A más de cinco años de un conflicto que quedó sin resolución y "congelado", la zona fronteriza entre Ucrania y Rusia volvió a ser el centro de la atención internacional, en medio de denuncias cruzadas por un presunto bombardeo ucraniano que, según los separatistas prorrusos, asesinó a un niño, y una movilización militar rusa a esa región.
La escalada no fue de un día para el otro, sino gradual, casi en un juego de espejo: al mismo tiempo que Rusia reforzaba militarmente su frontera con Ucrania, el flamante presidente de Estados Unidos, Joe Biden, hablaba por teléfono con su par ucraniano, Vladimir Zelenski, para garantizarle su "apoyo inquebrantable" en su disputa con las milicias separatistas prorrusas que aún controlan parte de dos de sus provincias del este del país, fronterizas con Rusia.
Acto seguido, el sábado pasado, estas milicias prorrusas denunciaron que un niño "nacido en 2016" había muerto en un bombardeo de un dron de las Fuerzas Armadas ucranianas sobre el territorio que controlan, en el pueblo de Alexandrivske, a solo 15 kilómetros del frente donde aún hoy siguen habiendo combates o ataques esporádicos. El gobierno de Ucrania negó todo: "Una manipulación brutal, cínica y odiosa", aseguró el departamento de prensa del Ministerio de Defensa a la agencia de noticias AFP, sin dar más precisiones.