fue tratado en el Hospital Israelita Albert Einstein de la ciudad de São Paulo.
Desde entonces, solo Brasil computó más de 10 millones de casos y casi 244.000 muertes, detrás de Estados Unidos e India. Colombia, Argentina y México son los otros países de la región con un número importante de casos, aunque sus sistemas sanitarios les permitieron evitar imágenes terribles como las que se vieron en Perú y Ecuador, por ejemplo.
Ahora, mientras Latinoamérica pugna por vacunas y se permite un respiro en el número casos, en parte por las insistentes campañas de prevención, es Europa la que enfrenta el temor de una tercera ola, por lo que persisten los confinamientos, los cierres de frontera y los toques de queda. Brasil lleva compradas 130 millones de dosis, quizás como una reacción tardía de un gobierno que subestimó la pandemia y hasta vitoreó a un presidente que dejó para la historia una de las frases que más se recordará de 2020.
"Es una gripezinha (gripecita)", manifestó en su portugués natal el mandatario brasileño Jair Bolsonaro. Ocurrió el 24 de marzo del año pasado, meses antes de ser él mismo uno de los contagiados. Su visión errática de la situación se emparentó directamente a la del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump: minimizar los riesgos, mostrarse en público sin medidas de prevención, recomendar simples desinfectantes, asegurar que la situación estaba bajo control y, obviamente, contagiarse después.
El resto de los países de la región tuvieron políticas oscilantes, con medidas restrictivas variadas. Más fuertes en algunos casos, como Argentina y Colombia. Intermedias en otros, como Chile y Bolivia. O muy suaves, como Uruguay. Pero siempre parecieron tener en claro el riesgo que significaba la pandemia, que, mientras, hacía estragos en las economías por la paralización de casi toda la actividad industrial, comercial y turística.
Bolivia, Colombia, Argentina, Paraguay, Chile, Perú, Venezuela y Ecuador tienen montados, con diferencias de magnitud y estructura, sus respectivos operativos vacunatorios. Uruguay, que es el único país de la región que no comenzó a inmunizar, lo hará desde el lunes.
En América Central, en tanto, las medidas fueron de cumplimiento dispar, pero las poblaciones más pequeñas permitieron mayores controles y ahora todos esos países avanzan, aunque lentamente, hacia operativos masivos de vacunación. Claro que algunos Estados pudieron disponer de millones para adelantar compras y otros apenas pudieron contar con algunas miles de dosis y esperan que ahora haga su parte el mecanismo Covax, creado para inmunizar a las naciones más pobres.