La cantautora argentina radicada en México visitará la ciudad el domingo para presentarse en Tribus Club de Arte. Junto a El Litoral, narró la genealogía de una vida dedicada a la expresividad y a la transformación constante.
Gentileza Jesús Cornejo Soy una entusiasta de la expresión humana. Y en la música vale todo lo que sea verdadero .
El domingo, desde las 21, regresa a la ciudad de Santa Fe después de mucho tiempo. En el registro mnemotécnico de la cantante, “entusiasta de la expresión” que compartirá sus canciones en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572), la última visita data de 2011 o 2012. En diálogo con El Litoral, la artista abrió las alas de su discurso, representado más recientemente por “Lo azul sobre mí” (2019), y anticipó su “intriga por ver qué fue lo que pasó durante estos años”. Las entradas están a la venta en boletería entre las 18 y las 00 hs y a través de Ticketway.
Le quedó bien
“Las canciones tienen vida propia”, afirma Loli, abriendo un universo de sentidos sobre su último álbum. “Lo azul sobre mí” (2019) vio la luz el año previo a la pandemia. “Era un disco antagonista para el mundo en el que vivíamos. Personal, introspectivo, pide ser escuchado en mucha tranquilidad. Pero, creo que le quedó bien a esta época de cuarentena. Mis expectativas eran hacerlo. Eso, para mí, ya era titánico. Lo que pasara después estaba fuera de mi alcance. Fue una banda de sonido, acompañó mucho, según me voy enterando”.
El azul en la obra de Molina remite a la muerte. ¿Qué es lo que murió en este tiempo para ella? Muchas identidades, por empezar. “No sé si las puedo nombrar. Si todas esas Loli estaban en una categoría tan definida”, reconoce. En su primera producción discográfica después de cumplir 30 años, observa el fin de la ilusión. “Si tuviera que describir mis 20, diría que son la ilusión de transformarme en adulto. Este disco retrata la caída de esos velos de lo que no es en realidad. De esa dureza y esa belleza que tienen la cosas y la naturaleza. Como cuando ves Animal Planet: ‘qué linda la cebra, qué lindo el león’... y, de repente el león se está comiendo a la cebra. Es como una belleza cruel, un retrato del darse cuenta y estar procesando todo eso”.
Profundidad que impacte
En 1958, la escritora española Ángela Figuera Aymerich publicó el libro “Belleza cruel”. La obra de Loli Molina, “foto instantánea de un momento” puede ser leída también como un libro. Hubo un ejercicio de meterse-muy-para-adentro y construir desde la poesía, algo que pudiera encerrar muchas imágenes. Cada vez más, me estoy volcando a una manera de escribir que tiene que ver con que escuches esa letra y se te despierten un montón de imágenes caleidoscópicas”. Una psicodelia, agrega. “Una profundidad que impacte y hable de muchas capas de información, a la vez. No me interesa tanto la textualidad, sino que quienes escuchen esas palabras y sonidos puedan generarse sus imaginarios”.
“Lo azul sobre mí” nace de un diálogo adentro-afuera. De una mirada extrañada, curiosa, atenta sobre el lugar, sus habitantes y sus costumbres. Y opera como respuesta a “la muerte simbólica de muchas cosas fuertes en mi vida”. Como un modo de observar y procesar con belleza esas situaciones”. Loli habla de México, país donde reside hace unos años, y su vínculo con la muerte. “En México, se festeja el Día de los Muertos, en todas las casas hay altares que siempre tienen flores, comida, alguna velita para las personas que ya no están. La muerte está presente en la vida de una manera colorida y constante, como un recordatorio, y los muertos están presentes en el día a día. En los procesos personales es super interesante honrar esas honduras, quiebres y grietas, esas pequeñas muertes interiores con las mismas flores y el mismo color. Con mucho amor. Este disco va a lugares muy oscuros, pero buscando la belleza. Algunas cosas perecen o se transforman para siempre y eso está bien. No hay casi maquillaje. Siento que responde a un momento personal y de la época, de una manera muy clara”. Uno de los interrogantes que subyace en la obra es “cómo responderle a una industria que, en vez de discos, genera singles”. Contesta Loli: “Los singles son más producidos, con más autotune; este disco es una música muy austera, muy a pelo, muy de lo que es”.
Más allá de lo que hago
El tratamiento del material lingüístico en Loli Molina es similar al de un/a poeta. Construye ideas y conceptos como un work in progress gigante. Sobre sus textos más actuales, reconoce que “le intriga mucho dedicar dos años a este proceso tan profundo de autoexploración. Estoy escribiendo, buscando cosas, pensando. Todos los días le voy agregando una coma, una letrita, un acorde... pero va lento. En realidad, estoy tratando de vivir con una intensidad y una profundidad que nunca antes había tenido. ¿Qué saldrá de ahí? Vale la pena”.
Del mismo modo, valió la pena ponerse en cuestión en “un mundo y en un tiempo donde ‘lo que yo hago, sé hacer y tenía que hacer’ no se podía hacer”. En esta época, “es un desafío enorme, con el nivel de identificación de lo que somos y lo que hacemos. No creo que seamos lo que hacemos; es más bien una especie de ilusión. Para mí, fue interesante empezar a entender quién soy más allá de lo que hago. Porque, ¿qué pasaría si, en vez de la pandemia, fuera otra cosa la que no me permite hacer música? Eso me llevó a explorar otros lugares adentro mío”.
Viajar para adentro, fue uno de los hallazgos, luego de muchos años de viajar-para-afuera. “Cuando viajás para adentro, no hay escapatoria. Ese es el viaje que realmente habla y que trae cosas que permanecen”. En este tiempo, Loli viajó a través de distintas formas: yoga, oficios, cerámica, mucha lectura. “Estoy escribiendo de a poco. En un momento, me empecé a apresurar. La época dicta que todo el tiempo hay que estar sacando música nueva. Me di cuenta que lo que yo quiero hacer ahora es vivir y crecer, porque yo escribo sobre lo que vivo y crezco. Entonces, si no hago eso, no tiene sentido sacar un disco rápido”.
Honrar las raíces
Nacida en 1986, Loli creció escuchando radio, música pop. Se considera “una persona en contacto con la cultura popular de ahora, al tanto de lo que sucede. Es importante, tener un amplio espectro de respeto musical y cultural. Para mí, las grandes canciones son grandes canciones. No importa el estilo. Obviamente, con los años, me voy orillando más hacia un lugar, enfocando. Pero soy una entusiasta de la expresión humana. Y en la música vale todo lo que sea verdadero”.
En el plano nacional, Molina se asume “parte de un linaje”. Las referencias a Charly (“Desarma y sangra”), Spinetta-Páez (“Parte del aire”) y a José Hernández (desde Edgardo Cardozo) dan cuenta de ello. “Mi árbol genealógico musical tiene como tatarabuelos a unas personas increíbles. Me considero parte, como toda persona nacida en este país, que absorbió, escuchó y consumió ese repertorio popular. En Argentina, si agarrás una guitarra no podés no pensar en Spinetta, en Atahualpa. Tenemos varas muy altas. A mí me gusta mucho que mi camino se trate de honrar esas raíces. ‘Hey, mundo! Yo vengo de acá”. De eso estoy hecha. Ojalá, siempre pueda estar a la altura del patrimonio cultural que tenemos”.
Todas esas voces, con un registro coral, parecen incorporarse en el track final del álbum, “Ouroboros”. Una suerte de ritual, con remitencias afro, amplificado por Álvaro Ruiz, inspirado en la figura mítica de la serpiente que se come la cola. “Si se escucha el disco, y se repite después de esta canción, hay una misma tonalidad. Una modulación que se repite en el último y en el primer tema”. Originalmente, Loli había escrito el poema (“la letra, digamos”) con una idea de limbo. “¿Qué es lo que pasa cuando nos morimos, antes de reencarnar? Cuando este disco termina, ¿qué sucede antes de que vuelva a empezar?” Por aquellos tiempos, Ruiz estaba de visita en Ciudad de México. Reunidos por otra producción, los músicos aprovecharon a trabajar sobre esta música. “Fue como una improvisación sobre un texto que tenía. “Álvaro le dió la potencia y la profundidad del cante flamenco”. Otra vez la genealogía. Sebastián Molina, bisabuelo de Loli vino hace muchos años del pueblo de Andújar en Andalucía. “Siempre tuve un link con esa música, una cosa espiritual genealógica que me jala mucho para ahí. Entonces, es también un homenaje a mis raíces”.